Inicio
†
(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo
Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo
Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Adoremos al Señor, creador nuestro.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
-se repite la antífona
Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
-se repite la antífona
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
-se repite la antífona
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.
-se repite la antífona
- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
-se repite la antífona
- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
-se repite la antífona
- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
-se repite la antífona
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
-se repite la antífona
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
-se repite la antífona
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
-se repite la antífona
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
-se repite la antífona
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
-se repite la antífona
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Adoremos al Señor, creador nuestro.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.
Si no:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
(Del himnario latino: Consors Paterni luminis):
Oh Tú, consorte de la luz paterna,
Oh Tú, luz de la luz y eterno día:
Oye a los que rompiendo las tinieblas.
Te piden con fervor que los asistas.
Desvanece las sombras de las almas,
Pon en fuga el tropel de los demonios,
Y disipa la terca somnolencia
Para que no entorpezca al perezoso.
Oh Señor Jesucristo: sé propicio
A quienes con nosotros en Ti creen,
A fin de que los himnos y los salmos
Que elevan en tu honor les aprovechen.
Atiende nuestras súplicas, oh Padre
Que en unidad eterna con tu Hijo
Y con el sacrosanto Paracleto
Imperas por los siglos de los siglos. Amén.
Primer Salmo
Salmo 9 B-I: Canto de acción de gracias
Ant: El Señor hará justicia a los pobres.
Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6,20)
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.»
La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios
y desafía a sus rivales.
Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado.»
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.
Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;
se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor hará justicia a los pobres.
Segundo Salmo
Ant: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.
Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Tercer Salmo
Salmo 11: Invocación a la fidelidad de Dios contra los enemigos mentirosos
Ant: Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata refinada siete veces.
Porque éramos pobres, el Padre nos ha mandado a su Hijo (S. Agustín)
Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?»
El Señor responde: «Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía.»
Las palabras del Señor son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata refinada siete veces.
Lectura Bíblica
Habla Eliú, acerca del misterio de Dios
Lectura del libro de Job
Jb 32,1-6; 33,1-22 (del lecc. par-impar)
Los tres hombres ya no respondieron a Job, convencidos de que era inocente. Pero Elihú, hijo de Baraquel, del clan de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios. También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios por culpable. Elihú había esperado mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él; pero, viendo que ninguno de los tres respondía, Elihú, hijo de Baraquel el buzita, intervino indignado con estas palabras:
«Yo soy joven, vosotros ya viejos; por eso, intimidado, dudaba en exponeros a todos mi saber.
Escucha, Job, mis palabras; presta oído a mi discurso:
Ya comienzo a abrir la boca, mi lengua junto al paladar empieza a formar palabras. Hablaré con corazón sincero, con un saber aquilatado en mis labios.
El soplo de Dios me formó, el aliento del Todopoderoso me dio vida. Contéstame, si puedes hacerlo; mantente firme frente a mí. Yo soy obra de Dios, como tú; también modelado con arcilla. No va a trastornarte mi terror, ni pienso ensañarme contigo.
Tú declaraste en mi presencia, (yo mismo oí tus palabras):
“Soy puro, sin un delito; soy inocente, sin culpa. Es él quien busca pretextos, ¡me tiene por enemigo! Mete mis pies en el cepo, vigila todos mis pasos”.
Pues te digo que no tienes razón: Si Dios es más grande que el hombre, ¿cómo te atreves a acusarlo de no atender a tus razones? Dios habla de un modo u otro, aunque no nos demos cuenta: en sueños o visiones nocturnas, cuando cae el sopor sobre el hombre, cuando está dormitando en su cama. Abre entonces el oído del hombre e inculca en él sus advertencias: para impedir que cometa una acción o protegerlo del orgullo del hombre; para impedirle que caiga en la fosa, que su vida traspase el canal. Lo corrige en el lecho del dolor, con la agonía incesante de sus miembros, hasta que acaba aborreciendo la comida y le repugna su manjar favorito; su carne se consume, desaparece; sus huesos, que estaban ocultos, aparecen; su existencia se acerca a la fosa, su vida al lugar de los muertos.»
La verdadera enseñanza evita la arrogancia
San Gregorio Magno, papa
Tratados morales sobre Job (Lib 23, 23-24: PL 76, 265-266) (del lecc. par-impar)
Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso. Esta es la característica propia de la manera de enseñar de los arrogantes, que no saben inculcar sus enseñanzas con humildad ni comunicar rectamente las cosas rectas que saben. En su manera de hablar se pone de manifiesto que ellos, al enseñar, se consideran como situados en el lugar más elevado, y miran a los que reciben su enseñanza como si estuvieran muy por debajo de ellos, y se dignan hablarles no en plan de consejo, sino como quien pretende imponerles su dominio.
A estos tales les dice, con razón, el Señor, por boca del profeta: Vosotros los habéis dominado con crueldad y violencia. Con crueldad y con violencia dominan, en efecto, aquellos que, en vez de corregir a sus súbditos razonando reposadamente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad.
Por el contrario, la verdadera enseñanza evita con su reflexión este vicio de la arrogancia, con tanto más interés cuanto que su intención consiste precisamente en herir con los dardos de sus palabras a aquel que es el maestro de la arrogancia. Procura, en efecto, no ir a obtener, con una manera arrogante de comportarse, el resultado contrario, es decir: predicar a aquel a quien quiere atacar, con santas enseñanzas, en el corazón de sus oyentes. Y, así, se esfuerza por enseñar de palabra y de obra la humildad, madre y maestra de todas las virtudes, de manera que la explica a los discípulos de la verdad con las acciones, más que con las palabras.
De ahí que Pablo, hablando a los tesalonicenses, como olvidándose de la autoridad que tenía por su condición de apóstol, les dice: Os tratamos con delicadeza. Y, en el mismo sentido, el apóstol Pedro, cuando dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere, enseña que hay que guardar en ello el modo debido, añadiendo: Pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia.
Y, cuando Pablo dice a su discípulo: De esto tienes que hablar, animando y reprendiendo con autoridad, no es su intención inculcarle un dominio basado en el poder, sino una autoridad basada en la conducta. En efecto, la manera de enseñar algo con autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda garantía cuando la conciencia contradice las palabras. Por tanto, lo que le aconseja no es un modo de hablar arrogante y altanero, sino la confianza que infunde una buena conducta. Por esto, hallamos escrito también acerca del Señor: Les enseñaba con autoridad, y no como los escribas y fariseos. Él, en efecto, de un modo único y singular, hablaba con autoridad, en el sentido verdadero de la palabra, ya que nunca cometió mal alguno por debilidad. Él tuvo por el poder de su divinidad aquello que nos comunicó a nosotros por la inocencia de su humanidad.
Final
Oremos:
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios