LIBRO VIII
Capítulo I: Sobre la investigación
Es necesario buscar para encontrar
1.1. ... Pero tampoco(1) los filósofos más antiguos eran proclives a la discusión y a la duda sistemática. Mucho menos nosotros, que realmente persistimos en la verdadera filosofía (= la sabiduría cristiana), a quienes la Escritura directamente nos exhorta a indagar y buscar para encontrar.
(1) Falta el texto griego de inicio en el manuscrito «Laurentianus». También hay que tener en cuenta que el presente texto, aunque viene escrito a continuación del correspondiente al libro séptimo de los «Stromata», no se encuentra precedido en el título del nombre del autor, como aparece en el resto de los «Stromata» («Fuentes Patrísticas», n. 17, p. 557, nota 1; cf. una presentación más amplia en torno este tema en las pp. 31-32).
1.2. Porque ciertamente, los filósofos griegos más modernos, por una ostentación vacía, inútiles para investigar y al mismo tiempo (propensos) a la controversia se desvían hacia la charlatanería infructuosa (o: inútil, perjudicial); pero, por el contrario, la filosofía bárbara (= sinónimo de hebreo o cristiano), rechazando toda disputa, ha dicho: "Busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, pidan y se les dará" (Mt 7,7; cf. Lc 11,9).
1.3. Así, por tanto, cuando el discurso que busca por preguntas y respuestas llama a la puerta de la verdad objetiva (lit.: según lo que se manifiesta) y pasa el obstáculo mediante la búsqueda, tiene lugar la contemplación científica
No se puede encontrar sin buscar
2.1. Pienso yo que a los que llaman de esa manera se les pone de manifiesto lo que buscan, y a los que así piden informaciones según las Escrituras, Dios les concede aquello hacia lo que caminan: el don divino del conocimiento cataléptico (= capaz de comprender) de las cosas mediante una búsqueda realmente lógica (= en conformidad con el Verbo divino) y resplandeciente.
2.2. Porque ciertamente no (se puede) encontrar sin buscar, ni buscar sin tener que investigar; ni tampoco (se puede) examinar si no se explica y despliega mediante preguntas para llevar hacia la certeza (o: evidencia), y tampoco (es posible) que, realizando toda una investigación a fondo, no acabe por recibir en recompensa la comprensión de lo que se busca.
2.3. Pero ciertamente, el hallar es propio de quien busca, pero se busca si previamente uno piensa que no sabe. Así, por tanto, en adelante llevado por el deseo de encontrar lo bueno (o: lo bello) busca con sensatez (o: prudentemente), sin espíritu de disputa; pregunta y responde sin amar ni buscar la gloria, y también examina lo que se [le] dice.
2.4. Porque al hacer las investigaciones hay que retener no sólo lo que se afirma en las divinas Escrituras, sino también las nociones comunes (= las causa primeras, los principios indemostrables), de manera que el hallazgo termine en algo útil.
2.5. Porque otro lugar y reunión son propios de los hombres turbados y para las verborreas de las plazas, pero el amante de la verdad e igualmente amigo pacífico (cf. Mt 5,9) debe estar (relacionado) también con las investigaciones (o: búsquedas), (y) mediante la demostración científica avanzar sin egoísmo y sinceramente hacia la gnosis comprensiva.
Capítulo II: Sobre la investigación y la demostración
Principios de la investigación
3.1. Ahora bien, ¿qué otro método hay mejor o más claro para el principio de una determinada enseñanza (didaskalía) que proponer un nombre que divulgado en un discurso pueda ser aceptado claramente por todos los que hablan la misma lengua? ¿Acaso el nombre mismo de la demostración, como ciertamente el "blítyri" (= voz que expresa el sonido de la lira), es sólo un sonido carente de significado?
3.2. Y ¿cómo ni el filósofo, ni el rétor (o: el orador), ni siquiera el juez, proponen la demostración como un nombre ininteligible, de modo que ninguno de los contendientes (lit.: los que son juzgados) ignore que su significado es inexistente? Luego los filósofos, unos de una manera y otros de otra, proponen una demostración como que (existe) un fundamento.
3.3. Así, por tanto, si alguien quisiera discurrir correctamente sobre todo lo que se investiga, no deberá dirigir más el discurso a otro principio que el admitido por todos los que son de la misma raza y al significado aceptado unánimente por los de su misma lengua.
3.4. Según eso, es necesario comenzar a investigar a partir de ahí si el tema (lit.: la palabra) ofrece un significado o no; a continuación, pero si no obstante se demuestra que lo tiene, hay que investigar su naturaleza con exactitud, cómo es aproximadamente y si nunca sobrepasa la categoría asignada.
Principios de la investigación (continuación)
4.1. Pero si no basta con sólo decir sencillamente la opinión de lo que se busca -porque también al opositor le estaría permitido alegar lo que quisiera-, por lo menos será necesario tener confianza en lo que se dice; (puesto) que si su resolución (o: juicio) remite a otra cosa igualmente discutida y ésta a su vez a otra igualmente disputada, se incurrirá en un proceso infinito y será incapaz de demostrar; pero si la confianza en algo que no es admitido se remite hacia lo que todos admiten, eso se convierte (lit.: se hace) en el principio de la enseñanza.
4.2. Por lo tanto, cuando se toma cualquier nombre para discutir (o: para proponer), (es) necesario que sea una expresión admitida y clara para los partidarios de la especulación; así será el principio de la enseñanza y conducirá al descubrimiento de lo que se busca.
4.3. En efecto, propóngase como ejemplo el nombre del sol. Ciertamente los estoicos dicen que es "una antorcha intelectual encendida de las aguas del mar" (Seudo Plutarco, Sobre las opiniones de los filósofos [De placitis philosophorum], II,20,890). ¿Acaso la definición no es más oscura que su mismo nombre y necesita otra demostración (para probar) si es verdad? Por lo tanto es mejor decir con una expresión común y clara que el sol es denominado "el más brillante de los astros celestiales" (Platón, Teeteto, 208 D). Porque pienso yo que esta definición es más creíble y clara e igualmente admitida por todos.
Capítulo III: Sobre la investigación y la demostración (continuación)
La demostración más importante
5.1. Pero también todos los hombres admitirán igualmente la demostración, si es un discurso que procura la fe en las cosas dudosas (o: discutidas) a partir de las admitidas.
5.2. Y no sólo la de mostración, la fe y la gnosis, sino también la presciencia (= el conocimiento de los designios divinos: prógnosis) se dice que es de dos formas: una es científica y segura, pero la otra sólo relativa a la esperanza (cf. Platón República, VII,509 D-511; 533 E-534).
5.3. Ciertamente se llama demostración más importante a la que engendra la fe científica en las almas de los que aprenden, y la otra (es) apta para formar a la opinión; como también respecto al hombre, es realmente hombre el que posee una prudencia normal (o: una sensatez común), aunque sea salvaje y bestial. Así también ha dicho el cómico: "Un hombre es amable, si es (realmente) hombre" (Menandro, Fragmentos, 484).
5.4. Y (lo mismo) se diga sobre el buey, el caballo y el perro, según la buena o mala cualidad del animal. Porque mirando a la perfección del género llegamos a lo más importante de lo significado.
5.5. Así entendemos como médico al que no carece de las capacidades de la medicina y gnóstico a quien no le falta nada del conocimiento científico.
Deducción y silogismo
6.1. También una deducción (o: prueba: éndeixis) se diferencia del silogismo, puesto que lo deducido es indicativo de una sola cosa, (siendo) una e idéntica, como (del hecho) de que decimos que una mujer está encinta deducimos que no es virgen; pero en el silogismo se acepta una sola cosa que implica varias, como que la Pitonisa traiciona a los bizantinos, si sucedió o no, pero no se acepta una sola cosa en lo manifestado sino muchas.
6.2. Y ciertamente sacar una conclusión de [premisas] aceptadas es hacer un silogismo; pero sacar una conclusión de unas verdades es demostrar, de manera que existe una determinada síntesis probatoria: la ventaja de tomar premisas verdaderas para lo que se busca y la de llevar consigo la necesaria conclusión.
6.3. Pero si no aconteciera lo primero o con ello no se realizara lo segundo, no se demostrará, sino que se hará un silogismo.
6.4. Porque ciertamente el aportar una apropiada conclusión con sus premisas es tan sólo hacer un silogismo, pero que también cada una de las premisas sea verdadera no sólo (es) hacer un silogismo, sino también una deducción.
6.5. Pero concluir es, como también el nombre mismo lo manifiesta, encaminarse hacia el fin. Y sin duda el fin es lo que se busca en todo raciocinio y es lo que se llama conclusión.
6.6. Ningún raciocinio sencillo y elemental es denominado silogismo, aunque sea verdadero, sino que [el silogismo] es una muy pequeña síntesis de estos tres elementos: dos premisas y una conclusión.
5.7. Y por cierto, todas las cosas necesitan demostración aunque también algunas son creíbles por sí mismas.
Lo razonable y lo discutible
7.1. Pero, en el primer caso, si deducimos una demostración de cualquier [otra] demostración llegaremos a un proceso infinito y de esta manera destruiremos la demostración. En el segundo caso, si son creíbles por sí mismas, devienen principios de demostración. Precisamente los filósofos admiten como indemostrables los principios universales.
7.2. Si efectivamente hay demostración, es del todo necesario que exista primero algo creíble por sí mismo, que es lo que se llama principal e indemostrable. (Y) toda demostración remite en verdad a la fe indemostrable.
7.3. Pero puede que haya también otros principios de demostración más allá de la fuente de credibilidad (lit.: de la fe): lo que se manifiesta con evidencia ante los sentidos y la inteligencia.
7.4. Porque ciertamente lo que se encuentra ante los sentidos es sencillo e indisoluble, y lo que (se presenta) ante la inteligencia es sencillo y también lógico y lo principal; en verdad de [todo] ello origina una síntesis, pero no menos evidente, creíble y lógica que los principios.
7.5. Ahora bien... (laguna en el original griego), todos poseemos por naturaleza una capacidad innata propia de la razón que se ocupa de lo razonable (lit.: consecuente) y de lo discutible.
7.6. Por tanto, si se encuentra algún determinado raciocinio que desde lo creíble ya puede procurar la fe en lo que todavía no es creíble, diremos que ese mismo [raciocinio] es la esencia de la demostración.
7.7. Pero también se ha dicho que existen dos clases de fe y de demostración: una que sólo convence a las almas de los que escuchan, y [otra] la que produce ciencia.
7.8. En efecto, si alguien comenzare por las cosas evidentes a los sentidos y a la inteligencia, y después sacara la conclusión apropiada, (realizaría) verdaderamente una demostración; pero si comenzara sólo por las cosas opinables, ciertamente no principales, es decir no evidentes ni para los sentidos ni para la inteligencia, si sacara la conclusión apropiada, ciertamente haría un silogismo, pero no una demostración científica; ahora bien, si ni siquiera (saca) la [conclusión] apropiada, entonces no hace en absoluto un silogismo.
Demostración y análisis
8.1. Y la demostración se diferencia del análisis. Porque cada cosa que se demuestra se da a conocer mediante otra que se demuestra, que a su vez es demostrada por otra, hasta remontarnos (lit.: subir) en las que son creíbles por sí mismas porque son evidentes para los sentidos y para la inteligencia, que es lo que se llama análisis. Pero la demostración tiene lugar cuando desde lo principal uno alcanza lo que busca a través de todos (los pasos) intermedios.
8.2. Así, es necesario que el varón que practica la demostración ponga mucha atención respecto a la verdad como a las premisas y se despreocupe de los nombres, aunque alguien quiera llamarlos axiomas, proposiciones o premisas; y de igual manera debe poner también mucha atención respecto de las suposiciones de las que se saca una conclusión, y no preocuparse si alguien quisiera denominarlo raciocinio concluyente, conclusivo o silogístico.
8.3. Porque digo que quien hace una demostración debe observar en todo momento estas dos cosas: tomar premisas verdaderas y aportar la conclusión consecuente (= derivada con lógica de las premisas asumidas), que algunos denominan corolario: lo procurado con las premisas.
8.4. Para todo lo que se busca en cualquier cuestión (o: problema) son necesarias premisas diferentes, pero apropiadas a lo que se cuestiona, y lo cuestionado debe transcribirse necesariamente a un raciocinio, (y) este raciocinio conviene que sea admitido por todos.
8.5. Pero si se toman premisas que no son apropiadas a la cuestión (o: al problema) no es posible un buen resultado... (laguna en el texto griego), (y) con ello no se encuentra nada de todo lo desconocido de la cuestión, que es también lo que se llama la búsqueda de (su) naturaleza.
8.6. Por tanto, en todo lo que se busca hay algo conocido previamente -lo que se acepta absolutamente sin demostración como creíble por sí mismo-, que es lo que debe constituir el estímulo de su búsqueda (o: investigación) y el criterio de las cosas que parecen descubrirse.
Capítulo IV: Sobre la investigación y la demostración (conclusión)
El método de la investigación
9.1. Así, por tanto, toda búsqueda se soluciona desde una gnosis preexistente. Pero es posible que la gnosis preexistente de todo lo que se busca a veces sea simplemente de la esencia, pero que su actividad sea desconocida, de igual manera que desconocemos la actividad de las piedras, de las plantas y de los animales, o de los accidentes (o: las características), de las virtualidades (o: capacidades, aptitudes) o, por decirlo sencillamente, de las posibilidades de su esencia.
9.2. Y alguna vez puede conocerse algo de esas capacidades, accidentes o algo de ellas, como las concupiscencias y pasiones del alma, pero se desconoce y se busca la esencia.
9.3. No obstante, en muchas ocasiones, al proponerse nuestra inteligencia en sí misma todas estas cosas, la búsqueda es sobre qué principio (fundamenta) tales esencias.
9.4. Porque, teniendo en el pensamiento las nociones de ambas cosas, de la esencia y de la actividad, así comenzamos la búsqueda (o: investigación).
9.5. Y es posible que conozcamos las actividades y esencias al mismo tiempo, (pero) que desconozcamos lo que las esencias experimentan.
9.6. Ciertamente, éste es el método de la búsqueda: puesto que hay que empezar por conocer los problemas.
9.7. Porque muchas veces engaña la forma de la expresión y confunde y perturba la mente, de modo que no es fácil descubrir las diferencias; como, por ejemplo, si el feto es o no un ser vivo.
9.8. Por tanto, teniendo el nombre del ser vivo y el de feto, buscamos si el feto es un ser vivo, si en la esencia del feto se da el poder moverse y si también tiene la capacidad de sentir.
9.9. De esta manera la búsqueda es sobre la actividad y experiencia (lit.: pasividades, accidentes) de la esencia previamente conocida.
Sobre el ser viviente
10.1. A continuación habrá que preguntar al contradictor a qué denomina ser vivo (o: viviente). Porque hacer esto es lo más importante, tan pronto como vemos que ese mismo nombre es utilizado para diversos (usos). También se debe examinar si lo significado por la denominación es discutido o admitido por todos.
10.2. Porque si dijere que llama ser vivo a lo que crece y se alimenta, preguntaremos nuevamente otra vez si también llama seres vivientes a las plantas, y entonces, al decir que sí, (es) necesario demostrar ya que el feto crece y también se alimenta.
10.3. Porque Platón también llama seres vivientes a las plantas, aunque sólo participen de "la tercera clase de vida" (Timeo, 77 B), de la concupiscible. Pero Aristóteles piensa que las plantas participan de una vida vegetativa y nutritiva, pero no considera apropiado hablar de seres vivos (cf. De anima, II,2,413 b 7; II,3414 a 33; III,9,432, a 29). Porque únicamente considera digno de llamar ser viviente al que participa de la otra vida, la sensitiva.
10.4. Tampoco los estoicos llaman vida a la capacidad vegetativa.
10.5. Pero si el contradictor negare que las plantas son también seres vivientes, le demostraremos que se contradice a sí mismo. Porque el que define ser vivo al que se alimenta y crece, pero también niega que una planta sea un ser viviente, no parece decir otra cosa que lo que se alimenta y crece es un ser viviente y también que no (es) un ser viviente.
10.6. Diga, por ende, qué quiere aprender, si aumenta y se alimenta lo que hay en el vientre, si participa de cierta sensación o del movimiento impulsivo.
10.7. Porque ciertamente, según Platón, la planta tiene vida y es un ser viviente, aunque para Aristóteles de ninguna manera es un ser vivo, puesto que le falta lo sensitivo, aunque tenga vida; por lo tanto para él un ser viviente es una sustancia (oysía) animada sensitiva.
10.8. Pero según los estoicos la planta ni tiene vida ni es un ser vivo, porque el ser viviente es el que (tiene) sustancia animada.
Sobre los procedimientos de investigación
11.1. Así, por tanto, si el ser vivo es el (que tiene) vida (o: el animado), pero vida de naturaleza sensitiva, entonces es claro que el ser vivo es sensitivo.
11.2. Ahora bien, si el que busca es preguntado sobre si el feto es un ser vivo, y dijera que llama ser vivo a lo que se alimenta y crece, tiene la respuesta. Pero si afirmara que es eso lo que busca, si es sensitivo y se mueve o también su movimiento es conforme a un impulso, en seguida aparece claramente la investigación del problema, sin que permanezca ya equívoco sobre el nombre.
11.3. Pero si no respondiere a lo que se pregunta (y) no quisiere decir qué es lo que piensa o a qué se refiere el nombre de ser vivo al hacer la pregunta, sino que nos anima a nosotros mismos a hacer distinciones, se conocería que es un aficionado a la discusión.
11.4. Pero habiendo dos procedimientos, uno por preguntas y respuestas, y otro por exposición (continuada), si rechaza el primero, habrá de escuchar a todo lo que nosotros planteemos referente a la cuestión. Después, una vez que hayamos terminado, podrá entonces en su turno tratar sobre cada uno de los puntos.
El modo de formular las preguntas en la investigación
12.1. Si comenzase a interrumpir la investigación con preguntas, es claro que no quiere escuchar.
12.2. Pero si eligiese ciertamente contestar, hay que preguntarle antes de nada a qué cosa atribuye el nombre ser viviente, y una vez que haya contestado a esto, nuevamente hay que preguntar qué entiende por feto o lo que (se encuentra) en el vientre, si quiere entender que seres vivos (son) también los no plasmados aún o el esperma mismo que ha sido depositado en el vientre, o únicamente los bien articulados y ya plasmados (o: modelados), llamados embriones.
12.3. Y cuando haya respondido también a esto, entonces es necesario después concluir inmediatamente y exponerle la enseñanza.
12.4. Pero si quisiera que nosotros hablemos sin que él mismo responda, que escuche. Puesto que tú no quieres decir en qué sentido dices lo que has propuesto -porque así yo no habría establecido un discurso sobre significados, sino que examinaría las cosas en sí mismas-, reconoce que eso que has hecho es como si hubieras propuesto si el perro es un ser vivo.
12.5. Porque con razón si yo preguntara: ¿de qué perro se trata? Y puesto que hablaré inmediatamente (de los perros) de la tierra, de los marinos y de los astros celestiales (= se refiere a diversas realidades que llevan idéntico nombre: mamíferos domésticos, peces seláceos y constelaciones), pero también de Diógenes y de los otros. Porque yo no adivinaría acerca de cuál preguntas, acerca de todos o de alguno.
12.6. Así, lo que has de hacer más tarde, aprender sobre lo que preguntas, dilo claramente.
12.7. Pero si cambias de parecer sobre los nombres, es claro a todos que el feto mismo es [mero] nombre, porque no es un ser vivo ni una planta, sino un nombre un sonido, un cuerpo, un ente, un algo, o cualquier (lit.: toda) cosa mejor que un ser viviente. Y si eso es lo que has propuesto, [ya] tienes la contestación.
Necesidad de hacer distinciones en la investigación
13.1. Pero ni siquiera lo significado por el nombre "feto" es un ser vivo, sino que eso es incorporal, un enunciado, una expresión, una cosa, un pensamiento o todo más que un ser vivo.
13.2. Otra sería la naturaleza del ser vivo. Porque evidentemente se ha demostrado cuál es la naturaleza de la cosa misma que se busca, y me refiero al embrión. Otra cuestión es la referente a los significados del nombre "ser vivo".
13.3. Así, por tanto, si tú dices que un ser viviente es el que posee la capacidad de sentir y moverse mediante un impulso, yo digo que un ser vivo no es simplemente el que se mueve por un impulso y siente.
13.4. Porque también puede dormir o no sentir cuando lo que siente no está presente; pero ciertamente la capacidad de ponerse en movimiento es una señal natural de un ser vivo.
13.5. Porque así, de esto se da a entender primeramente si el feto ya tiene capacidad de sentir o moverse por un impulso, que es lo propuesto para considerar; y, en segundo lugar, si el feto podrá sentir o moverse por un impulso alguna vez, (pero) nadie busca el significado de lo que es evidente.
13.6. Pero lo que se buscaba es si el embrión es un ser vivo o todavía un vegetal, y después se tomó el término de ser viviente como una palabra para hacerlo claro.
13.7. Pero al descubrir que también lo que siente y se mueve por un impulso (es) diferente del ser no vivo, nuevamente lo distinguimos de las cosas análogas (o: parecidas, paralelas), diciendo que una cosa es tener capacidad de algo, puesto que todavía no es sensitiva ni se mueve, pero lo será alguna vez; y otra, es tener ya esa actividad, la cual está ya actuando o puede actuarse, pero se encuentra en reposo o durmiendo.
13.8. Y esto es lo que se busca. Porque el embrión no puede llamarse ser vivo por el hecho de alimentarse, que eso es lo propio de los que se privan de la esencia de la búsqueda, y de los que ponen su mente en otras circunstancias (o: accidentes).
La investigación necesita de la demostración
14.1. Y algo común en la investigación de cualquier cosa es la demostración, la cual es un razonamiento que hace creíble una cosa deducida de otras.
14.2. Pero es necesario tratar con confianza lo buscado a partir de otras cosas y hace falta que sea admitido y reconocido por el que aprende.
14.3. Pero el principio de todas estas cosas es la realidad ante los sentidos y la inteligencia. Así, de todas esas cosas se compone la primera demostración, que desde aquí llega nuevamente a otra cosa que no es menos creíble que la anterior; ciertamente no puede ser denominada primera, porque no se concluye de las primeras proposiciones.
14.4. Siendo tres las clases de las cosas buscada, se ha expuesto la primera, pero digo que -conocidas las esencias- se desconoce [todavía] lo referente a sus actividades y experiencias; la segunda era la variedad de cuestiones (o: problemas) por la que todos conocemos las actividades y experiencias (o: pasividades), pero ignoramos la esencia, como en qué parte del cuerpo reside la facultad hegemónica del alma.
Capítulo V: Contra el escepticismo
La duda es destructiva
15.1. Y esta misma argumentación de la demostración es también la de la tercera cuestión. En verdad, algunos dicen que no es posible que existan varios principios de un único ser viviente. Ciertamente no es posible que un único ser viviente pueda tener varios principios homogéneos, pero no (es) absurdo si son distintos en los orígenes (o: en el origen).
15.2. "Contra los pirrónicos" (Crisipo, Fragmentos lógicos, 121). Si se dijere que la duda no es seguridad alguna, (es) evidente que comenzando desde esa misma [afirmación] en primer lugar se debe invalidar por ella misma.
15.3. O bien se concede que contiene (lit.: es) algo verdadero y se ha de mantener respecto a todo, o bien se establece que nada de lo que dice es verdadero, y entonces es manifiesto que tampoco ella misma habrá dicho antes la verdad.
15.4. Porque o bien ella misma dice la verdad o no dice la verdad. Pero si dice la verdad, da rehusando (algo) que es verdadero; pero si no dice la verdad, sigue siendo verdad lo que ha querido dejar eliminando.
15.5. Porque con ello se muestra que la duda destructora es falsa, manifestando que las cosas destruidas (son) verdaderas, como el sueño que dice que todos los sueños son falsos.
15.6. Porque siendo destructora de sí misma convierte en probativo (o: confirmativo) lo demás. Y, en resumen, si es verdadera, concluirá (lit.: hará) el principio a partir de ella misma, sin ser duda de ninguna otra cosa, sino en primer lugar de ella misma.
15.7. Además, si alguien aceptara que es hombre o que duda, es claro que no duda.
15.8. ¿Y cómo podría llegar al principio sobre la discusión si duda de todo? ¿Y cómo podría también responder a lo que se pregunta?
15.9. Sobre todo esto es manifiesto: que nada es dudoso, porque ciertamente también declara que duda; por eso, si también es necesario estar persuadidos sobre (si) hay que dudar de todo, primero hay que suspender esa duda (o: hay que detener esa duda primera); si hay que confiar en ella o no.
Sobre el "dogma" filosófico
16.1. Más aún, si lo verdadero es no conocer lo verdadero, tampoco hay que dar ese principio como verdadero por la misma razón. Pero si uno dijera que también es cuestionable el ignorar la verdad, por ello mismo concedería que lo verdadero puede ser conocido, con lo cual manifiesta que la duda sobre eso no es segura.
16.2. Una elección es una preferencia de verdades (lit.: dogmas) o, según algunos, una inclinación a muchas verdades que unas con otras encierran una coherencia (akolythían; consecuencia) recíproca y con los fenómenos que tienden a una vida correcta. Y el dogma es una comprensión lógica; pero la comprensión es un estado y un asentimiento de la mente.
16.3. No sólo los escépticos (= filósofos paganos y herejes), sino también cualquier dogmático suelen dudar en algunas cosas, bien por debilidad del conocimiento, por falta de vigor de las cosas o por la igualdad de fuerza de las razones.
Los inicios y comienzos de las investigaciones en todos versan (o: están) sobre estas cosas.
Capítulo VI: Contra el escepticismo (continuación)
La definición, la demostración y la división
17.1. Antes de las definiciones, demostraciones y divisiones (hay) que decir de qué manera se indica lo que se busca y ordenar claramente los [términos] homónimos y los sinónimos según sus significados.
17.2. Después hay que buscar si lo propuesto está relacionado con otras cosas o se toma por sí mismo, por encima de esas cosas, si es, qué es y qué le sucede; o también de esta manera: si es, qué es y por qué es.
17.3. Y para la contemplación de estas cosas contribuye el conocimiento de cada cosa individual y en conjunto, y sus antecedentes, diferencias y divisiones.
17.4. Ahora bien, la inducción conduce a la generalización y la definición, pero las divisiones son las especies, la esencia (lit.: lo que era ser) y lo indivisible (átomon; sinónimo de individuo); en cambio la contemplación de alguna manera [implica] la elección de sus (características) propias, y las distinciones (o: dudas, dificultades) (reportan) las diferencias y las demostraciones, y de forma distinta hacen crecer la contemplación y las consecuencias para ella. Pero de todo eso resulta la ciencia y la verdad.
17.5. De nuevo la suma (o: recapitulación) total de las divisiones genera una definición; porque (la acción de) definir puede darse antes y después de la división: antes cuando se admite o propone, después cuando se demuestra.
17.6. También por la sensación se resume (o: recapitula) lo universal desde lo particular. Puesto que la sensación es principio de la inducción, y el término (es) lo universal.
17.7. Ciertamente la inducción no demuestra lo que es (= esencia), sino si es o no es.
17.8. Pero la división establece lo que es, y la definición con la división enseña igualmente la esencia y lo que es, pero no si es, y la demostración (indica) claramente las tres cosas: si es, lo que es y por qué es. Pero existen algunas definiciones que abarcan la causa.
La acción de definir
18.1. Y dado que saber científicamente es conocer la causa, y las causas (son) cuatro: la materia, el movimiento, la especie y el fin, la acción de definir será cuádruple.
18.2. Así, se ha de tomar en primer lugar el género, en el que está lo más cercano de las cosas mencionadas anteriormente; después de eso la diferencia siguiente. Pero cuando la sucesión (o: continuidad) de las diferencias se corta y se divide se completa lo que era ser (= se reconoce la esencia).
18.3. No es necesario decir todas las diferencias de cada cosa, sino las de las especies.
18.4. El análisis y la síntesis geométricos son similares a la división y definición dialécticas, y desde la división nos colocamos por encima de lo más sencillo y original.
18.5. Así, por tanto, dividimos el género de la cosa buscada en las especies que existen en él; como, respecto del hombre dividimos el género ser vivo en las especies visibles, lo mortal e inmortal, y de esta manera, dividiendo siempre los compuestos que parezcan ser género en especies más sencillas (llegamos) a lo que no puede ser investigado ni tampoco admite ser dividido.
18.6. Porque dividiendo el ser vivo en mortal e inmortal, después el mortal en terrestre y acuático, y de nuevo el terrestre en volátil y pedestre, y lo mismo la especie más cercana a lo que se busca, y que encierra lo que se busca, dividiendo (y) separando llegamos a la especie más simple, que no contiene otra cosa sino sólo lo que se busca.
18.7. Porque de nuevo dividimos lo pedestre en racional e irracional. Y entonces, eligiendo las especies más cercanas al hombre (o: ser humano) que se adquieren por la división y reuniéndolas en una sola fórmula, damos la definición del hombre que es: un ser vivo mortal, terrestre, pedestre y racional.
La definición y la división
19.1. Por lo cual la división se presenta como disposición material para la definición, investigando la simplicidad del nombre, y (como) un artista y artesano, la definición, reuniendo y organizando, también presenta la gnosis del ser.
19.2. Las definiciones no son de las cosas mismas ni de sus apariencias, sino que tenemos nociones generales de los seres de las cosas que son, de cuyas nociones decimos que son las definiciones hermenéuticas que se formulan; porque las divisiones se originan de esas nociones.
19.3. Y de las divisiones, una separa en especie lo dividido como un género, otra separa en partes como un todo, y otra en accidentes.
19.4. Efectivamente, la división del todo en partes se concibe como lo más grande según la magnitud, pero la [división] en accidentes nunca se puede dividir en su totalidad, puesto que es también absolutamente necesario que cada uno de los seres tenga (su) esencia.
19.5. Por eso estas dos divisiones (son) inadmisibles, y sólo es admisible la separación (o: división) del género en especie, por la cual se caracteriza la identidad según el género y la diversidad según las diferencias particulares.
19.6. La especie siempre se contempla en una parte, pero no al revés; si una cosa es parte de otra, también eso será de su especie. Porque la mano es una parte del hombre (o: ser humano), pero no es una especie.
19.7. También el género existe en las especies; puesto que el ser vivo existe en el ser humano y en el buey, pero el todo no existe en las partes, porque el ser humano no reside (o: está) en los pies.
19.8. Por eso la especie es más importante que las partes, y todo lo que se afirma del género también se expresará de la especie.
Peligros de la ignorancia de la definición
20.1. Ciertamente lo mejor es dividir el género en dos especies o sino en tres. Así, las especies divididas más genéricamente se caracterizan por la identidad y la diversidad, y luego, divididas, son caracterizadas por los significados del género.
20.2. Porque cada una de las especies es esencia -como cuando afirmamos: los seres son corporales e incorporales-, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, estado (o: situación), posesión, actividad o pasividad.
20.3. Quien es conocedor de alguna cosa, también producirá una definición; como el que no puede encerrar y delimitar algo con una fórmula, no será jamás entendido en ello.
20.4. Y de la ignorancia de la definición también nacen muchos conflictos y sobrevienen los engaños.
20.5. Porque si el que sabe una cosa posee el conocimiento de ella según su mente y puede (indicar) claramente con la palabra lo que entiende, y la explicación de lo que concibe es una definición, es necesario que quien sabe una cosa pueda también dar la definición de la misma.
La definición de una esencia
21.1. Y en las definiciones se añade también la diferencia, que tiene la función de (ser) una (nota) característica en la definición. Así, por tanto, al añadir a la definición del ser humano la capacidad de reír (lit.: la risa), hace al conjunto un ser vivo racional, mortal, terrestre, pedestre, risible.
21.2. Porque las características propias de las cosas según su división son introducidas en la definición, pero no se muestra la naturaleza de esas mismas cosas.
21.3. De ahí que se afirme que la diferencia (o: la diversidad) es retribución de una propiedad. Y puesto que el que posee la diferencia se distingue de todos los demás, (porque esa) diferencia le pertenece a él solo y es cambiada de categoría (o: recriminada) en las definiciones de la cosa, necesariamente conviene asumir el primer género como principal y fundamental (o: subsistente).
21.4. Por consiguiente, en las definiciones más largas la cantidad de las especies descubiertas (lo son) por medio de las diez categorías [mencionadas; cf. VIII,20,2]; y en las más cortas lo principal que se toma de las especies más cercanas es lo que indica la esencia y la naturaleza de la cosa; pero [la definición] más corta es la que consta de tres [especies]: del género y de las dos especies más necesarias.
21.5. Esto se hace por brevedad. Así decimos que un ser humano es el ser vivo racional y que tiene capacidad de reír. Y lo resultante tiene que asumir de manera notable lo definido, o su virtud propia, o su obra propia y otras cosas semejantes.
21.6. En todo caso, cuando la definición trata de explicar la esencia de una cosa no puede ciertamente comprender con exactitud la naturaleza de la cosa, y la definición, por medio de las especies principales, hace manifiesta la esencia y en algún sentido contiene la esencia (en forma) de cualidad.
Capítulo VII: Contra el escepticismo (continuación)
Sobre las causas que producen la duda
22.1. Las causas que producen la duda son dos principalmente; en efecto, una es la multiplicidad (o: complejidad) e inestabilidad del pensamiento humano, que ciertamente ha producido lo que puede engendrar la disensión tanto de unos con otros como con uno mismo; y otra es la discrepancia que (dentro) de los mismos seres, que también ha sido establecida con razón como para hacer nacer la duda.
22.2. Porque no pudiendo confiar en todas las opiniones (phantasías) por la contradicción, ni tampoco desconfiar de todas puesto que también la que dice que todas son no creíbles es una parte de todas ellas, al circunscribir una esencia ciertamente hay que fiarse de todas (y) no ciertamente de alguna, pero al no confiar en alguna por la equidad, somos conducidos a la duda.
22.3. Pero de estas mismas [causas] principales de la duda es la inseguridad de la mente la que genera la discordancia (diaphonía), y la discordancia es la causa próxima de la duda; por lo cual la vida está llena de tribunales, de consejos, de asambleas y en general de elección y rechazo sobre lo que se afirma que es bueno y malo, como un síntoma de una mente perpleja ante la igualdad de fuerzas de las cosas contrarias.
22.4. Y las bibliotecas están llenas de libros, y las obras y tratados de quienes disienten en las verdades (lit.: dogmas) y de quienes están convencidos de que ellos mismos conocen la verdad que hay en los seres.
Capítulo VIII: Contra el escepticismo (conclusión)
Los tres niveles del fonema
23.1. Hay que tener en cuenta tres cosas sobre un fonema (o: la voz humana): los nombres que son en primer lugar símbolos de los conceptos, según las cosas que subyacen; en segundo lugar, los conceptos (que son) imitaciones e imágenes de los [temas] propuestos, -por eso en todos [los seres humanos] también existen los mismos conceptos, por producirse en todos idénticas impresiones (o: grabaciones) de los objetos propuestos, aunque no [así] los nombres por causa de los distintos idiomas-. Y en tercer lugar, las cosas propuestas por las cuales se graban en nosotros los conceptos.
23.2. Ciertamente los nombres son conducidos por la gramática hacia los veinticuatro elementos universales (= las veinticuatro letras del alfabeto griego); porque esos elementos deben estar definidos. Puesto que de cada uno de los que son ilimitados no existe ciencia, porque lo propio de una ciencia es apoyarse en teoremas universales y definidos. De ahí que los particulares sean conducidos a los universales.
23.3. Pero la actividad de los filósofos se ocupa de los conceptos y de los temas que se proponen. Y cada vez que de los detalles ilimitados se encuentran algunos elementos, todos ellos se reducen a lo que se busca.
23.4. Y si se manifiesta que lo desconocido se resuelve en uno o varios elementos, revelaremos que eso existe, pero si escapara a todos, no existe en modo alguno.
23.5. De los elementos mencionados se dice que unos son coherentes (lit.: están entrelazados), como el decir "un hombre corre" (Aristóteles, Categorías, 2,1 a 18), pero otros se dice que son incoherentes (lit.: sin ligazón), como "hombre" y como "corre", y los que no producen un enunciado completo, ni llevan consigo (o: comportan) lo verdadero o lo falso.
23.6. Y de los llamados incoherentes, unos significan la esencia, otros la cualidad, otros la cantidad, otros la relación, otros el lugar, otros el tiempo, otros el estado, otros la posesión, otros la actividad, otros la pasividad; éstos son los que llamamos elementos de los seres materiales y (que vienen) después de los principios. Porque estos elementos son visibles a la razón, pero lo inmaterial sólo es aprensible por el primer acto de la mente (o: del ímpetu de la mente).
Las diez categoría de elementos
24.1. Pero de los [elementos] clasificados bajo las diez categorías, de unos se habla por sí mismos, como las nueve categorías; y otros con referencia a algo.
24.2. Y de nuevo los que se están bajo estas diez categorías los hay que son sinónimos, como buey y ser humano, en tanto que seres vivientes. Porque son sinónimos cuando ambos tienen el nombre común: el ser viviente, y la misma palabra, es decir, la definición, o sea la esencia (o: sustancia) animada.
24.3. Pero (son) heterónimos los que bajo el mismo objeto tienen nombres distintos, como subida y bajada; puesto que el camino es el mismo, tanto para arriba como para abajo.
24.4. Y hay otra clase de heterónimos, como caballo y negro, que también tienen nombre y concepto distintos el uno del otro, pero no (tienen) en común el objeto, pero hay que llamarlos diversos, no heterónimos.
24.5. Pero poliónimos (= que tiene muchos nombres) son los que poseen el mismo concepto, pero distinto nombre, como espada, puñal y cuchillo (o: machete).
24.6. Pero son derivados los que reciben el nombre a partir de otro, como el viril de la virilidad.
24.7. Los homónimos son los que reciben el mismo nombre pero tienen distinto concepto, como un ser humano, vivo o dibujado.
24.8. Y de los homónimos, algunos reciben el nombre por casualidad, como Ayas el locrio y el de Salamina; otros intencionadamente (lit.: por pensamiento), y de éstos algunos por semejanza, como ser humano, tanto el vivo como el dibujado; otros según analogía (= como sinónimo de comparación), como "los pies del Ida" (Homero, Ilíada, 20,59) y nuestros pies por estar en la parte más inferior; otros por su actividad, como el pie de una nave (= el timón), por medio del cual el barco navega, y nuestro pie, mediante el cual nos ponemos en movimiento.
24.9. Se llaman homónimos por lo semejante y respecto a lo semejante, como por lo medicinal, el libro y el bisturí [son denominados] medicinales por el médico que los utiliza y respecto a la misma razón medicinal.
Capítulo IX: Sobre las diversas clases de causas
Los diferentes géneros de causas
25.1. Sobre las causas unas (son) primeras, otras comprensivas (lit.: que comprenden en sí; o: inmediatas), otras cooperantes y (otras) necesarias (lit.: sin las cuales no).
25.2. Son primeras las que en primer lugar procuran el punto de partida para que se genere (o: se haga) algo, como la belleza [de una mujer] en los intemperantes del amor; con sólo ver [una mujer] se produce en ellos la inclinación amorosa, aunque no forzosamente.
25.3. Pero próximas (o: comprensivas) son las que también se llaman sinónimas y perfectas en sí mismas, puesto que se bastan a sí mismas para producir el efecto.
25.4. Y a continuación se demostrarán todas las causas en el que aprende. En efecto, el padre es la causa primera del que aprende; el maestro es la [causa] próxima; pero la naturaleza del que aprende es la causa cooperante, y el tiempo entraña la razón de las causas necesarias (lit.: sin las cuales no).
25.5. Y se llama propiamente causa a lo eficazmente causante de hacer algo; y así decimos que el hierro es cortante no sólo en el acto de cortar, sino también cuando no está cortando. De la misma manera también lo causante significa ambas cosas: tanto cuando actúa como cuando no actúa, pero tiene la fuerza para actuar.
Naturaleza de las causas
26.1. Ciertamente unos dicen que las causas (son) corpóreas, pero otros que (son) incorpóreas. Unos dicen que la causa es principalmente un cuerpo, y que lo incorpóreo (es) impropiamente una característica y como (una clase) de causa; pero otros, en sentido contrario, dicen que la causa (es) principalmente lo incorpóreo, y lo corpóreo lo es impropiamente, al igual que el corte, siendo una actividad incorporal, es también causa del corte; siendo también una actividad es incorpórea, y hacerse (cortar) al igual que ser cortado por el cuchillo son (causas) corpóreas.
26.2. El "ser causante de algo" (Aristóteles, Física, II,3,194 b 23-24; Metafísica, IV,2,1013 b 6 ss.) se puede decir de tres maneras: lo que es causante, como el escultor; aquello de lo que es causante, como del producir la estatua; y aquello con lo que es causante, como con la materia. Porque (el escultor) es causa para el bronce de devenir estatua.
26.3. Ciertamente, el producirse y el ser cortado, no son causas, siendo actividades son incorpóreas.
26.4. Respecto a la razón de las categorías o, como algunos [prefieren], de los enunciados -porque Cleantes y Arquedemo llaman enunciados a las categorías- los causantes son los autores (lit.: las causas). De otra manera, que también (es) mejor: unas se dirán causas de las categorías, como de lo que es cortado, que es un caso gramatical (o: modo verbal) de ser cortado; otras (se dirán causas) de los axiomas, como el de es construida la nave, que es nuevamente el modo verbal de construir la nave. Pero Aristóteles [habla] de denominaciones, tales como, de una casa, de una nave, de un incendio (o: quemadura) y de un corte.
26.5. Pero el modo verbal se admite que es incorpóreo; de ahí también que ese sofisma se soluciona así: "Lo que dices, pasa a través de tu boca, lo cual es verdad, pero si dices "casa", entonces pasa a través de tu boca una casa" (Crisipo, Fragmentos lógicos, 279; cf. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, VII,175), lo cual es falso. Puesto que no decimos que el cuerpo sea la casa, sino que es incorpóreo el modo verbal, del cual se obtiene la casa.
La causa, el agente y "aquello por lo que"
27.1. También decimos que el constructor construye una casa por referencia a lo que será (o: ha de ser). De igual manera decimos que se teje una clámide... (laguna en el texto griego); porque lo que indica la actividad presenta al agente.
27.2. Y no es de uno ciertamente el hacer y de otro el causar, sino que (es) lo mismo lo de la clámide y lo de la casa. Porque lo mismo que es causante de que se haga una cosa, por idéntico motivo es agente de que se produzca (o: realice).
27.3. Pero entonces el agente (o: la causa), el hacer (o: la eficiencia) y por medio (de lo que actúa) son lo mismo. Y si algo es causa y agente (o: eficiencia), eso es por entero también aquello por lo que [actúa]; pero si algo es aquello por lo que [actúa], no siempre eso (es) también causa. En realidad, son muchas las cosas que concurren en un resultado, por medio de las cuales se alcanza el final, pero no todas son causas.
27.4. Puesto que Medea no habría matado a sus hijos, si no se hubiera enfurecido; y no se hubiera enfurecido, si no hubiera tenido celos; (y) tampoco eso, si no se hubiera enamorado; ni eso, si Jasón no hubiera navegado hacia Cólquide; y tampoco eso, si no se hubiese construido [la nave] Argos; ni tampoco eso, si no se hubiesen cortado las maderas del [monte] Pelión (ejemplo clásico; cf. Eurípides, Medea, 1-11).
27.5. Porque en todas estas cosas existe el "por lo que" (= razón de medio), no todos son los causantes de la muerte de los niños, sino sólo Medea.
27.6. Por eso lo que no impide es inoperante; por eso lo que no impide no es causante, sino impediente. Así, en el actuar y en el obrar la causa (está relacionada) con lo que se piensa.
Las cuatro denominaciones de las causas
28.1. Además, lo que no impide se aparta de lo que se hace -precisamente por eso se realiza, porque lo que puede apartar no se hace presente-; pero la causa (está) ante lo que se hace. Así, por tanto, lo que no impide no es causa.
28.2. Cuatro son las denominaciones de las causas: agente (o: eficiente), como el escultor; material, como el bronce; formal, como el carácter (= lo que caracteriza lo propio de un ser); y final, como la fama del gimnasiarca (= el encargado de los ejercicios gimnásticos).
28.3. El bronce se usa para hacer la estatua e igualmente es una causa. Porque todo aquello sin lo cual no es posible producir un efecto, por necesidad es una causa, pero no de forma absoluta. Porque aquello sin lo cual no, no es influyente (lit.: comprensivo), sino cooperante.
28.4. Toda actividad produce su efecto de acuerdo a la disposición del paciente. Porque la causa es la que dispone (u: ordena), pero cada cosa recibe conforme a lo que es por naturaleza; procurando la adecuación conveniente, y sin lo cual no tendrá razón condicionante.
28.5. Por consiguiente, la causa (permanece) inactiva sin la conveniente adecuación (= sin la conveniente aptitud o disposición), y no es causa, sino cooperación, puesto que toda causa se concibe como el obrar. Y la tierra no procede de sí misma, puesto que no es causa de sí misma.
28.6. Y sería ridículo decir que el fuego no es la causa de la combustión, sino la leña; ni la espada del corte, sino la carne; ni la fuerza del adversario la [causa] que venciera al atleta, sino la debilidad de éste mismo.
28.7. La causa próxima no necesita tiempo; porque en el mismo instante el cauterio produce dolor al aplicarse a la carne. De las [causas] primeras unas necesitan tiempo hasta que se produzca el efecto; otras no lo necesitan, como la caída del ovillo de hilo. Quizá éstas se dicen atemporales no por privación de tiempo, sino por la disminución, como también lo repentino, y no lo que ha sucedido sin tiempo.
La causa de las cosas es "respecto a algo"
29.1. Toda causa como causa comprende una doble comprensión conceptual: una vez concebida desde algo y sobre algo; ciertamente, desde algo, del efecto, como la espada del cortar, y con relación a algo, a lo que tiene aptitud, como el fuego respecto a la leña, pues no quema al diamante.
29.2. La causa de las cosas es "respecto a algo" (Aristóteles, Categorías, 4,1 b 25), porque se concibe la disposición respecto a otra cosa, de manera que alcancemos las dos, para que concibamos la causa como causa.
29.3. La misma (es) la relación del artífice, del fabricante y del padre. Una cosa no es la causa de sí misma, ni un padre puede ser causa de sí mismo, puesto que lo primero devendría segundo. Ciertamente la causa actúa y dispone; lo que es producido por la causa está afectado y dispuesto.
29.4. Pero algo tomado respecto a sí mismo no puede a la vez actuar y estar dispuesto, ni ser [a la vez] hijo y padre.
29.5. Y por otra parte, la causa precede, según la esencia, a lo producido por ella misma, como la espada al corte. Pero la misma cosa no puede preceder respecto a la misma cosa en la materia, puesto que es causa; y al mismo tiempo venir más tarde y ser posterior, puesto que es obra de la causa.
29.6. Se diferencia el ser del producirse; así también una causa [se diferencia] de lo producido, y el padre del hijo. Porque no se puede admitir que la misma cosa, en cuanto [idéntica] a sí misma, sea y a la vez se produzca. De ahí que no sea causa de sí misma.
Capítulo IX: Sobre las diversas clases de causas (conclusión)
Las causas son causas unas de otras
30.1. Las causas no derivan (lit.: son) unas de otras, sino que (son) causas unas para otras. Porque la disposición esplénica (= referente al bazo) preexistente no es causa de la fiebre, sino de que se origine la fiebre; y la fiebre preexistente no es [causa] de la hipocondría (lit.: no es esplénica), sino de que aumente la disposición (o: índole) [de la enfermedad].
30.2. Así también las virtudes (son) causas unas de otras de no separación por la consecuencia recíproca, y las piedras con forma de bóveda son causas del categorema de permanecer fijas (o: del atributo de no caer), pero no son causas unas de otras; y también el maestro y el que aprende son causas mutuamente del categorema del progreso.
30.3. Se dice que unas causas ciertamente a veces lo son mutuamente de sí mismas, como el comerciante y el almacenero (o. comerciante menor, tabernero) son causas mutuas del lucrar; y a veces también recíprocas, como el cuchillo y la carne; porque el cuchillo (lo es) de que la carne sea cortada, y la carne (lo es) para el cuchillo de cortar.
30.4. El "ojo por ojo" (Lv 24,20; Mt 5,38) y "vida por vida" (Lv 24,18; cf. Ex 21,23-24). Porque ciertamente el que ha golpeado mortalmente a algunos es causa de muerte para éste o de que se origine la muerte, pero herido en respuesta mortalmente por él, lo ha tenido como causa en respuesta; de modo que no se convirtió en causa para él, sino por otra cosa.
30.5. Porque en verdad fue causante de muerte para él; la muerte no le asestó de nuevo el golpe mortal, sino el mismo herido, como si se tratara de otro, él mismo devino causante, pero tuvo al otro (como) causa; también quien agravia a otro, se constituye ciertamente en causa del agraviado, pero la ley que ordena vengarse no es un agravio (para él), sino de castigo y de disciplina. De igual manera, las causas mutuas no (son) causas como causas, pero son concausas (= causas conjuntas).
Las causas "procatárticas"
31.1. Todavía se busca si varias causas juntas como una sola devienen varias causas (de una sola cosa). Porque los hombres que reman juntos son los causantes de que sea botada la nave; pero cada uno en particular no (es) causa, sino que junto con los otros, a no (ser) que también la complicidad (o: concausa) sea causa. Pero otros dicen que si existen varias causas, cada una deviene causa de una cosa.
31.2. En todo caso, las muchas virtudes vienen a ser las causantes de la felicidad, que es única, y del calentarse y sentir dolor igualmente varias (son) las causas.
31.3. Y también que las muchas virtudes sean potencialmente (lit.: según potencia o fuerza) una sola, como lo que calienta y lo que hace sentir dolor. Asimismo la multitud de las virtudes según un solo género deviene la causa de la única felicidad.
31.4. Pero en realidad, las causas primeras (procatárticas) de una cosa son varias según el género y la especie; así, según el género, de cualquier enfermedad, como enfriamiento, inflamación (el manuscrito "L" lee: debilidad [éklysis, no égkaysis]), fatiga (o: cansancio), indigestión, embriaguez; también según la especie de la enfermedad.
31.5. Y la causa próxima según el género (es) una, pero no según la especie. Porque el percibir un olor agradable según el género es una cosa que tiene varias causas según la especie, como incienso, rosa, azafrán, estoraque, mirra y ungüento. Puesto que la rosa no posee el mismo aroma que la mirra.
Diversas causas primeras
32.1. Y una misma cosa deviene causa de [efectos] contrarios; a veces por la magnitud (o: la fuerza) de la causa y la capacidad; otras veces por la acomodación del que [la] experimenta (o: padece).
32.2. Respecto a la cualidad de la fuerza: la misma cuerda, respecto a la tensión o la distensión, emite el sonido agudo o el grave.
32.3. Respecto a la acomodación de los que [la] experimentan: la miel (es) dulce ciertamente para los sanos, pero amarga para los afiebrados; y también el mismo e idéntico vino conduce a unos a la ira y a otros al libertinaje (o: a ser disolutos), y el mismo sol derrite la cera pero endurece la arcilla.
32.4. Así, por tanto, algunas causas son evidentes y otras son descubiertas por razonamiento; unas son oscuras y otras [se descubren] por analogía (= es decir, son evidentes).
32.5. Y de las oscuras, ciertamente unas son temporalmente ocultas: las que actualmente se encuentran ocultas, pero que alguna vez son vistas con evidencia; otras (son) oscuras por naturaleza: las que en ningún tiempo pueden devenir evidentes.
32.6. Y de entre éstas las hay que son asequibles (catalépticas) por naturaleza, como las que algunos no llamarían ocultas porque podrían ser alcanzadas analógicamente mediante signos, como la simetría de los pasos observados por la razón; pero otras son inasequibles (acatalépticas): las que de ninguna manera pueden caer bajo la comprensión (katalépsis) [humana], y las que se dicen de una vez para siempre ocultas (o: desconocidas).
32.7. También las [causas] primeras (procatárticas) unas son próximas, otras concausas y otras cooperantes. Y unas [lo] son según naturaleza, otras más allá de la naturaleza, otras por una enfermedad, y según la deficiencia de las pasiones o por la intensidad de las mismas, y por los tiempos y oportunidades.
Las causas cooperantes y las concausas. Conclusión del libro octavo
33.1. Ciertamente, aunque se supriman las [causas] primeras el efecto permanece; y una causa es próxima cuando estando presente permanece el efecto y si se suprime desaparece [el efecto].
33.2. La [causa] próxima es llamada sinónimamente también perfecta en sí misma, ya que es independientemente (o: autárquica) por sí misma productora del efecto.
33.3. Y si la causa perfecta en sí misma es manifestación de una actividad perfecta en sí misma, la causa cooperante indica ayuda y el servicio (leitoyrgían) junto con otro.
33.4. Por consiguiente, si no realiza nada, ni siquiera será llamada cooperante, pero si realiza algo devendrá causa totalmente de eso que también realiza, es decir, de lo que es producido por ella misma.
33.5. Así, es cooperante cuando estando presente se ha producido el efecto; manifiestamente (cuando está presente) de manera manifiesta, ocultamente cuando está presente de manera oculta.
33.6. Y también la concausa es un género de causa, como el compañero de armas (es) un soldado y el compañero de adolescencia, un adolescente.
33.7. Por lo tanto, la causa cooperante ayuda a la concausa (o: causa comprensiva, sinéctica) intensificando su efecto, pero la concausa no pertenece al mismo concepto (lit.: no está sobre el mismo concepto); porque puede haber una concausa que no sea causa cooperante de nada.
33.8. Puesto que la concausa se concibe con otra que no puede producir separadamente por sí misma el efecto, (siendo) causa junto con otra causa.
33.9. Y la causa cooperante se diferencia de la concausa en que la concausa no obra separadamente, produce el efecto con otra; pero la cooperante, no pudiendo realizarlo separadamente y unida a otra que puede obrar por sí misma, coopera más fuertemente a realizar el efecto. Y principalmente la causa cooperante de una causa primera (procatártica) deviene eficaz (o: cooperante) al empujar (o: sostener) a la fuerza establecida de la causa.
Fin de los Stromata