Creo que podemos comentar un poco nuestras impresiones sobre nuestro santo Padre Francisco I, después de ver algunos escritos suyos o esacuchar sus primeras palabras como Obispo de Roma, "el Siervo de los siervos de Dios", como se "titula" nuestro santo padre desde hace muchos siglos.
He encontrado este texto cuaresmal del Arzobispo Borgoglio que me ha parecido muy interesante para comprenderlo mejor.
Rasguen su corazón y no sus vestidos.
Rasguen su corazón y no sus vestidos;
vuelvan ahora al Señor su Dios,
porque Él es compasivo y clemente,
lento para la ira, rico en misericordia…
Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón.
Convivimos con la violencia que mata,que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del mundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón.
El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas – incluso de niños – junto con la miseria material y moral son moneda
corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía.
Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.
La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la historia.
La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez… Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.
En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluido.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.
Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumpli-miento que nos sigue manteniendo satisfechos.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.
Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Oh pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas…
Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.
Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo
que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.
Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero…
Como Iglesia en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión y por el amor, brote la gracia y
el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros… Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande». (San Juan Crisóstomo).
Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.
Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y, por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Paternalmente
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
Como muchos, siempre que ha habido una elección de nuevo papa, me encuentro que debo aprender a conocerlo, ya que antes justo había oído algunas veces su nombre, sin demasiada atención. Así que como muchos, también, intenté ver sus primeras imágenes, oir sus primeras palabras...leer textos suyos... y así me he formado unas primeras impresiones que no creo demasiado alejadas de la realidad.
La primera fue cuando apareció en el balcón para la bendición Urbi et orbe. Su personalidad no denotaba inquietud, sino que su aspecto era tranquilo y confiado, sin, por otra parte, ningún atisbo de personalidad protocolaria. Lo mostró en uno de sus primeros gestos. El Papa logró acallar a la multitud encendida de entusiasmo pidiendo algo que no se esperaban: que oraran en silencio pidiendo a Dios por él... antes de darles su bendición. Para mí era un gesto muy significativo: sin explicación alguna nos estaba diciendo que la Iglesia no es el Papa, que la Iglesia es el pueblo de Dios entero, con su simbiosis y complementaridad. El papa, los obispos no son nada sin el pueblo fiel. Como diría S. Pablo, todos los miembros constituyen el Cuerpo de Cristo y todos son necesarios. Un Papa para el que los fieles piden a Dios su bendición, que los compromete a estar con él y participar de la misión de la Iglesia, a cumplir cada uno su cometido, su carisma personal; en cualquier situación, en comunión, todos unidos entre si y con los pastores de la Iglesia, con Cristo y en Cristo. Nos necesitamos los unos a los otros, porque unos y otros necesitamos a Aquél que da la Vida al Cuerpo y que con todos nosotros es el Cristo total.
Otro detalle que me llamó la atención fue que los cardenales y otros que le rodeaban, lo miraban embelesados, con emoción... Algo había pasado allí dentro que los cautivó. Y esto me hace entender que el Papa Francisco tiene tal sencillez y autenticidad que ha sido capaz de conquistar los corazones; no por su brillantez, sino por su clara referencia evangélica y su sencillez. No me extrañaría que con el Papa Francisco desaparezca el "papamovil"...
Aun no he tenido tiempo de seguir mis búsquedas. pero hace un rato he leído con unos amigos el texto que transcribo y no me he resistido de participarlo con todos aquí. No voy a hacer sobre el texto grandes comentarios porque no los necesita. Habla por si mismo. Señalo algunos puntos, escuetamente:
Dice justo las palabras necesarias, claramente, con exactitud, dando en el clavo...
Sus referentes son: el Evangelio, el Evangelio y el Evangelio, aunque cite a santos que, de todos modos, también se refieren al Evangelio.
Pone el dedo justito donde duele; allí donde tenemos necesidad de que nos lo digan y nos renueven. Es decir, que nos convirtamos, de verdad, sin colocarnos máscaras de buena-gente, o capas de invisibilidad, para que no nos vean ni nos veamos... Pero no tiene nada de "profeta de desgracias".
Creo que necesitamos un Papa capaz de sacar el polvo, abrir ventanas, vaciar oropeles inútiles, desburocratizar la Iglesia, salir a tomar el sol con todos nosotros mientras tomamos mate, sintiendo nuestro mismo suelo bajo los pies. Es probable que, en tanto pueda, lo haga...
Ah... dato de última hora. Los judíos lo quieren. Si, además de todo lo dicho, tenemos un Papa que sabe acercarse fraternalmente a la gente de cualquier creencia, con ese amor infinito de Dios que se ha derramado infinitamente en nuestros corazones, entonces... entonces quizás podemos destaparnos y ponernos a cantar y bailar ante Dios en acción de gracias por sus dones.
Aquíi pongo un enlace que nos pasó Abel, de una conferencia a Cáritas, y donde, además, en el lateral de youtube se pueden encontrar videos de muchas conerencias y homilias, no sé aun, del Cardenal Bergoglio.
http://www.youtube.com/watch?v=MMow0PDuhOg
http://www.youtube.com/watch?v=hSNBmoMWorY&list=PL372C06CCAB509B02
A todos os deseo paz, gozo y la gracia de una conversión verdadera y profunda a Dios, por amor a Dios, por amor a Cristo y a la Iglesia, por amor a la humanidad y a toda la creación que Dios ama. Que Él nos cuide a todos.
¿A quién iremos, Señor? Solo tú tienes palabras de vida eterna
Qué hermosa homilía transcribes, y que profundas reflexiones.
Yo diré lo que más me impresionó, por lejos de lo demás, quizás sea porque es lo que más me choca de mi Iglesia actual, y lo que más deseo, y rezo por ello, para que cambie: me gustó que se dirigió todo el tiempo a su iglesia particular de Roma, y la referencia a la Iglesia universal fue a través de ella: "que preside a las demás en la caridad". No sonó a retórica, le estaba hablando a los que estaban allí en la plaza.
Es el obispo de Roma. Eso es el papa, no menos, ¡ni más! Benedicto XVI hizo muchos gestos al respecto. Francisco arrancó el pontificado poniendo eso en el centro. Despapizar un poco la Iglesia. Por favior, vamos a morir ahogados bajo una montaña de papa. Es que hemos llegado al extremo de que si el papa no te dice qué desodorante usar, tu olor a transpiración no es católico, por Dios! eso no es la Iglesia.
Bueno, pues eso. Quizás vi lo que quería ver, pero la verdad es que eso es lo que más me impresionó, que se haya presentado en la desnuda verdad de lo que él es: el obispo de Roma.
De todos modos faltan siglos para que los católicos nos despapicemos mentalmente, pero es bueno que el papa no ceda a la tentación de ser el centro de la Iglesia. Como bien dijo Benedicto XVI: la Iglesia es de Cristo, no del papa.
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«Con el amor al prójimo aclaras tu pupila para mirar a Dios» (S. Agustín)
Estoy de acuerdo en que es el obispo de Roma, y nunca he estado de acuerdo en la idolatraci:on del personaje "papa". Pero tambi:en es cierto y sobre todo hoy d:ia en que la cultura y las comunicaciones son globales, que el Papa de Roma es el que preside la unidad de la Iglesia en el colegio de los obispos.
El problema se produce cuando ese delicado equilibrio se rompe y el Papa, o mejor dicho, aquellos que hacen y deshacen en su nombre, substituyen la paternidad y responsabilidad de los Obispos diocesanos respecto a sus propias Iglesias. En este aspecto pongo mucha esperanza en este Papa, no curial, sencillo, y que sabe ir al grano, como demuestra en esta homilia que he citado.
Por cierto, he encontrado en scribd un libro con sus homilías de los ultimos tiempos. Si alguien lo desea, se lo enviaré. O bien lo puede buscar en scribd, bajo el titulo de HOMILIAS-CARDENAL-BERGOGLIO.
¿A quién iremos, Señor? Solo tú tienes palabras de vida eterna
Es verdad Obispo de Roma, como lo fue, siempre, y, como fue llamado, hasta el Papa Damaso, en el siglo IV; en realidad la palabra "Papa"·; viene a significar, papá, padre, pero se ha disvirtuado, y, ahora, que la Iglesia busca la unión de todos los cristianos pues bienvenido sea, el llamar al Obispo de Roma, lo que es Obispo de Roma
un abrazo
Maite
"No es lo mismo ser amados por un ser omnipotente; que serlo por el Amor Omnipotente"
No digo ni remotamente que "la culpa" de esta situación la tenga la gente en general, es una interacción: por un lado la gente quiere tener claramente un líder, alguien visible a quien idolatrar y también echarle la culpa, un becerro de oro; la gente no gusta de dioses que no se pueden representar.
Por el otro está la vagancia de los obispos, a los que es más fácil escudarse en al centralidad del papa y evitar tomar decisiones.
Por el otro la avidez del poder de algunos de la curia, a los que les conviene fomentar el centralismo.
La cuestión es que el fenómeno repercute en todo. Dos anécdotas aal respecto:
1- Cuando hago hagiografías, en todas las fuentes hagiográficas de todas las épocas hasta mediados del siglo XIX, cuando se dice la palabra "pontifical" la tengo que cambiar, porque nosotros entendemos que se refiere al papa, mientras que "pontifical" se refiere a todo pontífice, es decir, a cualquier obispo en los actos oficiales de su sede, sea Roma o las Chimbambas.
2-También en el santoral, me encuentro con el problema de que mucha gente pretende, no sólo ahora sino a lo largo de los siglos XIX y sobre todo XX, que el papa defina "quién es el patrono de...", como si eso fuera objeto de definición. Oiga por qué no le reza Ud. al santo, si le responde, ese santo será para Ud. el patrono de..., déjelo al papa tranquilo que defina lo definible.
Ya sé que son tonteras, pero es que la mentalidad centralista afecta a todo, y tiene consecuencias creo que muy serias, tanto para la confesión como para la vivencia de la fe.
Tienes razón, Maite, lo de "papa" es sólo un título cariñoso, que además en las iglesias orientales se usa para el obispo local. Supongo que provendrá de "abbas", que a su vez viene del "abba" del Nuevo Testamento. El abad y el obispo como presencia visible de la paternidad de Dios.
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«Con el amor al prójimo aclaras tu pupila para mirar a Dios» (S. Agustín)
Papa, Abba, como dices, Abel, es un nombre cariñoso, no un título de status, como muchos parecen pensar.
Y por mí no deseo llamarle de otra manera. Y lo mejor es que cada uno le llame según su corazón. A mi, por ejemplo, me daría nosequé llamarle "Santidad", porque lo encuentro demasiado protocolario....
¿A quién iremos, Señor? Solo tú tienes palabras de vida eterna