(Declaración de Abu Dhabi)
Fue el undécimo obispo de la prestigiosa y antigua sede de Vienne, en Francia, luego de san Simplicio. Aunque se han hecho a lo largo de la historia distintas cronologías de la sucesión viennense, todas coinciden en situar a Pascasio en el final del siglo III e inicios del IV; en realidad en época de martirios, ya que se produjo la persecución de Dioclesiano y Maximiano, pero no fue él mismo mártir, si no que más bien, habiendo atravesado el peligro, le tocó la organización de la diócesis para el tiempo de paz que siguió.
Uno de los hechos importantes de su episcopado fue el hallazgo de algunas reliquias de san Mauricio en el Ródano, adonde habían sido arrojados muchos cuerpos de los valientes mártires de la legión tebana. «El cuerpo había sido separado -dice la antigua crónica- y la cabeza descansaba sobre su escudo». El obispo, que había recibido aviso del cielo de estas tan augustas reliquias, las deposita en la iglesia de los Santos Macabeos, que pasó a llamarse de San Mauricio, en homenaje al ilustre jefe del grupo de mártires, y desde allí la diócesis tiene a san Mauricio como patrono.
Aunque no se han conservado escritos del obispo, en los martirologios antiguos es unánime la apreciación de su alto grado de santidad, parejo con su erudición. Suele datarse su muerte en el 312.
Ver Acta Sanctorum, febrero III, pág 290; Guerin, Petits Bollandistes, II, pág. 623 y Duchesne, Fastes Episcopaux, I, pág. 164ss., 182 y 204.
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A partir de esta semana comienza su andadura una nueva iniciativa asociada al sitio: El sillón biblico. Se trata de unos minutos (entre 15 y 20) de explicación de las lecturas de la misa del domingo, que estará disponible gratuitamente en Youtube cada semana, en mi canal personal, en la lista de reproducción "Sillón Bíblico": https://www.youtube.com/playlist?list=PLqdQf8SQbHYxjTxB7OldpTmxxEDBhYH40.
Se trata de una extensión a internet de unas charlas breves que doy cada viernes en la parroquia en la que me desenvuelvo, San Pedro Apóstol de Paterna, Valencia.
De momento la charla está grabada, aunque no descarto poder transmitirla en vivo dentro de poco. Te invito a escuchar esta primera grabación, a suscribirte al canal y a difundirla.
Atte.
Abel Della Costa
Nuestra fe tiene un evidente contenido penitencial. Todos nuestros ritos comienzan con un pedido de perdón, el símbolo central mismo, la cruz, no es sino la evocación más patente de que las relaciones con Dios parece que están siempre rotas de antemano. La propia religiosidad natural del hombre, en tanto compara la plenitud del ser de Dios con la precariedad del hombre, no puede menos que abajarse hasta el suelo y declarar su propia nada. Será por eso quizás por lo que en muchos casos, cuando se piensa en "llevar el evangelio al mundo contemporáneo" se piensa más bien en la denuncia que en el anuncio.
Sin embargo las lecturas de hoy nos abren una perspectiva distinta: la denuncia del pecado, la dimensión penitencial de la fe, no es su contenido último. Es imprescindible, claro, pero no es el objetivo; el objetivo es proclamar la cercanía de Dios, la inauguración de un tiempo nuevo en el que Dios realiza aquello que estaba contenido en germen en la creación: su presencia gozosa en la vida de cada hombre.
Eso es un rasgo muy destacable del evangelio de hoy: la cita de Isaías con la que Jesús comienza la predicación del evangelio habla fundamentalmente del establecimiento del "año de gracia" del Señor, y la cita misma ha sido leída en una clave nueva, muy propia de san Lucas, enteramente gozosa. Si vamos a Isaías 61,1-2, que es de donde se ha tomado, veremos que el pequeño fragmento dice:
«a pregonar año de gracia de Yahveh,
día de venganza de nuestro Dios»
En la predicación profética, el consuelo de Dios iba indisolublemente unido a la venganza de Dios frente a sus enemigos, la misma fe bíblica se expresa muchas veces de manera revanchista. Por muy "universalista" que fuera la predicación de un Isaías, por ejemplo, el anuncio de la "buena noticia" de que Dios vendría a liberar definitivamente a su pueblo iba unida a la convicción de que eso implicaba aplastar la cabeza de los enemigos de Israel, identificados generalmente con los pueblos vecinos y más poderosos. El día de la venida de Dios no sólo sería un día de júbilo para Israel, sino también un "Día de ira [...], día de angustia y de aprieto, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa niebla", como lo expresa tan tremendamente Sofonías 1,15, inspirador de nuestro poema cristiano "Dies Irae".[...continuar leyendo...]