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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
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Viernes, XXVIII semana del Tiempo Ordinario, feria
Salterio: viernes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Oficio de Lecturas - versión simple · sin opciones
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Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno

se utiliza el himno de Laudes:

Eres la luz y siembras claridades;
abres los anchos cielos, que sostiene
como columna el brazo de tu Padre.

Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.

Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.

Eres la luz total, día del día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.

o el de Vísperas:

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.
Primer Salmo
Salmo 54,2-15.17-24 - I: Oración ante la traición de un amigo
Ant: Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
hazme caso y respóndeme,
me agitan mis ansiedades.

Me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado:
descargan sobre mí calamidades
y me atacan con furia.

Se me retuercen dentro las entrañas,
me sobrecoge un pavor mortal,
me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto,

y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto,

me pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del huracán que devora, Señor;
del torrente de sus lenguas.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
Segundo Salmo
Salmo 54,2-15.17-24 - II:
Ant: El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
Violencia y discordia veo en la ciudad:
día y noche hacen la ronda
sobre sus murallas;

en su recinto, crimen e injusticia;
dentro de ella, calamidades;
no se apartan de su plaza
la crueldad y el engaño.

Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;

pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
a quien me unía una dulce intimidad:
Juntos íbamos entre el bullicio
por la casa de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
Tercer Salmo
Salmo 54,2-15.17-24 - III:
Ant: Encomienda a Dios tus afanes, que Él te sustentará.
Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.

Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mí.

Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.

Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.

Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga.

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Encomienda a Dios tus afanes, que Él te sustentará.
Lectura Bíblica
V/. Hijo mío, haz caso de mi sabiduría.
R/. Presta oído a mi inteligencia.

Vaticinio contra los sacerdotes negligentes y contra el repudio
Lectura del libro del profeta Malaquías
Ml 1,1-14; 2,13-16 (del lecc. único)
Mensaje del Señor a Israel por medio de Malaquías:
«Dice el Señor: "Yo os amo." Objetáis: "¿En qué se nota que nos amas?" Oráculo del Señor: ¿No eran hermanos Jacob y Esaú? Sin embargo, amé a Jacob y odié a Esaú, reduje sus montes a un desierto, su heredad a majadas de la estepa. Si Edom dice: "Aunque estemos deshechos, reconstruiremos nuestras ruinas", el Señor de los ejércitos replica: Ellos construirán, y yo derribaré. Y los llamarán Tierra Malvada, Pueblo de la Ira Perpetua del Señor. Cuando lo veáis con vuestros ojos, diréis: "La grandeza del Señor desborda las fronteras de Israel."
Honre el hijo a su padre, el esclavo a su amo. Pues, si yo soy padre, ¿dónde queda mi honor?; si yo soy dueño, ¿dónde queda mi respeto? El Señor de los ejércitos os habla a vosotros, sacerdotes que menospreciáis su nombre. Objetáis: "¿En qué despreciamos tu nombre?" Traéis al altar pan manchado, y encima preguntáis: "¿Con qué te manchamos?" Con pretender que la mesa del Señor no importa, que traer víctimas ciegas no es malo, que traerlas cojas o enfermas no es malo. Ofrecédselas a vuestro gobernador, a ver si le agradan y os congraciáis con él -dice el Señor de los ejércitos-. Eso traéis, y ¿os vais a congraciar con él?
Pues bien, dice el Señor de los ejércitos, aplacad a Dios para que os sea propicio. ¿Quién de vosotros os cerrará las puertas para que no podáis encender mi altar en vano? Vosotros no me agradáis -dice el Señor de los ejércitos-, no me complazco en la ofrenda de vuestras manos.
Del oriente al poniente es grande entre las naciones mi nombre; en todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las naciones -dice el Señor de los ejércitos-.
Vosotros lo habéis blasfemado cuando decíais: "La mesa del Señor es despreciable; de ella se saca comida vil." Decís: "Vaya un trabajo"; y me despreciáis -dice el Señor de los ejércitos-. Cuando ofrecéis víctimas robadas, o cojas, o enfermas, ¿podrá agradarme la ofrenda de vuestras manos? -dice el Señor-. Maldito el embustero que tiene un macho en su rebaño, ofrecido en voto, y trae al Señor una víctima mediocre. Yo soy el gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos-.
Todavía hacéis otra cosa: cubrís de lágrimas el altar del Señor, de llanto y de gemidos, porque no mira vuestra ofrenda, ni la acepta complacido de vuestras manos. Vosotros preguntáis: "¿Cómo es eso?". Porque el Señor fue testigo en vuestro pleito con la mujer de vuestra juventud, a quien fuisteis infieles, aunque ella era vuestra compañera y esposa de la alianza. Uno solo la ha hecho, de carne y de espíritu; y ¿qué busca ese Uno? Descendencia divina. Custodiad vuestro espíritu, y no seáis infieles a la esposa de vuestra juventud. El que odiando rechaza -dice el Señor de Israel- mancha su ropaje con violencias -dice el Señor de los ejércitos-. Custodiad vuestro espíritu y no seáis infieles.»
R/. Mi alianza con el sacerdote era de vida y paz; se la di, para que me temiera y respetara. Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
V/. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»
R/. Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
Lectura Patrística
En todo lugar ofrecerán incienso a mi nombre y una ofrenda pura
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Ciudad de Dios 10,6
Verdadero sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a Dios en santa sociedad, es decir, toda obra relacionada con aquel supremo bien, mediante el cual llegamos a la verdadera felicidad. Por ello, incluso la misma misericordia que nos mueve a socorrer al hermano, si no se hace por Dios, no puede llamarse sacrificio. Porque, aun siendo el hombre quien hace o quien ofrece el Sacrificio éste, sin embargo, es una acción divina, como nos lo indica la misma palabra con la cual llamaban los antiguos latinos a esta acción. Por ello, puede afirmarse que incluso el hombre es verdadero sacrificio cuando está consagrado a Dios por el bautismo y está dedicado al Señor, ya que entonces muere al mundo y vive para Dios. Esto, en efecto, forma parte de aquella misericordia que cada cual debe tener para consigo mismo, según está escrito: Ten compasión de tu alma agradando a Dios.
Si, pues, las obras de misericordia para con nosotros mismos o para con el prójimo, cuando están referidas a Dios, son verdadero sacrificio, y, por otra parte, sólo son obras de misericordia aquellas que se hacen con el fin de librarnos de nuestra miseria y hacernos felices (cosa que no se obtiene sino por medio de aquel bien, del cual se ha dicho: Para mí lo bueno es estar junto a Dios), resulta claro que toda la ciudad redimida, es decir, la congregación o asamblea de los santos, debe ser ofrecida a Dios como un sacrificio universal por mediación de aquel gran sacerdote que se entregó a sí mismo por nosotros, tomando la condición de esclavo, para que nosotros llegáramos a ser cuerpo de tan sublime cabeza. Ofreció esta forma de esclavo y bajo ella se entregó a sí mismo, porque sólo según ella pudo ser mediador, sacerdote y sacrificio.
Por esto, nos exhorta el Apóstol a que ofrezcamos nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable, y a que no nos conformemos con este siglo, sino que nos reformemos en la novedad de nuestro espíritu. Y para probar cuál es la voluntad de Dios y cuál el bien y el beneplácito y la perfección, ya que todo este sacrificio somos nosotros, dice: Por la gracia de Dios que me ha sido dada os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene, sino estimaos moderadamente, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno. Pues así como nuestro cuerpo, en unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado.
Éste es el sacrificio de los cristianos: la reunión de muchos, que formamos un solo cuerpo en Cristo. Este misterio es celebrado también por la Iglesia en el sacramento del altar, del todo familiar a los fieles, donde se demuestra que la Iglesia, en la misma oblación que hace, se ofrece a sí misma.
R/. ¿Con qué me acercaré al Señor? Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: Simplemente que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que andes humilde con tu Dios.
V/. Del Señor, tu Dios, son los cielos, la tierra y todo cuanto la habita; ahora, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios?
R/. Simplemente que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que andes humilde con tu Dios.
Final

Oremos:

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
En el rezo comunitario de ETF acostumbramos añadir:
V/. Desde la salida del sol hasta su ocaso...
R/. Bendigamos el nombre del Señor.
 
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