Durante 2017, por ocho años consecutivos, el mayor número de agentes pastorales católicos asesinados no se registró en los países de mayoría islámica o en las naciones asiáticas, sino en América, particularmente entre los pueblos de América Latina, principalmente católicos. Lo confirma el informe publicado este año por la Agencia Misionera Fides, órgano de información de las Pontificias Obras Misionales, que festeja precisamente en este 2017 sus 90 años.
Durante este año que está por concluir, refiere la Fides, «han sido asesinados en el mundo 23 misioneros: 13 sacerdotes, 1 religioso, 1 religiosa, 8 laicos». Según la repartición territorial, por octavo año consecutivo, el mayor número se registró en América Latina (México, Centroamérica y Sudamérica), en donde fueron asesinados 11 agentes pastorales (8 sacerdotes, 1 religioso y 2 laicos); después sigue África, en donde fueron asesinados 10 agentes pastorales (4 sacerdotes, 1 religiosa y 5 laicos); en Asia fueron asesinados 2 agentes pastorales (1 sacerdote y 1 laico), ambos en Filipinas, único país asiático de mayoría católica.
Si se tienen en cuenta cada uno de los países, la nación en la que se registró el mayor número de muertes violentas entre los agentes pastorales fue Nigeria (con 5 agentes pastorales asesinados), a la que siguen México (4), Colombia y Filipinas (2 respectivamente). En cuanto a la situación latinoamericana y mexicana, el informe de la Fides cita las consideraciones del padre Omar Sotelo, Director del Centro Católico Multimedia de México: «La violencia contra el clero ha aumentado en los últimos años, sin que se vean acciones concretas para detenerla. La población está permanentemente expuesta a la criminalidad, lo sabemos bien, pero ahora sobre todo el sacerdocio se ha convertido en un ministerio peligroso; durante los últimos nueve años, México es el país con el mayor número de sacerdotes asesinados».
El informe de la Fides, editado por Stefano Lodigiani, aclara que el elenco anual que propone la Agencia misionera «ya desde hace tiempo no solo tiene que ver con los misioneros “ad gentes” en sentido estricto, sino que trata de registrar a todos los agentes pastorales que murieron violentamente, no expresamente “in odium fidei”. Por ello se prefiere no utilizar el término “mártires”, cuando no en su significado etimológico de “testigos”, para no entrar en el mérito del juicio que la Iglesia podrá dar eventualmente sobre algunos de ellos, y que tratamos, como sea, de documentar en este mismo contexto anual». La lista de los agentes pastorales asesinados, añade la Fides, representa «solamente la punta del iceberg, puesto que es seguramente largo el elenco de los agentes pastorales, o de los simples católicos, agredidos, maltratados, asaltados, amenazados, como el de las estructuras católicas al servicio de la población entera atacadas, vandalizadas o saqueadas. A las listas provisionales redactadas anualmente por la Agencia Fides siempre se debe añadir la larga lista de los tantos, de quienes tal vez nunca se tendrá noticia o de quienes nunca se conocerá ni siquiera el nombre, que en cada rincón del planeta sufren y pagan con la vida su fe en Jesucristo».
El informe alude también a casos controvertidos, como el del obispo camerunés Jean-Marie Benoit Bala, cuyo cuerpo fue hallado sin vida en las aguas del río Sanaga el 2 de junio. Un caso que las autoridades judiciales del país presentaron como un suicidio, mientras la Conferencia Episcopal insiste en que Jean Marie Benoît no se suicidó, sino que «fue brutalmente asesinado».
Fides adereza la exposición de los datos y la documentación (incluidos preciosos perfiles biográficos de cada una de las víctimas) con consideraciones para nada descontadas sobre la connotación martirial que marca el camino de la Iglesia a lo largo de la historia. Ojeando las páginas y las historias reunidas en el informe, se reconoce espontáneamente la razón por la que la Iglesia nunca se ha «quejado» ni ha organizado campañas de protesta o movilizaciones «contra» el martirio, sino que siempre ha reconocido a los mártires como vencedores, como aquellos que comparten en beneficio de la propia generación la pasión redentora de Cristo.
«La Iglesia –repitió el Papa Francisco el 22 de abril pasado, cuando visitó en Roma la Iglesia de San Bartolomé, en la que se encuentran las reliquias de muchos mártires del siglo XX– es la Iglesia si es Iglesia de mártires. Y los mártires son los que… han tenido la gracia de confesar a Jesús hasta el final, hasta la muerte. Ellos sufren, ellos dan vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio». Al respecto, la Fides confirma que la memoria del sacrificio de los agentes pastorales se renueva en el tiempo, convirtiéndose en apoyo y aliento para que las comunidades sigan sus huellas. Entre otras historias, se recuerda el caso del padre Juan Heraldo Viroche, conocido por su lucha en contra del narcotráfico, que fue hallado sin vida en su vivienda en Tucumán, a unos 70 kilómetros de la capital de Argentina, el 5 de octubre de 2016. A un año de su muerte, la misa en recuerdo del padre Viroche, concelebrada por muchos sacerdotes que trabajan para salvar a jóvenes destrozados por la droga, tuvo una enorme participación juvenil.
El informe de la Fides recuerda también el caso del obispo lazarista holandés, monseñor Frans Schraven, y de los ocho misioneros europeos asesinados por los soldados japoneses cuando trataron de defender a las más de 200 chicas chinas que los militares del ejército invasor querían reducir a la esclavitud sexual. Este año los que recordaron su martirio fueron incluso estudiosos y profesores del Instituto de estudios cristianos de la Academia china de Ciencias Sociales, que organizó el 25 de octubre en Pekín el congreso “The Conference on the 80th anniversary of Zhengding Church massacre at the start of the anti-Japanese War”, en colaboración con el Instituto Cultural de Faith de la Iglesia católica.
Entre las causas de beatificación de agentes pastorales asesinados, la Fides recuerda la del comboniano Ezechiele Ramin, que vio concluir su fase diocesana el pasado 25 de marzo. Ezechiele, asesinado en Brasil el 24 de julio de 1985, había llegado un año antes desde Italia y debía ir a Cacoal, en Rondonia, «en donde se interesó profundamente por la problemática indígena de la repartición de las tierras. El 24 de julio de 1985 fue asesinado en una emboscada, mientras volvía de un encuentro con algunos campesinos que habían ocupado algunas tierras, a quienes pidió que se retiraran. Pocos días después, el Papa Juan Pablo II habló de él como de un “mártir de la caridad”».
El informe de la Fides también recuerda que el pasado 13 de abril, Jueves Santo, el arzobispo de Rouen, Dominique Lebrun, anunció la apertura de la fase diocesana de la causa de beatificación de Jacques Hamel, degollado en el altar el 26 de julio de 2016 por la mañana, mientras estaba celebrando la misa en la iglesia de Saint Etienne du Rouvray, en Normandía, por dos hombres militantes del llamado Estado Islámico. El Papa Francisco concedió la dispensa para abrir, pocos meses después de su asesinato, el proceso de Beatificación. También el caso del inerme y anciano sacerdote francés, asesinado frente al altar de la eucaristía, muestra en sus rasgos más elementales qué es verdaderamente el martirio cristiano. Y ayuda a vencer el olvido que tantas veces parece opacar ese rasgo incomparable del ser cristianos en el mundo. Una costra de equívocos alimentados no solo por la propaganda yihadista (que exalta como “mártires” a los kamikazes), sino también por ciertas fórmulas arrojadas constantemente por la red de aparatos y opinionistas que se movilizan sin tregua para “defender” a los cristianos perseguidos.