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El Testigo Fiel
formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
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XX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B, solemnidad
Salterio: domingo de la cuarta semana
Oficio de Lecturas - versión simple · sin opciones
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Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Pueblo del Señor, rebaño que el guía, venid, adorémosle. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Pueblo del Señor, rebaño que el guía, venid, adorémosle. Aleluya.
Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno

se utiliza el himno de Laudes:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.

Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra;
tú pronuncias el mar como sentencia.

Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.

Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas;
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.

¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.

o el de Vísperas:

Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como una luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo,
cuando, al mirar lo que quisimos,
lo veamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión, sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos,
cuando el Rey nos ame y nos mire,
para que nosotros le amemos,
y podamos hablar con él
sin palabras, cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando un suspiro de alegría
nos llene, sin cesar, el pecho,
entonces -siempre, siempre-, entonces
seremos bien lo que seremos.

Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria al Espíritu divino,
gloria en la tierra y en el cielo. Amén.
Primer Salmo
Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo
Ant: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Segundo Salmo
Salmo 65 I: Himno para un sacrificio de acción de gracias
Ant: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos ha devuelto la vida. Aleluya.
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.

Decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos te adulan!"

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.

Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.

Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.

Oh Dios, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:

sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos ha devuelto la vida. Aleluya.
Tercer Salmo
Salmo 65 II:
Ant: Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplirte mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.

Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.

Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
Lectura Bíblica
V/. La palabra de Dios es viva y eficaz.
R/. Más tajante que espada de doble filo.

Vanidad de las cosas
Lectura del libro de Qohélet
Qo 1,1-18 (del lecc. par-impar)
Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén.
¡Vanidad de vanidades! —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos.
Yo, Qohélet, fui rey de Israel en Jerusalén. Me dediqué a investigar y a explorar con método todo lo que se hace bajo el cielo. ¡Triste tarea ha dado Dios a los hombres para que se ocupen en ella! Examiné todas las acciones que se realizan bajo el sol y comprendí que todo es vanidad y caza de viento:
Lo torcido no se puede enderezar, lo que falta no se puede calcular.
Y me dije: «Aquí estoy yo, que he acumulado tanta sabiduría, incluso más que mis predecesores en Jerusalén. Mi mente alcanzó sabiduría y conocimiento incalculables. Me dediqué a estudiar la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad». Y comprendí que también eso es caza de viento, pues:
A más sabiduría más pesadumbre, a más conocimiento más sufrimiento.
Qo 1,14; 5,14; 1Tm 6,7
R/. He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos. Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá el hombre, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar consigo.
V/. Nada trajimos al mundo; de modo que nada podemos llevarnos de él.
R/. Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá el hombre, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar consigo.
Lectura Patrística
Sin la caridad, todo es vanidad de vanidades
San Máximo Confesor
Tratados sobre la caridad (Centuria 1, cap. 1,4-5.16-17.23-24.26-28.30-40: PG 90, 962-967) (del lecc. par-impar)
La caridad es aquella buena disposición del ánimo que nada antepone al conocimiento de Dios. Nadie que esté subyugado por las cosas terrenas podrá nunca alcanzar esta virtud del amor a Dios.
El que ama a Dios antepone su conocimiento a todas las cosas por él creadas, y todo su deseo y amor tienden continuamente hacia él.
Como sea que todo lo que existe ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios es inmensamente superior a sus criaturas, el que dejando de lado a Dios, incomparablemente mejor, se adhiere a las cosas inferiores demuestra con ello que tiene en menos a Dios que a las cosas por él creadas.
El que me ama - dice el Señor- guardará mis mandamientos. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros. Por tanto, el que no ama al prójimo no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento no puede amar a Dios.
Dichoso el hombre que es capaz de amar a todos los hombres por igual.
El que ama a Dios ama también inevitablemente al prójimo; y el que tiene este amor verdadero no puede guardar para sí su dinero, sino que lo reparte según Dios a todos los necesitados.
El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos e injustos, sino que reparte a todos por igual, a proporción de las necesidades de cada uno, aunque su buena voluntad le inclina a preferir a los que se esfuerzan en practicar la virtud, más bien que a los malos.
La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino, sobre todo, con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales.
El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo, se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo pronto se ve liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del conocimiento divinos.
El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.
No digáis - advierte el profeta Jeremías-: «Somos templo del Señor». Tú no digas tampoco: «La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo puede darme la salvación». Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.
El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia; y también en el recto uso de las cosas.
Jn 13,34; 1Jn 2,10.3
R/. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Quien ama a su hermano permanece en la luz, aleluya.
V/. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
R/. Quien ama a su hermano permanece en la luz, aleluya.
Te Deum
(sólo domingos, solemnidades, fiestas y ferias de navidad)
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.


(lo que sigue puede omitirse)

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
Final

Oremos:

Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
En el rezo comunitario de ETF acostumbramos añadir:
V/. Desde la salida del sol hasta su ocaso...
R/. Bendigamos el nombre del Señor.
 
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