Guido Reni nació en Bolonia, en la calle San Felíce, el 4 de noviembre de 1575, y -segun el testimonio de su principal biógrafo, Malvasia- entró, a la edad de nueve años, en el taller de Dionisio Calvaert. Es probable que permaneciera con el pintor flamenco aproximadamente hasta los veinte años, Pasando, cuando ya era algo más que un adolescente, a beneficiarse con la influencia más moderna de los Carracci y, entre ellos, en particular, de Ludovico; todas estas conjeturas y testimonios han sido revisados y hechos públicos en la exposición monográfica dedicada al maestro, en Bolonia (1954), por César Gnudi, y resumidos luego en el volumen de éste y de G. C. Cavalli, editado en Florencia en 1955. Su primer cuadro públicamente conocido parece haber sido La coronación de la Virgen, de la Pinacoteca boloñesa (1595-98 aproximadamente), al que siguió el triunfo en el concurso convocado Por el Senado de Bolonia para conmemorar, con una pintura recordatorio, el Paso Por la ciudad de Clemente VIII, en 1598. Los testimonios de Malvasia señalan, precisamente en esta ocasión, las primeras desavenencias entre Ludovico y el joven Reni, las cuales fueron motivo de la partida de Guido hacia Roma, viaje que debe situarse entre 1600 y 1602, después de realizar, junto con los otros jóvenes "Incamminati", dos frescos, la Coronación de espinas y la Oración en el huerto, en el oratorio de San Columbano (atribuidos a Reni por Arcangeli). Si la primera permanencia de Reni en Roma debe darse por concluida en el año 1603 -fecha de los funerales de Agustín Carracci, en Bolonia-, la segunda fue más larga y comprendió (después del fresco de San Michele in Bosco, en su ciudad natal) algunas de las más importantes obras del artista, es decir, el Martirio de San Andrés, en la iglesia romana de San Gregorio Magno, la decoración de la Capilla del Quirinal, los frescos de Santa María la Mayor y, en fin, la célebre Aurora de la villa del Cardenal Escipión Borghese (hoy Palacio Rospigliosi-Pallavicini), obras todas que se escalonan entre 1608 y 1614. Hacia mediados del segundo decenio del siglo XVII, alguna razón difícil de explicar, quizás el deseo de abandonar Roma a causa de una situación artística insatisfactoria, movió a Guido Reni a regresar a Bolonia, esta vez definitivamente. Allí, hacia .1611, dio ya muestras de sus novedades clasicistas con la Matanza de los inocentes, e inició también los frescos que decoran el ábside de la Capilla de Santo Domingo, en la iglesia dominica. La gran acogida dispensada a estas obras, junto con la progresiva declinación del predominio del viejo Ludovico Carracci, ya próximo a la muerte, fueron, en realidad, la razón más probable del retorno de Reni a su patria. Los grandes encargos, a Partir de aquel momento, se sucedieron con ritmo constante. Hacia 1615-16, terminó el monumental Retablo de los Mendicantes (Bolonza, Pinacoteca Nacional); apenas un año después, aparecieron la Asunción de la Iglesia de San Ambrosio, en Génova, los Trabajos de Hércules, actualmente en el Louvre y la Entrega de las llaves, que estaba antiguamente en Fano y hoy se encuentra en Perpiñán; y, en fin, los dos retablos de Módena que hoy se conservan en Dresde, en la Galería de Pinturas. Un improvisado ,y azaroso viaje a Nápoles quedó bruscamente interrumpido en 1622. Cinco años después, rompió inesperadamente un contrato para realizar una "tabla en San Pedro", provocando polémicas.
El famoso Rapto de Helena, del Louvre, representa acaso, en este punto, una tentativa -Por otra parte, bastante desafortunada- de Ponerse al día de un modo eficaz y rápido en las corrientes neovenecianas y clasicistas, de moda en aquellos años; tentativa superada pronto, en aquellos mismos meses, por una auténtica y original obra maestra, como lo, es el Retablo de la peste, pintado en calidad de exvoto de la ciudad por la gravísima calamidad de 1630-31. Con este cuadro comienza la última y más singular "manera" de Reni, la que había de Proporcionar a la crítica moderna motivos para la revalorización del artista. En este último decenio de la actividad de Reni se suceden cuadros de gran sugestión, apenas tocados por un pincel cada vez más leve: la Circuncisión, de la Iglesia de San Martín, en Síena; el Rapto de Europa, de la colección Mahon, en Londres; las crucifixiones de Módena y de Roma; el San Sebastián y el San Andrés Corsini, de la Pinacoteca de Bolonía; las dos bellísimas Adoración del Niño, de la Cartuja de San Martín, en Nápoles, y de la Galería Nacional, de Londres (antes, en la Galería Liechtenstein); la Sagrada Familia, de una colección privada de Florencia; el gran San Marcos en la cárcel, de la Catedral de Crema; y, también, la serie de Pequeñas telas de la Galería Capitolina de Roma, que son ape7ias bocetos pictóricos (por tales pasaron, en efecto, tanto en el siglo XVII como ' sobre todo, en el siglo pasado), llenos, no obstante, de una fuerza creadora original y personalísima. Para completar el cuadro del último período de la vida y la actividad de Guido Reni, nos parece oportuno aconsejar la lectura de la biografía del maestro debida al historiador Carlo César Malvasia, que proporciona un extraordinario material narrativo y crítico para las futuras biografías que se escriban sobre nuestro pintor. Guido Reni murió, tras dos días de agonía, el 18 de agosto de 1612, a la edad de sesenta y siete años, y fue enterrado en la tumba de los Gludotti, donde, veintitrés años después, sería enterrada también la mayor heredera del "mito" de Su pintura sagrada y virginal, es. decir, Isabel Sirani.
Bibliografía: Andrea Emiliani. Pinacoteca de los Genios. Ed. Codex S. A.