¡Regad, nubes, de lo alto, que la tierra lo pedía, y ábrase ya la tierra, que espinas nos producía, y produzca aquella flor con que ella florecería!
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gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón en deseo se encendía, rogando a Dios que quisiese dejarle ver este día Y así, el Espíritu Santo al buen viejo respondía: que le daba su palabra que la muerte no vería hasta que la vida viese que de arriba descendía. y que él en sus mismas manos al mismo Dios tomaría, y le tendría en sus brazos y consigo abrazaría.
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