El papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia a los representantes diocesanos de los servicios de protección de la infancia y de los centros de escucha, que “representan el compromiso de la Iglesia en Italia en la promoción de una cultura de protección de los menores y de los más vulnerables”.
Tras concluir su primer encuentro nacional, han estado junto al Pontífice, que les ha reclamado no detenerse “en nuestra acción para proteger a los menores y a los vulnerables y, al mismo tiempo, combatir cualquier forma de abuso, ya sea sexual, de poder o de conciencia”. En este sentido, les ha sugerido, a modo de guía práctica, tres verbos para el acompañamiento a las víctimas: proteger, escuchar y sanar.
Proteger
“Toda la comunidad cristiana, en la riqueza de sus componentes y capacidades, debe implicarse, porque la acción de protección es parte integrante de la misión de la Iglesia en la construcción del Reino de Dios: proteger significa dirigir el corazón, la mirada y trabajar con precisión en favor de los más pequeños e indefensos”, ha señalado Jorge Mario Bergoglio.
En este sentido, ha proseguido: “Es un camino que requiere renovación interna y comunitaria, en justicia y verdad. Quienes guardan su corazón saben que no se puede aceptar ningún silencio ni ocultamiento sobre el tema del abuso -este no es un asunto negociable-“.
Para Francisco, “vigilar significa también prevenir ocasiones de daño, y esto solo es posible mediante actividades de formación constante, encaminadas a difundir la sensibilidad y la atención hacia la protección de los más frágiles”. “Y esto también es importante fuera de nuestro mundo eclesiástico”, ha remarcado.
Escuchar
“Para protegerlo es necesario saber escuchar. La escucha es un movimiento del corazón y es también una opción fundamental para poner en el centro de todas nuestras acciones a quienes han sufrido o sufren y a quienes son más frágiles y vulnerables”, ha remarcado.
Y ha continuado: “Escuchar a las víctimas es el paso necesario para hacer crecer una cultura de la prevención, que se concreta en la capacitación de toda la comunidad, en la implementación de procedimientos y buenas prácticas, en la vigilancia y en esa claridad de acción que construye y renueva la confianza”.
Según ha recalcado Francisco, “solo escuchar el dolor de las personas que han sufrido estos terribles crímenes abre a la solidaridad y nos empuja a hacer todo lo posible para garantizar que los abusos no se repitan. Solo así se puede compartir verdaderamente lo sucedido en la vida de una víctima, para sentirse interpelado a la renovación personal y comunitaria”.
“Estamos llamados a una reacción moral -ha continuado-, a promover y dar testimonio de la cercanía hacia quienes han sido heridos por los abusos. Saber escuchar es cuidar de las víctimas”.
Sanar
“Solo siguiendo el camino del cuidado y la escucha es posible sanar. La ‘cura’ de las heridas es también una obra de justicia. Precisamente por eso es importante perseguir a quienes cometen tales crímenes, más aún si se trata de contextos eclesiales”, ha señalado.
Asimismo, refiriéndose a los sacerdotes abusadores, ha insistido en que “ellos mismos tienen el deber moral de una profunda conversión personal, que lleve al reconocimiento de la propia infidelidad vocacional, a la reanudación de la vida espiritual y a la humilde petición de perdón a las víctimas por sus acciones”.
Por último, el Papa les ha pedido que sigan haciendo todo lo posible para que “todos aquellos que han sido heridos por el flagelo de los abusos puedan sentirse libres de acudir con confianza a los centros de escucha, encontrando esa acogida y ese apoyo que pueda aliviar sus heridas y renovar la confianza traicionada”.