IMA, lunes, 18 julio 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha alentado a los médicos católicos a enseñar a los enfermos el sentido trascendente del dolor y la enfermedad en un menaje enviado al congreso «La enfermedad y la vida cristiana», concluido este domingo en Lima.
En su misiva, el pontífice alienta «a los médicos católicos a ejercer su profesión acompañando a los enfermos con una actitud de caridad, enseñándoles a aceptar los propios límites humanos y la enfermedad, y animándoles a ofrecer al Señor sus sufrimientos, uniéndose así al sacrificio redentor de Cristo».
En el telegrama el Papa «se congratula por esta iniciativa que contribuye a dar una visión de la vida arraigada firmemente en la fe y alimentada por la contemplación de la Cruz».
El cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, inauguró el pasado viernes el encuentro, organizado por el Instituto Vida y Espiritualidad y por la Asociación de Médicos Católicos del Perú, en el auditorio del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas.
El purpurado mexicano destacó que «para aproximarse al misterio del dolor no se puede tener un ?pensamiento débil?, sino un ?pensamiento fuerte?, que sin desdeñar los conocimientos científicos, afirme de una manera meta-racional la lógica de la fe», según revela una crónica de «Radio Vaticano».
Asimismo, explicó que «todos los seres humanos somos corresponsables» en el misterio del dolor, pero podemos elegir entre vivir la «solidaridad en el mal generada por el pecado original» o vivir «la solidaridad en la obediencia a Dios».
«Para que el dolor de cada persona en el tiempo adquiera un sentido salvífico --agregó el cardenal Lozano--, debe cada uno unir su sufrimiento al dolor de Cristo y, en Él, a toda la humanidad».
Esta es, indicó, la práctica personal victoriosa que «permite afrontar el misterio del dolor desde la Resurrección».
«La única manera de descifrar el enigma del dolor y el sufrimiento --dijo el purpurado-- es el camino del amor. Un amor que es capaz de transformar la nada en plena realidad. Es la íntima solidaridad del amor triunfante que resucita, dentro de la solidaridad amorosa en el sufrimiento más terrible que mata. Es la victoria sobre la muerte».
«El sufrimiento va más allá de la enfermedad, pues existe el sufrimiento físico y el espiritual --subrayó--. Además del sufrimiento individual hay el sufrimiento colectivo, que se da debido a errores y trasgresiones de los humanos, en especial en las guerras».
«Cristo ofrece la respuesta al problema del sufrimiento ?añadió--: responde al que le brinda toda su disponibilidad y compasión; su presencia es eficaz; ayuda, da y se da a sí mismo».
Además, el sufrimiento genera amor hacia el que sufre, un amor desinteresado para ayudarlo aliviándolo. Esto se hace ahora en forma organizada y oficial, mediante las organizaciones sanitarias y sus profesionales, también a través de los voluntarios. Se trata de una verdadera vocación, en especial cuando se une en la Iglesia con una profesión cristiana, indicó.
En este sentido, y tras dar especial relevancia a la ayuda que prestan las familias a sus familiares enfermos, el cardenal mexicano añadió en esta categoría del Buen Samaritano a todos aquellos que actúan no solamente en favor de los enfermos, sino para desterrar toda clase de males, los que luchan contra el odio, la violencia, la crueldad, contra todo tipo de sufrimiento del cuerpo y del alma.
Por eso, concluyó, «todo hombre debe sentirse llamado en primera persona a testimoniar su amor en el sufrimiento y no debe dejarlo sólo a las instituciones oficiales».