alabras que dirigió Benedicto XVI este domingo antes de rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio junto a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas!
Continúa el Año de la Eucaristía, convocado por nuestro amado Papa Juan Pablo II, para reavivar cada vez más en las conciencias de los creyentes la maravilla ante este gran sacramento. En este tiempo eucarístico particular, uno de los temas más recurrentes es el del domingo, el Día del Señor, tema central del reciente Congreso Eucarístico italiano que se celebró en Bari. Durante la celebración conclusiva, también yo subrayé que la participación en la misa dominical no tiene que ser experimentada por el cristiano como una imposición o un peso, sino como una necesidad y una alegría. Reunirse con los hermanos, escuchar la Palabra de Dios, alimentarse de Cristo, inmolado por nosotros, es una experiencia que da sentido a la vida, que infunde paz en el corazón. Sin el domingo, nosotros, los cristianos, no podemos vivir.
Por este motivo, los padres están llamados a hacer que sus hijos redescubran el valor y la importancia de la respuesta a la invitación de Cristo que convoca a toda la familia cristiana a la misa dominical. En este camino educativo, una etapa particularmente significativa es la Primera Comunión, auténtica fiesta para la comunidad parroquial, que acoge por primera vez a sus hijos más pequeños en la mesa del Señor. Para subrayar la importancia de este acontecimiento para la familia y para la parroquia, el 15 de octubre próximo, si Dios quiere, tendré en el Vaticano un encuentro especial de catequesis para los niños, en particular de Roma y del Lacio, que durante este año han recibido la Primera Comunión. Esta reunión festiva tendrá lugar casi al final del Año de la Eucaristía, mientras se celebre la asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos, centrada en el misterio eucarístico. Será una circunstancia oportuna y bella para confirmar el papel esencial que tiene el Sacramento de la Eucaristía en la formación y crecimiento espiritual de los niños.
Confío ya desde ahora este encuentro a la Virgen María, para que nos enseñe a amar cada vez más a Jesús, meditando constantemente en su Palabra y adorando su presencia eucarística, y nos ayude a hacer que las jóvenes generaciones descubran la «perla preciosa» de la Eucaristía, que da auténtico y pleno sentido a la vida.
[Traducción del original italiano realizad por Zenit. Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. Estas fueron sus palabras en castellano:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los del Colegio San José de Reus y a los de las parroquias de Nuestra Señora del Carmen de Játiva y Valencia. Os exhorto con las mismas palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: «Id y proclamad que el Reino de Cielos está cerca». ¡Qué Dios os bendiga!