[Habla del martirio de san Pedro y san Pablo]
«En esto también vosotros, por medio de semejante amonestación, habéis fundido las plantaciones de Pedro y de Pablo, la de los romanos y la de los corintios, porque después de plantar ambos en nuestra Corinto, ambos nos instruyeron, y después de enseñar también en Italia en el mismo lugar, los dos sufrieron el martirio en la misma ocasión» (HE II,25,8)
[Respecto de este pasaje observa el traductor: «este pasaje es precioso: confirma la visita de San Pedro a Corinto, insinuada por San Pablo (1 Cor 1,12), y nos proporciona la noticia expresa más antigua de que Pedro y Pablo, los dos, sufrieron martirio en Italia -no dice en Roma- y "en la misma ocasión".»]
[Escribe a la Iglesia de Roma:]
«Porque desde el principio tenéis esta costumbre, la de hacer el bien de múltiples maneras a todos los hermanos y enviar provisiones por cada ciudad a muchas iglesias; remediáis así la pobreza de los necesitados y, con las provisiones que desde el principio estáis enviando, atendéis a los hermanos que se hallan en las minas, conservando así, como romanos que sois, una costumbre romana transmitida de padres a hijos, costumbre que vuestro bienaventurado obispo Sotero no solamente ha mantenido, sino que incluso la ha incrementado, suministrando, por una parte, socorros abundantes para enviar a los santos, y, por otra, como padre que ama tiernamente a los suyos, consolando con afortunadas palabras a los hermanos que llegan a él». (HE IV,23,10)
En esta misma carta menciona también la de Clemente A los Corintios, mostrando que se venía haciendo lectura de la misma en la iglesia desde tiempo atrás por costumbre antigua; dice así: «Hoy, pues, hemos celebrado el día santo del Señor y hemos leído vuestra carta. Continuaremos leyéndola de vez en cuando para amonestación nuestra, lo mismo que la primera que nos fue escrita por medio de Clemente». (HE IV,23,11)
Y el mismo, hablando todavía de sus propias cartas, que habían sido falsificadas, dice lo siguiente:
«Yo escribí, efectivamente, unas cartas después de rogarme algunos hermanos que las escribiera. Pero esos apóstoles del diablo las han llenado de cizaña, suprimiendo unas cosas y añadiendo otras. Sobre ellos pesa el '¡Ay de vosotros!’. En verdad no hay que extrañarse de que algunos también se hayan echado sobre las Escrituras del Señor, para falsificarlas, cuando han conspirado incluso contra las que no son tan importantes». (HE IV,23,12)