En el día sexto del Octavario por La Unidad, nos quedamos con La Reflexión hecha por los cristianos de Oriente que elaboraron el material
Desde países muy lejanos, los Reyes Magos llegaron a Belén, y al ver al niño con su madre, lo adoraron. Ante la revelación de Dios, sus ojos se desploman y sus rodillas se doblan, del mismo modo en que Moisés se tapó la cara temeroso de mirar a Dios ante la zarza que ardía sin consumirse. También cuando los discípulos encontraron a Cristo resucitado en el monte de Galilea, se sorprendieron y dudaron, y, a pesar de todo, lo adoraron. Igualmente, en la liturgia celeste, los veinticuatro ancianos se postran ante aquel que se sienta en el trono. Es así como respondemos ante la presencia de Dios: contemplando, con estupor y adorando.
¿Realmente lo vemos y lo contemplamos?, ¿nos llenamos de estupor y asombro?, ¿lo adoramos? ¿Cuántas veces vemos sin ver, y nuestros ojos permanecen ciegos ante la presencia de Dios? ¿Cómo podremos entonces adorar, si no somos capaces de contemplar a Dios? Nuestra mirada es tan estrecha que solo nos permite mirar la confusión de nuestros desacuerdos, olvidando que el único Señor es el que ha derramado su gracia salvífica sobre todos nosotros y que compartimos el mismo Espíritu que nos conduce a la unidad. Frecuentemente nuestro orgullo hace que sigamos nuestras propias leyes y nuestras tradiciones, ignorando así el amor que estamos llamados a compartir como un solo pueblo justificado por la sangre de Cristo, que profesa una misma fe en Jesús, nuestro Salvador.
A medida que el Espíritu Santo revitaliza la comunidad, nuestras Iglesias nos impulsan a caminar juntos hacia el Niño-Dios para adorarlo como un solo pueblo. El Espíritu de compasión nos conduce al encuentro fraterno, y nos guía a todos hacia el que es nuestro único Señor. Solo siguiendo a este guía podremos “adorar en espíritu y verdad”. Nuestro futuro en Dios es un futuro de unidad y amor; y nuestro caminar hacia esta meta debe ser reflejo de la unidad en Cristo.
Oración
Dios Compasivo, que das a los ciegos la posibilidad de reconocerte como a su Salvador, haz que nosotros nos arrepintamos y pidamos perdón. Por tu misericordia, quita las escamas de nuestros ojos y haz que te adoremos como a nuestro Dios y Redentor. En medio de nuestra aflicción y a pesar de la gravedad de nuestros pecados, haz que seamos capaces de amarte con todo nuestro corazón. Guíanos con tu luz en nuestro caminar, con un solo corazón y una sola mente, como los primeros discípulos. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo descienda sobre nosotros, para que juntos te glorifiquemos en la comunión del Espíritu y demos testimonio de ti a todos nuestros hermanos. Amén.
Jesús ora con nosotros
Santa María Madre de Jesús. Ruega por nosotros
San Pablo. Ruega por nosotros
San Juan Pablo II. Ruega por nosotros
Martin Luther Küng. Ruega por nosotros
Mártires de todos los tiempos. Iglesias y Comunidades. Rogad por nosotros.
Un abrazo
Maite