Decía en otro hilo que desde mi punto de vista, hay en Un Judío Marginal, de Meier, un «único tema en el que sí se le podría cuestionar al autor trabajar mal la relación entre lo histórico y la fe (sin que desde luego se pueda decir que va contra la fe), en el tomo I, y que estoy seguro que hoy el propio autor no lo escribiría como lo hizo en el 90.» Puesto que el hilo aquel está siguiendo otro derrotero, prefiero abrir este.
Me refiero a la cuestión de la virginidad de Maria en relación a la cuestión de los hermanos de Jesús.
La obra de Meier trata la cuestión de la virginidad de María en dos contextos:
-La concepción virginal, como tema histórico específico surgido de los dos relatos de infancia que poseemos, Mateo y Lucas, eso ocupa las páginas 233-236 del tomo I (siempre en la edición castellana).
Reproduzco aquí la conclusión del capítulo, que naturalmente se entiende mejor si se sigue todo su razonamiento, pero que aun por separado es interesante:
«El resultado final de este análisis habrá de parecer pobre y decepcionante tanto a los defensores como a los oponentes de la doctrina de la concepción virginal. Por sí sola, la investigación histórico-crítica carece simplemente de las fuentes y los medios necesarios para llegar a una conclusión definitiva sobre la historicidad de la concepción virginal como la narran Mateo y Lucas. La aceptación o el rechazo de la doctrina estarán condicionados por las ideas filosóficas y teológicas de que se parta, así como por el peso que se conceda a la enseñanza de la Iglesia. Una vez más se nos recuerdan las limitaciones inherentes a la crítica histórica. Ésta es una buena herramienta, con tal que no esperemos demasiado de ella.» (pág 236)
Creo que este párrafo es impecable. Casi resulta gracioso cuando los críticos se empeñan en destacar que Ratzinger habla de la "importancia y los límites del método histórico-crítico", como si eso fuera el aldabón de triunfo que desarticula cualquier admiración que se le pudiera tener (es tanto o más cómico, que cuando algo no les gusta del libro de Ratzinger, esos mismos ambientes nos recuerdan que lo escribe como teólogo privado, no como Papa ).
Una disciplina de estudio es siempre limitada, si se dijera que el estudio de las rayas verticales del mejillón del Ebro demuestra "la importancia y los límites" del estudio sobre la acuosfera, no se estaría diciendo nada malo, se estaría simplemente señalando que no resuelve todos los problemas, algunos a lo mejor tan o más importantes, pero que caen fuera de su ámbito de competencia disciplinar. Por ejemplo, al leer ese estudio no se resuelve si el mejor sabor de los mejillones se obtiene en la cocina valenciana o en la andaluza (en la valenciana, está claro).
Eso no hace falta que te lo explique a ti, Hernán, pero es un dato no menor a tener en cuenta para todo lector: los límites son algo necesario en el estudio, ninguno (tampoco la disciplina cultivada por Ratzinger) abarca todo, y decir que un estudio muestra "la importancia y los límites" es todo ello un halago, porque un autor que sabe mantenerse en los límites, sin pretender explicarlo todo, es en general un buen autor.
Perdón por el inciso (ahora vengo a ser yo el autor que pretende decirlo todo). Decía que el párrafo sobre la concepción virginal es impecable: muestra los límites del estudio, y no aventura ninguna conclusión más allá de esos límites, posibilitando que, sin violencia intelectual, sea el lector el que se aventure más allá, porque cada uno de nosotros es, además de lector de obras histórico-críticas, lector de otras disciplinas, creyente o no creyente, etc.
En la disciplina histórico-crítica la cuestión de la concepción virginal no puede resolverse, pero al menos llegamos a una conclusión pequeña pero valiosa: no es una adherencia posterior a los evangelios: está en dos textos, y esos dos textos muestran que la tradición es aun anterior, que proviene de la nebulosa oral.
Más atrás de eso no se puede pasar con estas herramientas, pero eso es realmente muchísimo. Es toda una novedad que en el panorama del fin del siglo XX un estudioso, con los textos en la mano, haya mostrado que la conclusión habitual de que el tema de la concepción virginal es un "mero theologúmeno" (esta palabreja se puede usar en dos sentidos, el usual es el despectivo, salvo que se aclare lo contrario) no se impone por fuerza respecto de otras posibilidades. El consenso histórico-crítico anterior a Meier es que el tema de la concepción-virginal es una idea teológica (theologúmeno) desgajada de toda tradición anterior, un invento de la generación de los evangelios, para que nos entendamos y simplificando un poco. Meier -declarando desde luego la imposibilidad de dar una respuesta total- reabrió el panorama para que quede claro que la afirmación de que tal tema es anterior a la generación de los evangelios no es un absurdo.
-Pero las afirmaciones que hacemos acerca de la virginidad de María van más allá de la concepción virginal, afirman la virginidad "antes, durante y después del parto". Aunque la obra de Meier trata sobre el Jesús histórico, no sobre la María histórica, la cuestión de la virginidad, esta vez en su vertiente de virginidad perpetua, vuelve por fuerza a aparecer al tratar el tema de los hermanos de Jesús. Eso ocurre en el capítulo 10, cuando trata de la familia inmediata de Jesús (pág 325 a 314, 15 páginas espinosas donde las haya.
Hay que aclarar una cuestión fundamental, sin lo cual no se entiende bien el problema, la espinosidad, y por qué me resulta muy aventurado lo que escribe Meier:
La teología no considera en indéntico plano la concepción virginal y la virginidad perpetua, son dos problemas realmente distintos, de los cuales las fuentes no son las mismas. Lo diré con un párrafo de Brown:
«...la virginitas in partu [es el] término central en la tríada del siglo IV sobre la virginidad de María: ante partum, in partu, et post partum («antes, en y después del parto»), tríada que desplaza el centro de atención de la cristología a la mariología. Los católicos han considerado tradicionalmente que los tres estadios de la virginidad de María eran doctrina revelada, pero los teólogos católicos están adoptando ahora una postura más matizada respecto al in partu. Cf., en la bibliografía, los artículos de Clark, Plumpe y Rahner sobre la virginitas in partu (nacimiento virginal), y el libro de Blinzler que trata de la virginitas post partum (virginidad perpetua de María).» (El nacimiento del Mesías, apéndice IV)
En concreto, en la actualidad se tiende a entender que aunque hay una convicción completamente extendida en la virginidad completa de María, tanto en los autores teológicos de los primeros siglos (¡sin embargo no unánime! cfr Hegésipo y Tertuliano, citados por Meier) como en el lenguaje utilizado por concilios como el Constantinopla II y el de Lateranense I (posiblemente el más explícito, canon 256), no hubo en ninguno de ellos intención definitoria, es decir, de declarar que lo opuesto es falso, aspecto fundamental en la consideración de cualquier dogma.
Esto es sólo un resumen, el problema es muy amplio, y a mí, que no me dedico a esos aspectos, realmente me excede, espero que los lectores -no lo digo por ti, Hernán- entiendan que estoy simplemente aludiendo a un dato que es necesario para entender el punto de partida de algunas discusiones actuales. Yo lo consulté con un dogmático (ya que yo cuando leo los cánones sí veo intención definitoria) y me dijo que efectivamente, como "rango de verdad", no se puede considerar de fe definida, y por tanto su negación, aunque constituye una grave temeridad (que es un paso antes que la herejía) no es herejía.
Esto es lo que hace que uno note al leer esta parte del libro, que el autor se siente "menos constreñido" por el dogma, y por tanto más libre para dar su propia opinión histórica, aunque esa opinión haga en la práctica imposible la virginidad perpetua.
Tal como lo entiendo (puedo estar equivocado), Meier presenta las distintas posibilidades de entender la cuestión de los hermanos de Jesús, es decir,
-como primos o parientes en sentido amplio (solución de San Jerónimo, inaceptable en al actualidad)
-como hermanos por los dos padres (en cuyo caso Jesús sería también de José, inaceptable si se cree en la concepción virginal)
-como hermanastros (es decir, sólo por vía de José, en cuyo caso los hermanos no tendrían genética en común con Jesús)
-como medio hermanos (es decir, sólo por vía de María, en cuyo caso la virginidad perpetua es imposible)
De estos, descarta completamente las tres primeras, apoyado en razones históricas y filológicas.
A diferencia de la actitud con la concepción virginal, aquí parece que obrara con algún prejuicio, y eso es lo más criticable desde mi punto de vista: que es la única parte de toda la obra (de los cinco volúmenes) en donde me parece que no se mantuvo a la altura de su método.
Es evidente que él está convencido de que los hermanos de Jesús son hijos de María; esta es, por ejemplo, una frase de casi el comienzo de la sección:
«En el supuesto de que María tuviera unos catorce años cuando nació Jesús y fuera lo suficientemente robusta como para traer al mundo otros seis hijos por lo menos, no parece improbable que sobreviviese a Jesús.» (pág. 327)
Es verdad que él no está haciendo historia de María, y que el estudio histórico crítico no requiere que él asuma el dato de fe de la virginidad perpetua, pero me parece un poco descarado, y precisamente en un tema sensible, usar el argumento no como posibilidad sino como punto de partida de un razonamiento. Esa frase se la podía ahorrar sin perder nada, pero ganando respeto hacia el tema que tratará en las páginas siguientes, lo que ayuda al rigor.
Por un lado el análisis filológico es, tal como acostumbra, impecable, pero se empeña en distinguir "nedio hermano" (es decir, por vía de madre) de "hermanastro" (es decir, por vía legal, porque no siendo Jesús hijo de José más que legalmente, no tiene vínculo carnal con sus hermanos), de modo de hacer imposible este segundo, que sería el compatible con la virginidad perpetua.
Insiste en que está claro en que "adelphós" significa "hermano" y "medio hermano" pero no "hermanastro": «En el NT no existe ni un solo caso donde, indiscutiblemente, "hermano" signifique "primo", ni siquiera "hermanastro", mientras que hay abundantes ejemplos donde tiene el sentido de hermano consanguíneo (carnal o medio hermano).» (pág 340)
Pero no considera la cuestión centralísima de que
siendo los hermanos de Jesús hijos de José, y en tanto no fuera conocida la concepción virginal más que por María y José y el círculo familiar más íntimo, el hecho de que los hermanos de Jesús lo fueran legalemente por José y no carnalmente por María no los convierte en hermanastros, sino en medios-hermanos. Cuando la virginidad de la concepción tomó estado de público como conocimiento en la tardición oral de la Iglesia, la consideración de los hermanastros de Jesús como medio-hermanos podía estar ya establecida.
Es posibilidad, que no creo que se le escape a un autor de la sutilidad y finura analítica de Meier, no es siquiera tenida en cuenta, señal, a mi entender, que manejó este punto con prejuicio.
Me parece que es un punto muy débil por varios motivos:
-Porque está en el tomo I, así que dispone mal al lector que viene del catolicismo
-Porque se trata de una obra que, aunque especializada, pretende divulgación (y muchos la recomendamos vivamente, a la vista de la chata divulgación habitual), pero claro, no se puede esperar que el público católico de divulgación, ni siquiera de alta divulgación, este impuesto de las sutilezas en la interpretación de la virginidad perpetua como de "de fe, pero no definida", algo muy reciente, y que a muchos teólogos les cuesta aun entender, y no digamos digerir (entre ellos a mí, en parte)
-Porque toca gratuitamente un punto que el público siente como central a la fe, sin que realmente sea necesario, ya que lo hace como un adolescente que quiere ir al choque y escandalizar, cuando en realidad él mismo, con sólo seguir sus presupuestos, llegaba a su misma solución, sin proponerla como extrema.
-La peor de todas, que resume a las anteriores: porque no es fiel por esta vez a su rigor habitual.
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«A la Biblia le podemos hacer decir cualquier cosa y lo contrario» (P. Jordi) El criterio de su verdad es la caridad.
Ahora sí, fuera de esto único que le encuentro criticable, debo decir que el conjunto de la obra no sólo me parece encomiable, sino que realmente se puede seguir la maduración del propio Meier como crítico.
Creo que es de justicia reconocer que el último volumen (en español, no sé si ya salió el siguiente en inglés), «Ley y amor» es realmente brillante. En particular la fluidez con la que utiliza las fuentes evangélicas mostrando en qué medida pueden considerarse, en cada caso concreto, fuentes múltiples o reflejos de una misma tradición.
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«A la Biblia le podemos hacer decir cualquier cosa y lo contrario» (P. Jordi) El criterio de su verdad es la caridad.