Ya nos sois extranjeros ni forasteros
sino que sois ciudadanos de los santos
y miembros de la familia de Dios (Ef 2,19)
Escogí esta frase para la portada del Testigo Fiel de estos días. Celebramos hoy, precisamente, la fiesta de Todos los Santos; y un aspecto sobre el que no reflexionamos demasiado, es que en un día como hoy, no sólo estamos comprendidos entre los que festejan, sino entre los festejados: ¡sí, nosotros somos parte -una especial parte, con una forma y una misión propia- de esos santos!
En las comunidades cristianas iniciales, los cristianos se llamaban entre sí «santos»: «los santos de aquí, saludan a los santos de allí», «voy a Jerusalén para el servicio de los santos», dice Pablo, etc. En el conjunto de epístolas paulinas, la palabra «santos», aplicada a los miembros vivientes de la comunidad cristiana, a todos, como simple sinónimo de «cristiano», aparece medio centenar de veces. Puede que nos dé cierto pudor usar la palabra «santos» referida a nosotros mismos; de hecho, no es un título para usar en singular («yo soy santo»), pero sí para usar en plural («nosotros somos santos»). Porque la palabra «santo», por mucho que la hayamos convertido en mera moralina, no alude a la conducta personal, sino a la relación de cada hombre con Dios, a las posibilidades de cada hombre de poder estar en presencia de Dios, a la manifestación del obrar de Dios en al vida de cada hombre.
Santo es aquello que está dispuesto para el servicio de Dios: unas vestiduras que se usarán en el culto son santas, un edificio donde se celebrará a Dios es santo, un personaje cuya misión es representar y conducir a la grey cristiana, como el papa o el obispo, es santo. Y todo ello sin necesidad de mirar a sus cualidades personales. Por supuesto que es mejor que algo «santo» sea «bueno»; en particular tenemos bastante suerte los cristianos del último siglo, de que los «santos padres» son también «buenas personas», pero podría no ser así. Es agradable que el templo sea lindo y esté limpio y ordenado, pero podría no ser así: lo que hace santo al templo, a la vestidura, al libro litúrgico, al Papa, a cada miembro de la comunidad cristiana -desde el más conocido al menos-, no es nada propio, nada que provenga de su conducta, sino el hecho de estar dispuesto y encaminado a manifestar la presencia de Dios entre nosotros, de Dios con nosotros.
Si la razón de ser de tu vida, por mucho que te equivoques, por mucho que obres -no siete, sino setenta veces siete-, mal por día, es ésa, es querer ser signo de Dios en el mundo, es estar en este mundo como un faro (aunque no sientas que iluminas mucho), entonces formas parte de la familia de Dios, de los ciudadanos del cielo, es decir, de la comunión de los santos.
Ellos, los que ya están allí con Dios, no la pasaron bien en este mundo: no «sentían» ser luz para nadie, no sentían que su esfuerzo tuviera la menor trascendencia, se desanimaban muchas veces, otras se equivocaban en tal o cual medio que elegían para manifestar a Dios; pero son santos no porque finalmente hayan triunfado, no porque todo tenga «final feliz», sino porque no se pusieron a sí mismos ni a sus sentimientos como medida. Por eso los mayores de todos los santos son los mártires, porque no hay fracaso más grande que la vida de un mártir, pero tampoco hay triunfo más grande por sobre los criterios mundanos, y sobre la propia mundana manera de pesar y pensar la propia vida.
No ya extranjeros ni forasteros, ciudadanos de los santos, miembros de la familia de Dios. ¡Feliz día!
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Una de las cosas que más me atraen de El Testigo Fiel es que solo, sin necesidad de insistir en ellos, se fue convirtiendo en una silenciosa comunidad de oración en el espacio virtual. El sitio tiene miles de visitas por mes (unas 20.000 distintas, en promedio), que, por lejos, a las secciones a las que más acuden son a las de oración: la liturgia de las horas, las lecturas de misa, el oratorio de la Virgen, el rosario, el via crucis, el devocionario...
De entre todas las secciones, me gustaría insistir en dos que no son estrictamente de oración, pero que tienen su importancia en el conjunto:
-El santoral, que va tomando, sin pausa, la forma que debe tener, es decir: información sólida, y bellamente presentada. Hay muchísimo allí para leer, no sólo cada día, en las explicaciones sobre el conjunto de santos que venera la Iglesia, sino también sobre el santoral en sí mismo, sobre la santidad, etc. Es una sección que, si no la conoces, puede valer la pena visitar: no es una mera retahíla de nombres de santos, ni una colección de leyendas piadosas. Muchos ya lo han descubierto, e incluso para mi sorpresa, desde el día de Todos los Santos del año pasado, que se puso en movimiento el envío por mail del santoral diario, son muchísimos los que se han inscripto.
-La biblioteca. Nuestra fe implica también un compromiso de formación; está muy bien la metáfora pastoril de las ovejas y el rebaño, pero eso no debe extenderse ni al pensamiento, ni al razonamiento: estamos llamados a escudriñar el misterio de Dios, a tratar de penetrar en él, aunque resulte muy difícil, e incluso podamos equivocarnos alguna que otra vez en lo que entendemos. Para ayudar a ese proceso de formación permanente (de la que, ante todo, es responsable cada uno, no sólo el cura de la parroquia o el obispo), ponemos a disposición referencias de material de lectura e investigación que vamos encontrando en la red; e incluso subimos material de lectura, especialmente de temas bíblicos, en formato de libro electrónico. Preciosas obras que hasta hace poco formaban parte sólo de bibliotecas especializadas, y que nuestro siglo nos da la oportunidad de tenerlas a la mano, o mejor dicho, a click de ratón.
También quiero, para terminar esta comunicación, agradecer a todos los que, desde hace diez meses que lancé la propuesta, se han inscripto como capilleros de alguna de las advocaciones de la Virgen. No es mucho trabajo, es sólo el compromiso de rezar una oración en nombre de la comunidad y mantener la imagen con flores, ¡y nunca más le ha faltado flores a la Virgen! Quedan, de todos modos, algunas advocaciones sin capillero (ver aquí), que aunque los que visitan la sección las mantienen, sería interesante que tuvieran alguno propio.
Un saludo en nombre del sitio
Abel Della Costa