AMPLONA, domingo, 26 junio 2005 (ZENIT.org).- ¿Quién ha inventado el matrimonio? y, ¿puede la ley «entrometerse» en algo tan personal como el matrimonio? Son algunas de las preguntas a las que responde en esta entrevista concedida a Zenit Juan Ignacio Bañares Parera (Barcelona, 1952), sacerdote y doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra y licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona..
Acaba de escribir el libro «La dimensión conyugal de la persona: de la antropología al derecho», de la casa editorial Rialp y de la Biblioteca del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra, del cual forma parte como directivo.
--¿Qué es la dimensión conyugal de la persona?
--Bañares: La persona humana existe modalizada como persona femenina o persona masculina. Ambas son igualmente personas, pero lo son de una manera distinta. A pesar de la expresión popular que existe en castellano de «encontrar a mi media naranja», mujer y varón no son «medias naranjas»: porque una media naranja es sólo una mitad de algo; porque una media naranja es idéntica a la otra mitad; y porque una media naranja no interactúa con la otra media: aporta más de lo mismo.
En cambio esta diferenciación entre persona femenina y masculina, que está asentada en la estructura misma del ser personal, abarca a toda la persona (en lo físico, lo psíquico, lo espiritual) y supone un potencial de enriquecimiento para cada uno, que constituye la complementariedad. De ahí surge luego la posibilidad de comunicarse, de amarse y de hacer de sí un don al otro específicamente «en cuanto varón o mujer», es decir en lo conyugable.
Podríamos llamar esponsalidad al carácter o dimensión genérico de ser mujer o varón, como dimensión que empapa toda la estructura personal del ser humano, y dimensión conyugal a la posibilidad que ofrece esta complementariedad para constituirse mujer y varón en una unión en la naturaleza: el consorcio conyugal. Ahí se unen la verdad de la naturaleza, la fuerza soberana de la libertad y la grandeza de los fines.
--Según el libro, la persona estaría llevada naturalmente al matrimonio. Pero hay otras opciones de vida, como la suya, el sacerdocio. ¿Lo podría explicar?
--Bañares: Diría más bien, no que «la persona está llevada naturalmente al matrimonio», sino que está estructurada naturalmente para poder contraer matrimonio: los presupuestos antropológicos están en todas las personas humanas. Sin embargo, aunque el matrimonio sea «posible» para todos, corresponde a cada uno la decisión libre de ejercer ese derecho fundamental del ciudadano y del fiel.
A su vez, la decisión de permanecer soltero puede tener muchos motivos, algunos de ellos muy dignos y de gran nobleza. Pero entiendo que, no sólo el sacerdocio, sino todo celibato apostólico ni es una forma de soltería --por muy digna que ésta pueda ser-- ni es una iniciativa del sujeto: es siempre don de Dios y respuesta del hombre.
En este sentido --y siguiendo el pensamiento de Juan Pablo II--, se puede decir que en el celibato como vocación la persona --mujer o varón-- se entrega totalmente a Dios, también según la estructura de su masculinidad o feminidad. Así pues, la dimensión esponsal del ser humano puede constituir la base para hacer de sí un don a Dios a través del don al otro distinto --y eso es constituir la conyugalidad, el matrimonio-- o directamente a Dios, sin la mediación de una criatura.
Entiéndase bien: esto no significa minimizar el matrimonio: ¡al contrario! Significa subrayar que el matrimonio no es sólo una opción de dos, sino una voluntad de Dios a través del otro en el camino personal de santificación y de evangelización; y en la contribución a la Iglesia y a la sociedad civil.
--¿Quién ha inventado el matrimonio?
--Bañares: El matrimonio lo ha diseñado el amor de Dios, lo ofrece la realidad de la naturaleza, lo constituye la libertad de varón y mujer y lo ?recibe y reconoce? la sociedad, como una relación de justicia previa.
--¿Puede la ley «entrometerse» --son sus palabras-- en algo tan personal como el matrimonio?, se pregunta usted en el libro: y argumenta que sí ¿por qué?
--Bañares: En realidad no es que ley se «entrometa», es que el matrimonio encierra en sí unas relaciones de justicia. La conyugalidad se establece en el orden del ser --uno «es» esposo, como «es» padre, madre o hija-- pero al hacer de sí mismo un don en toda la dimensión masculina o femenina, se está comprometiendo el futuro: es decir, se hace entrega no sólo del instante, sino de toda la apertura de la biografía personal.
Eso, obviamente, es consecuencia del amor, que quiere darse del todo y sin retroceso: pero a la vez es una relación de justicia. Después de «ser» esposos, las conductas conyugales y familiares son «debidas»: puesto que se ha dado el ser --en esa dimensión-- en orden a unos fines, queda igualmente entregado el ?obrar?, que es el despliegue propio del ser humano libre en su dimensión histórica, en su temporalidad.
El papel de la sociedad a través del derecho consiste en regular el ejercicio del derecho fundamental de la persona, en reconocer --de la forma adecuada-- la soberanía de los contrayentes, y en proteger la verdad de la institución misma.