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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

“México no es tan católico”

19 de abr de 2017
El país se debate entre escándalos de corrupción, violencia, inseguridad y el impacto del crimen organizado. Un desafío enorme para la Iglesia católica. Entrevista con el director del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.

Para el Vaticano, México es el segundo país del mundo con mayor cantidad de fieles católicos después de Brasil. Esto debería hacer de la mexicana una nación donde los valores cristianos tengan amplio arraigo e incidencia social. Pese a ello, debe hacer cuentas con escándalos de corrupción, brutal violencia, el impacto del narcotráfico y, cada vez con más frecuencia, el asesinato de sacerdotes. Una paradoja sobre la cual reflexionó, en entrevista con el Vatican Insider, Jorge Navarrete Chimés, director del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc), prestigiosa institución académicas vinculada a la Iglesia.

¿Cuál es el panorama de México que se advierte desde el Imdosoc?

Lo primero que vemos es el grave problema de desigualdad. México es uno de los países más desiguales de América Latina, y este problema acarrea que tengamos 60 millones de pobres. Muchas personas tienen “trabajo estable” y siguen siendo pobres, eso es de lo más dramático, es una gran injusticia, una persona que trabaja no debería ser pobre. El salario es otro de los graves problemas, el salario mínimo es insuficiente. La pobreza incluye no solamente la parte económica sino, también, la falta de oportunidades de estudio, de empleo, de aspirar a una vida mejor. Esto no sería tan grave si no estuviéramos en un país con tantos recursos naturales. Somos un país rico lleno de pobres.

El narcotráfico y la delincuencia ¿cómo afecta en esta ecuación?

Se puede explicar con el ejemplo de una canción popular en México que se llama “Mi padrino el diablo”. El cantante dice que su papá era un borracho, su mamá dejaba que lo maltratara, se salió a la calle, acabó debajo de un puente y entonces le tocó al hombro un hombre de negro que le dijo: “Soy el diablo, te espanté a la muerte”. Entonces el cantante añade: ¿Quieren saber en qué acabó la historia? Manejo un Ferrari, vivo en Las Vegas y soy feliz. Esta canción expresa mucho de lo que está sucediendo con los jóvenes mexicanos que viven en zonas rurales y que no tienen ninguna oportunidad de salir sino a través del narcotráfico. Esta cultura ha permeado en grandes zonas del país: la “narcocultura”. El problema es que no todo termina con el Ferrari y las muchachas, sino cuando no le pueden pagar al diablo y son asesinados, en la cárcel o en un vacío existencial. Pero eso no lo dice la canción.

Pero el problema surge antes…

El origen de todo está en el sistema económico y político mexicano, que generan familias empobrecidas, el machismo, el alcoholismo. Al final, la respuesta viene del narcotráfico. Como Iglesia debemos preguntarnos, ¿por qué no somos nosotros quienes tocamos el hombro de ese muchacho y le ofrecemos una alternativa? Eso debería ser una Iglesia-comunidad, donde pudieran encontrar esos espacios, que lamentablemente son muy pocos y que debemos fortalecer. Es increíble que las autoridades permitan que estas canciones y esta cultura esté por todos lados.

¿Cómo es posible que un país tan católico haya llegado a estos niveles de degradación?

Deberíamos decir que no es tan católico. En 2013 el Imdosoc hizo una encuesta muy grande que se llamó “Creer en México”, sobre cultura y práctica religiosa, y lo que encontramos es una gran espiritualidad, muy plural, pero con una baja práctica religiosa católica.

¿Práctica de congruencia?

De congruencia y de rito. A qué nos referimos con práctica religiosa: leer la Biblia, ir al templo más de 10 veces al año, coincidir al menos con lo principal de la fe. Una de las preguntas era: “¿Crees en algún tipo de vida después de la actual?”. El 47 por ciento de los católicos dijeron que no. Esto indica una falta de conciencia sobre la trascendencia, no creemos que nuestros actos en vida tienen una consecuencia en la vida eterna. Surgieron peores indicadores cuando se habló de ciudadanía, aunque se pensaría que si uno es buen católico debe pertenecer a una comunidad.

¿A qué se refiere?

Cuando preguntamos: “¿estás contento de ser católico?”, el 60 por ciento dijo que sí. Pero eso no implica ningún compromiso o responsabilidad de cambiar los propios hábitos, la forma de vivir. Pero a la pregunta sobre qué gusta más de la propia fe, la mayoría respondió que las fiestas. Sólo el tres por ciento dijo: “juntarse con otros cristianos”. ¿Qué es la religión sino la pertenencia a una comunidad que busca lo divino? Los mexicanos nos decimos católicos, sí, pero incluso esa cifra ha bajado en los últimos años.

La inseguridad ha afectado también a la Iglesia. ¿A qué se debe?

El mismo ambiente de violencia y de delincuencia organizada afecta a algunas diócesis, a sacerdotes. La mayoría son secuestros o extorsión. Se extorsiona con amenazas para que se pague una cantidad o se es atacado. Por eso han asesinado a algunos sacerdotes, otros han sido secuestros para exigir rescate. La mayoría, por desgracia, termina en tragedia. La Iglesia no está exenta.

¿Cómo cambiar esta situación?

No es posible que sigamos generando una cultura de la violencia que permea hasta los más chiquitos. Tenemos que cambiar nuestra canción, que no sea “Mi padrino el diablo”. Hay que buscar que la familia esté custodiada por políticas públicas, que el padre de familia tenga un trabajo digno, que la calle no sea una opción para los jóvenes y que los delincuentes paguen. Otro grave problema de México es la impunidad y lo vemos a todos los niveles, desde el gubernamental donde ha habido grandes desfalcos y corrupción increíble, pero no hay detenidos o los detienen y salen libres. Hay que cambiar esa canción para que los jóvenes tengan opciones y el país pueda salir adelante. Con esta espiral de violencia no vamos a ninguna parte.

¿La sociedad percibe que la Iglesia puede ser una alternativa eficaz ante esta situación?

La Iglesia sigue teniendo un alto porcentaje de confianza, en primera posición aparecen el ejército y la marina, en segunda la Iglesia católica. Tiene todavía un bono importante de confianza de parte de las personas, algo que más allá de enorgullecernos nos debería responsabilizar en la formación de comunidad. Que los jóvenes puedan pertenecer a una comunidad que los cuide, que los acoja, que los apoye cuando se dan todas estas problemáticas.

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