Una vez que conocemos lo que tenemos en común y lo que nos separa, empezando por respetar unos las diferencias de los otros; y no tratar de forzar a nadie a convertirse, los cristianos dando testimonio de la Resurrección de Jesús, no opino, de lo que deberá hacer en este caso un buen musulmán porque no lo soy, pero me imagino que será algo parecido.
Y a lo dicho ahora juntos, cristianos y musulmanes, musulmanes y cristianos a dar testimonio de que Dios existe y no es una cosa, un objeto, es un Dios personal, un Dios defensor del débil, y desde ahí, comenzar; a trabajar por la justicia
Defensa de la vida del no nacido, El Coran condena el crimen del aborto, ayuda a los inmigrantes, lucha contra las mafias de la inmigración, lucha contra el mal trato a la mujer, a los niños y ancianos.
Exigencia del respeto a sus religiones, oposición a toda burla blasfema,
Lo de rezar o no rezar juntos, es más secundario, lo importante es que las oraciones van al mismo Dios, del que nosotros sabemos un poco más, pero el hacerlo juntos en Mezquitas, o iglesias, a veces puede dar imagen de sincretismo, y escandalizar a miembros más débiles, o ser causa de que alguien pretenda, arrastrar para su causa.
Y, otra cosa que creo muy importante, dejar los insultos a un lado.
Un abrazo
Maite
“Somos colaboradores de Dios”
Pienso que lo más difícil no son los aspectos doctrinales, sino los afectivos. Podemos tener perfecta cuenta de lo que tenemos en común y de lo divergente, pero es difícil, por uno y otro lado, romper la barrera de desconfianza, de incomprensión, incluso de miedo.
Pienso que de musulmanes y judíos tenemos para reaprender el sentido de extrema reverencia a Dios.
No cambio eso por nuestra percepción de la cercanía de Dios, por nuestra vivencia de esa cercanía. El hecho de que en Jesús realmente llega a su desarrollo más profundo la expresión bíblica de «hablar con Dios cara a cara, como un amigo con su amigo», que en el AT está reservada a Moisés, y es la savia del profetismo, pero que Jesús pone a disposición hasta del menor de sus servidores («ya no os llamo siervos sino amigos» ).
Sin embargo ese sentimiento, vivencia, carácter primario, de cercanía que tiene nuestra fe, frecuentemente choca con otro aspecto central mientras dure la figura de este mundo, que es que Dios sigue siendo Dios, el que te creó, el que te formó, el totalmente Otro. Eso está dicho en nuestra fe, no es que no lo esté, pero en la vida práctica, y sobre todo en el siglo XX, hemos desplazado (y no me parece criticable!) ese aspecto para acentuar la cercanía.
El modo de orar, por ejemplo, de musulmanes y judíos podría volver a ser para nosotros una alerta de lo que no debemos perder, de ese modo reverente y trascendental de acercarse a Dios.
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«Cristo dijo en el Evangelio: Yo soy la verdad, y no dijo: Yo soy la costumbre» (San Libosio, obispo y mártir)
El modo de orar, por ejemplo, de musulmanes y judíos podría volver a ser para nosotros una alerta de lo que no debemos perder, de ese modo reverente y trascendental de acercarse a Dios.
Exacto.
Porque Él mismo ha manifestado: «ni te soltaré ni te abandonaré»
Lo es, Abel...
Más de una vez me interroga el "sentido" que tenemos de Dios y de nuestra relación con él cuando veo lo que hacemos en la Liturgia, apenas acaba el "Demos gracias a Dios" y el canto final, la gente comienza sin respiro a charlotear de cualquier cosa y a reir, algo así como si se distendiera de un rato de esfuerzo, apenas se llega a ver en alguien el aura de lo sagrado que nos envuelve y nos impregna desde muy adentro, con la participación en el Cuerpo, con la Comunión con su SER, al que nadie puede ver y continuar con vida, pues su belleza infinita nos consumiría... ¿qué nos sucede?
Y a pesar de ello, Dios "se rebaja" a estar con nosotros y en nosotros....
¿No nos estremece?
¿A quién iremos, Señor? Solo tú tienes palabras de vida eterna