IUDAD DEL VATICANO, martes, 26 julio 2005 (ZENIT.org).- La festividad de san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús coincide con el verano y con el consiguiente «abandono»y «aparcamiento» de ancianos en casas o residencias.
Así de crítico es el artículo de Gianmario Galmozzi, publicado en las páginas de «L?Osservatore Romano» de la edición italiana diaria del 24 de julio.
«Justo en el corazón del verano, cuando las familias buscan reparo al calor y a la humedad en lugares frescos, --montañas, lagos o playas, olvidando en casa a los ancianos solos, o aparcándolos, si no son ya autosuficientes, en colas de hospitales-- cae la fiesta de los santos Joaquín y Ana».
El autor retoma la historia de esta festividad, que se celebró el 26 de julio, y recuerda que son los días indicados para «manifestar agradecimiento, respeto y solidaridad a los ancianos por la sabiduría de los años».
«En Occidente el número de ancianos se ha multiplicado y ha cambiado la relación con las generaciones. En Italia, hace 15 años el 15,3 % de la población superaba los 65 años. En 2050 serán el 34,9 %», revela el periódico.
«Existe el riesgo de un conflicto entre generaciones», prosigue el rotativo, pues los jóvenes se dan cuenta que los ancianos son un peso: cuestan mucho, ocupan espacios de vivienda, limitan el tiempo libro y recuerdan a los jóvenes como serán de ancianos».
Estos datos «tienen que influenciar necesariamente a la pastoral ordinaria de comunidades y parroquias para dar la justa colocación a la figura del anciano», propone.
Gianmario Galmozzi hace una reseña de la historia del culto de estos santos, ya presente en la tradición a través de los padres de la Iglesia y del Protoevangelio de Santiago --apócrifo del siglo II-- y recuerda que «los abuelos y las abuelas, como las madres y las esposas consideran a los dos santos patriarcales sus patronos celestes por los ejemplos de vida conyugal y familiar vividos en el espíritu de la oración bíblica y en el respeto de la ley del Señor».
Galmozzi hace saber que en las imágenes, san Joaquín y santa Ana se representan con la Biblia en la mano y define a los santos abuelos de Jesús «protectores ejemplares y silenciosos de la familia cristiana».