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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
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III Domingo de Adviento «Gaudete», solemnidad
Salterio: domingo de la tercera semana
Oficio de Lecturas
Inicio

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
[Salmo 94] [Salmo 94] [Salmo 99] [Salmo 99] [Salmo 23] [Salmo 23] [Salmo 66] [Salmo 66] [quitar]
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

-se repite la antífona

Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

-se repite la antífona

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

-se repite la antífona

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

-se repite la antífona

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

-se repite la antífona

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

-se repite la antífona

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio. Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

o bien este himno, que proviene de la liturgia latina:



V:/ Mirando a lo lejos,
veo venir el poder de Dios
y una nube que cubre toda la tierra.
Salid a su encuentro y decidle:

«Dinos si eres tú
el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»

R:/ Mirando a lo lejos,
veo venir el poder de Dios

V:/ Sobre plebeyos y nobles, ricos y pobres.

R:/ Salid a su encuentro y decidle:

V:/ Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como un rebaño,
tú que te sientas sobre querubines

R:/ «Dinos si eres tú
el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»

V:/ ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar

R:/ El que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.

V:/ Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo

R:/ Mirando a lo lejos,
veo venir el poder de Dios
y una nube que cubre toda la tierra.
Salid a su encuentro y decidle:

«Dinos si eres tú
el que ha de reinar sobre el pueblo de Israel.»
Primer Salmo
Salmo 144-I: Himno a la grandeza de Dios
Ant: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.
Tú, Señor, el que eras y eres, eres justo (Ap 16,5)
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 144-II:
Ant: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca.
Tercer Salmo
Salmo 144-III:
Ant: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.
Lectura Bíblica
V/. Levantaos, alzad la cabeza.
R/. Se acerca vuestra liberación.

Booz se casa con Rut
Lectura del libro de Rut
Rut 4,1-22 (del lecc. par-impar)
Booz subió a la puerta de la ciudad y se sentó. Cuando, al cabo de un rato, pasó por allí el mencionado pariente, le dijo:
«Oye, fulano, acércate y siéntate».
Se acercó y se sentó. Booz llamó luego a diez ancianos de la ciudad y les pidió asimismo que se sentaran.
Una vez sentados, dijo Booz al pariente:
«Conoces el campo que perteneció a nuestro hermano Elimélec. Noemí, que ha vuelto de la región de Moab, desea venderlo. Te lo hago saber y te digo que lo compres ante los aquí presentes, ante los ancianos de la ciudad. Si quieres comprarlo, cómpralo; si no, dímelo, porque detrás de ti voy yo como pariente más próximo con derecho a compra».
El otro respondió:
«Lo compraré».
Booz continuó:
«De acuerdo. Pero, si compras el campo a Noemí, deberás tomar por mujer a Rut, la moabita, mujer del difunto, a fin de perpetuar el nombre de este junto con su propiedad».
Entonces el pariente más próximo dijo:
«Eso no puedo hacerlo, porque correría el riesgo de perder mi propio patrimonio. Te cedo el derecho. Yo no puedo ejercerlo».
Antiguamente, en los casos de compra o cambio, era costumbre que uno se quitara la sandalia y se la diera al otro. Así se cerraban los tratos en Israel.
El tal pariente dijo a Booz:
«Cómpralo tú».
Y se quitó la sandalia. Entonces Booz declaró ante los ancianos y ante todo el pueblo:
«Sois testigos en este día de que adquiero de manos de Noemí todas las posesiones de Elimélec, de Kilyón y Majlón, y de que tomo por mujer a Rut, la moabita, la que fue mujer de Majlón, para perpetuar el nombre del difunto junto con su propiedad y para que su nombre no desaparezca de entre sus parientes en esta ciudad. Vosotros sois testigos en este día».
Los ancianos y todos los que estaban en la puerta dijeron:
«Somos testigos. A esta mujer que entra en tu casa la haga el Señor como a Raquel y Lía, las dos que edificaron la casa de Israel. Y tú sé poderoso en Efratá y famoso en Belén. Que, por la descendencia que el Señor te conceda de esta joven, tu familia sea como la de Peres, el hijo que Tamar dio a Judá».
Booz tomó a Rut por mujer. Se unió a ella, y el Señor hizo que concibiera y diera a luz un hijo.
Las mujeres dijeron a Noemí:
«Bendito sea el Señor, que no te ha dejado sin protección. El nombre del difunto seguirá vivo en Israel. El niño será tu consuelo y amparo en la vejez, pues lo ha dado a luz tu nuera, que te quiere y ha demostrado ser para ti mejor que siete hijos».
Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas exclamaron:
«A Noemí le ha nacido un hijo».
Y le pusieron por nombre Obed. Fue padre de Jesé, el padre de David.
Estos son los descendientes de Peres: Peres engendró a Jesrón, Jesrón a Ram, Ram a Aminadab, Aminadab a Najsón, Najsón a Salmá, Salmá a Booz, Booz a Obed, Obed a Jesé, y Jesé a David.
Is 55,3; Sal 88,30
R/. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.
V/. Le daré una posteridad perpetua y un trono duradero como el cielo.
R/. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.
Lectura Patrística
Juan era la voz, Cristo es la Palabra
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Sermón 293,3
Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.
Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.
Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.
Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma. ¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la Palabra permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y desapareció. Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros creemos en Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo sonar.
Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor». La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino».
¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente?» ¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo Juan un ejemplo de humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le ocurre emplear el error ajeno en beneficio propio.
Si hubiera dicho: «Yo soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la mayor facilidad, si ya le tenían por tal antes de haberlo dicho? Pero no lo dijo: se reconoció a sí mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a sí mismo.
Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.
R/. Él tiene que crecer y yo tengo que menguar; el que viene detrás de mí existía antes que yo, al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
V/. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
R/. Al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Te Deum
[en Español] [en Español] [en Latín] [en Latín]
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.


(lo que sigue puede omitirse)

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
Te Deum laudámus:
te Dóminum confitémur.

Te ætérnum Patrem,
omnis terra venerátur.

Tibi omnes ángeli, tibi cæli,
et univérsæ potestátes.

Tibi chérubim et séraphim
incessábili voce proclámant:

Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dóminus Deus Sábaoth.

Pleni sunt cæli et terra
maiestátis glóriæ tuæ.

Te gloriósus Apostolórum chorus,
te prophetárum laudábilis númerus,
te mártirum candidátus
laudat exércitus.

Te per orbem terrárum
sancta confitétur
Ecclésia:

Patrem imménsæ maiestátis,
venerádum tuum verum et únicum Fílium:
Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.

Tu rex glóriæ, Christe.

Tu Patris sempitérnus es Fílius.

Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem,
non horruísti
Vírginis uterum.

Tu, devícto mortis acúleo,
aperuísti credéntibus regna cælórum.

Tu ad déxteram Dei sedes
in glória Patris.

Iudex créderis
esse ventúrus.

Te ergo quæsumus,
tuis fámulis súbveni,
quos pretióso sánguine redemisti.

Ætérna fac cum Sanctis tuis
in glória numerári.


(Hæc ultima pars hymni ad libitum omitti potest)

Salvum fac pópulum tuum, Dómine,
et bénedic hereditáti tuæ.

Et rege eos,
et extólle illos usque in ætérnum.

Per síngulos dies benedícimus te;
et laudámus nomen tuum in sæculum,
et in sæculum sæculi.

Dignáre, Dómine, die isto
sine peccáto nos custodire.

Miserére nostri, Dómine,
miserére nostri.

Fiat misericórdia tua,
Dómine, super nos,
quemádmodum sperávimus in te.

In te, Dómine, sperávi:
non confúndar in ætérnum.
Final

Oremos:

Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
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