Supongo que con mis estrategias aumentaría la tasa de suicidios, pero si alguien me viniera a decir que se quiere matar, lo último que le diría es que la vida es bella, y que vale la pena, y todo eso. Primero porque no estoy seguro de que sea verdad (la otra vida es bella y vale la pena, ésta, sólo en contadísimas ocasiones); pero segundo, y más importante, porque si a un tipo que no puede ver eso, encima yo se lo cuento como si yo lo viera, corre el riesgo de tener un pico de envidia, matarme, suicidarse igualmente, y morir en pecado mortal, por asesino.
Creo yo que lo que habría que hacer es simplemente mostrarle que se puede vivir sin un solo éxito, es más, rodeado de un mar de fracasos. Como mi amadísimo Ramón Llull. Beato, o lo que sea, que se celebra en cuatro fechas distintas del calendario, o sea en ninguna en particular, porque el pobre no ha conseguido ni siquiera lo que tiene el más elemental de los mártires: una fecha fija y una bula donde digan que es beato y no cualquier otra cosa.
Me atrajo su obra estando en la facu, cuando cursaba filosofía medieval. El tipo pergeñó un sistema matemático que armonizaría las verdades de las tres grandes religiones: cristianismo, judaísmo, islamismo, en un lenguaje único. En fin, yo creo que ni él entendió cómo, pero a mí me ha resultado siempre muy inspirador, porque creo que «la armonía invisible -del lenguaje- supèra por completo a la armonía visible», como ya lo dijera Heráclito en el siglo V antes de Cristo.
Raimundo no fue el único al que se le ocurrió eso, pero lo selló con su vida y con su sangre: los musulmanes lo molieron a golpes por lo menos tres veces, el Papa no quería ni que le nombraran a ese loco, los dominicos no lo quisieron entre ellos, y los franciscanos lo acogieron, aunque taampoco dejaban que se les acercara demasiado. Terminado el curso de su vida, en una de esas molidas a palos que se llaman con el eufemístico nombre de "predicación a los infieles", unos marineros lo terminaron recogiendo medio muerto, y voló a Dios en algún momento, camino de su tierra, Mallorca, en el barco que lo transportaba. No se sabe qué día, claro, como corresponde a semejante «cursus honorum».
Nunca fue oficialmente beatificado, pero figura como beato en el Martirologio Romano, y el papa en el siglo XVIII aprobó su culto para la Orden Franciscana. El último Martirologio lo inscribe el 29 de junio, aunque ya se movió por otras partes del calendario: 5 de septiembre, y otras más...
En la versión anterior del santoral había pegado una hagiografía bien hechita, franciscana, pero ahora conseguí la del Butler-Guinea que, como siempre, recomiendo de manera especial, porque hace gustar al personaje.
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«Cristo dijo en el Evangelio: Yo soy la verdad, y no dijo: Yo soy la costumbre» (San Libosio, obispo y mártir)
Supongo que con mis estrategias aumentaría la tasa de suicidios, pero si alguien me viniera a decir que se quiere matar, lo último que le diría es que la vida es bella, y que vale la pena, y todo eso.
Si indignas a un suicida le das un motivo para vivir.
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El mundo escucha de buen grado a los maestros, cuando son también testigos.
Benedicto XVI.
De hecho, es una de las cosas que no se hace, hablar de lo bella que es la vida y de todos los buenos motivos que hay para vivirla, cuando se habla con un suicida.
Dale un mechero y algo pa quemar...
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El mundo escucha de buen grado a los maestros, cuando son también testigos.
Benedicto XVI.
De hecho, es una de las cosas que no se hace, hablar de lo bella que es la vida y de todos los buenos motivos que hay para vivirla, cuando se habla con un suicida.
Es bastante lógico, sin embargo no sé por qué uno (me refiero a nosotros los legos) tiene a creer que con pasarle la película de la belleza de la vida el deprimido verá "el vaso medio lleno" que se le escapa, cuando lo único que en ese caso se afianza es la convicción de la injusticia en el reparto de vasos.
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«Cristo dijo en el Evangelio: Yo soy la verdad, y no dijo: Yo soy la costumbre» (San Libosio, obispo y mártir)
Sería suficiente, para cualquiera, ejercer un poco la empatía.
Ponerse en el lugar del otro, parece ser un ejercicio difícil para algunas personas.
El protocolo de atención a un suicida incluye como primer tópico el sentido común:
1) No decirle como debe vivir la vida
2) No decirle como debe ver la vida, o el valor que debe darle, o el color que debe tener.
3) Aceptar que por muy ilegal que sea, suicidarse le parece una alternativa en el momento, y es una posibilidad real. Después, siempre se puede arrestar al cadaver.
Gracias Elena. Si bien no tengo pensado suicidarme, estos dos primeros consejos que dices me vienen al pelo para
recordarselo a más de uno... en relación a mi persona. Já.
Ramon Llull ... desde hoy un amigo.
Porque Él mismo ha manifestado: «ni te soltaré ni te abandonaré»