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XXII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B, solemnidad
Salterio: domingo de la segunda semana
Oficio de Lecturas
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios. R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo
Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo
Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Pueblo del Señor, rebaño que el guía, venid, adorémosle. Aleluya.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
-se repite la antífona
Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
-se repite la antífona
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
-se repite la antífona
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.
-se repite la antífona
- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
-se repite la antífona
- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
-se repite la antífona
- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
-se repite la antífona
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
-se repite la antífona
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
-se repite la antífona
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
-se repite la antífona
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
-se repite la antífona
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
-se repite la antífona
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Pueblo del Señor, rebaño que el guía, venid, adorémosle. Aleluya.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza elInvitatorio. Si no:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio. R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
se utiliza el himno de Laudes:
Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón.
El Señor ha vencido al mundo,
muerto en la cruz por nuestro amor,
resucitado de la muerte
y de la muerte vencedor.
Él ha venido a hacernos libres
con libertad de hijos de Dios,
él desata nuestras cadenas;
alegraos en el Señor.
Sin conocerle, muchos siguen
rutas de desesperación,
no han escuchado la noticia
de Jesucristo Redentor.
Misioneros de la alegría,
de la esperanza y del amor,
mensajeros del Evangelio,
somos testigos del Señor.
Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo Salvador,
gloria al Espíritu divino:
tres Personas y un solo Dios. Amén.
o el de Vísperas:
Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo.
La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.
Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.
No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.
Antes del día,
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.
Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.
Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.
La fe velando,
para verte de noche
resucitando.
Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor. Amén.
Primer Salmo
Salmo 103-I: Himno al Dios creador
Ant: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.
El que es de Cristo es una criatura nueva; lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado (2Co 5,17)
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;
pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 103-II:
Ant: El Señor saca pan de los campos, y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.
Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche,
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor saca pan de los campos, y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.
Tercer Salmo
Salmo 103-III:
Ant: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.
Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;
escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras,
cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva,
tocaré para mi Dios mientras exista:
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.
Lectura Bíblica
V/. Dichosos vuestros ojos, porque ven.
R/. Y vuestros oídos, porque oyen.
Las viudas y los presbíteros en la Iglesia
Lectura de la primera carta a Timoteo 1Tm 5,3-25 (del lecc. par-impar)
Timoteo, hijo mío: Honra a las viudas, a las que son verdaderamente viudas. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a cumplir con sus deberes con la propia familia y a corresponder como es debido a lo que han recibido de los progenitores, porque esto es agradable a los ojos de Dios. La que es verdaderamente viuda, y ha quedado sola, tiene puesta su esperanza en Dios y persevera en las súplicas y en las oraciones noche y día. En cambio, la que se da a los placeres, aunque viva, está muerta. Ordena estas cosas, para que sean irreprochables. Pues si alguno no cuida de los suyos y sobre todo de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que uno que no cree. Para que una viuda sea inscrita en la lista se requiere que no tenga menos de sesenta años, que haya sido mujer de un solo marido y esté acreditada por sus buenas obras: si crió bien a sus hijos, si practicó la hospitalidad, si lavó los pies de los santos, si asistió a los atribulados, si procuró hacer todo tipo de obras buenas. No aceptes a las viudas jóvenes, pues, cuando se avivan en ellas los impulsos sensuales que alejan de Cristo, quieren casarse, y se ven condenadas por haber roto su compromiso anterior. Y al mismo tiempo, como además están ociosas, se acostumbran a ir por las casas; con lo cual, además de ociosas, se hacen también charlatanas y entrometidas, hablando lo que no conviene. Quiero, pues, que las jóvenes se casen, tengan hijos, gobiernen su propia casa y no den al adversario ningún pretexto para que critique. Pues ya algunas se han descarriado siguiendo a Satanás. Si alguna creyente tiene viudas, que las asista, para que no se grave a la Iglesia y esta pueda asistir a las que son verdaderamente viudas.
Los presbíteros que presiden bien son dignos de doble honor, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza. Pues dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla, y El obrero es digno de su salario. No admitas una acusación contra un presbítero, a menos que se apoye en dos o tres testigos. A los que pequen, repréndelos delante de todos, para que los demás cobren temor. Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos que observes estas cosas sin prejuicios y sin dejarte llevar por favoritismos. A nadie impongas las manos precipitadamente, ni te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro. En adelante ya no bebas más agua sola, sino toma un poco de vino a causa del estómago y de tus frecuentes enfermedades. Los pecados de algunos son manifiestos incluso antes del juicio; los de otros, en cambio, lo son inmediatamente después. De igual modo, también las buenas obras son manifiestas y las que no son buenas no pueden permanecer ocultas.
Flp 1,27; 2,4.5
R/. Llevad una vida conforme al Evangelio de Cristo, luchando todos a una por la fe; no os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
V/. Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús.
R/. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Lectura Patrística
No os hablo con autoridad, como si fuera alguien San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
Carta a los Efesios (1-3: Funk 2, 183-185) (del lecc. par-impar)
Ignacio, por sobrenombre Teóforo, a la bendecida con plenitud de bendición por la majestad de Dios Padre, a la predestinada antes de los siglos a ser enteramente objeto de una gloria permanente, inmutable, unida y escogida mediante un sufrimiento real, por voluntad del Padre y de Jesucristo, nuestro Dios; a la iglesia digna de todo encomio establecida en Éfeso de Asia, mi cordialísimo saludo en Jesucristo y en una alegría sin tacha.
Significativo en Dios me ha parecido vuestro sugestivo nombre, nombre que habéis conquistado en buena lid por vuestra fe y caridad en Cristo Jesús, nuestro Salvador. Imitadores como sois de Dios, vivificados por la sangre de Dios, habéis realizado una obra de verdadera fraternidad cristiana. Pues apenas os enterasteis de que yo venía procedente de Siria, encadenado por el nombre común y por nuestra común esperanza, esperando, gracias a vuestras oraciones, tener la dicha de luchar con las fieras en Roma, para poder de este modo llegar a ser verdadero discípulo, os apresurasteis a venir a mi encuentro. Porque fue realmente a toda vuestra comunidad a la que yo recibía, en nombre de Dios, en la persona de Onésimo, varón de una caridad increíble y obispo vuestro según la carne, a quien os ruego améis según Jesucristo y os esforcéis todos por asemejaros a él. Bendito el que os ha concedido la gracia de ser dignos de tal obispo.
Respecto a Burro, mi compañero de servicio, diácono vuestro según Dios, y una auténtica bendición de Dios, me gustaría que permaneciera a mi lado: sería una honra para vosotros y para vuestro obispo. En cuanto a Croco, digno de Dios y de vosotros, a quien yo recibí como una prueba de vuestra caridad, me ha servido de gran consuelo. Que el Padre de Jesucristo le conforte también a él, juntamente con Onésimo, Burro, Euplo y Frontón, en cuyas personas os he visto a todos, en la caridad. ¡Ojalá pudiera gozar para siempre de vosotros, si es que me consideráis digno! Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados.
No os hablo con autoridad, como si fuera alguien. Pues, aunque estoy encarcelado por el nombre de Cristo, todavía no he llegado a la perfección en Jesucristo. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad.
Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también acerca de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. En efecto, Jesucristo, nuestra vida inseparable, expresa el sentir del Padre, como también los obispos, esparcidos por el mundo, son la expresión del sentir de Jesucristo.
Ef 5,2; cf. 1Co 1,10
R/. Caminad en la caridad, como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, Ofreciéndose a Dios en sacrificio de suave olor.
V/. Unánimes en el hablar, y en perfecta unión de pensar y de propósitos, glorificad a Cristo Jesús que os glorificó a vosotros.
R/. Ofreciéndose a Dios en sacrificio de suave olor.
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
(lo que sigue puede omitirse)
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
Te Deum laudámus:
te Dóminum confitémur.
Te ætérnum Patrem,
omnis terra venerátur.
Tibi omnes ángeli, tibi cæli,
et univérsæ potestátes.
Tibi chérubim et séraphim
incessábili voce proclámant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt cæli et terra
maiestátis glóriæ tuæ.
Te gloriósus Apostolórum chorus,
te prophetárum laudábilis númerus,
te mártirum candidátus
laudat exércitus.
Te per orbem terrárum
sancta confitétur
Ecclésia:
Patrem imménsæ maiestátis,
venerádum tuum verum et únicum Fílium:
Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.
Tu rex glóriæ, Christe.
Tu Patris sempitérnus es Fílius.
Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem,
non horruísti
Vírginis uterum.
Tu, devícto mortis acúleo,
aperuísti credéntibus regna cælórum.
Tu ad déxteram Dei sedes
in glória Patris.
Iudex créderis
esse ventúrus.
Te ergo quæsumus,
tuis fámulis súbveni,
quos pretióso sánguine redemisti.
Ætérna fac cum Sanctis tuis
in glória numerári.
(Hæc ultima pars hymni ad libitum omitti potest)
Salvum fac pópulum tuum, Dómine,
et bénedic hereditáti tuæ.
Et rege eos,
et extólle illos usque in ætérnum.
Per síngulos dies benedícimus te;
et laudámus nomen tuum in sæculum,
et in sæculum sæculi.
Dignáre, Dómine, die isto
sine peccáto nos custodire.
Miserére nostri, Dómine,
miserére nostri.
Fiat misericórdia tua,
Dómine, super nos,
quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi:
non confúndar in ætérnum.
Final
Oremos:
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.