IUDAD DEL VATICANO, 6 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI consideró que el decisivo impulso a la valoración de la Palabra de Dios constituye uno de los frutos más evidentes del Concilio Vaticano II, cuarenta años después de su clausura.
«La Iglesia no vive de sí misma sino del Evangelio y del Evangelio saca siempre la orientación para su camino», aseguró el Santo Padre al pronunciar la tradicional alocución del domingo a mediodía con motivo de la oración mariana del Ángelus.
Miles de peregrinos desafiaron la fuerte lluvia que azotaba la plaza de San Pedro para escuchar las palabras del obispo de Roma, quien como de costumbre hablaba desde la ventana de su estudio.
Con su reflexión el Papa continuó la serie de intervenciones dominicales sobre los documentos del Concilio Vaticano II, que comenzó el 30 de octubre para preparar la celebración del cuadragésimo año de la clausura de aquella cumbre eclesial, que tendrá lugar el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
En este día sus palabras se concentraron en la constitución «Dei Verbum», sobre la Revelación, «uno de los pilares de todo el edificio conciliar».
Ese documento, constató, «imprimió un intenso impulso a la valoración de la Palabra de Dios, de la que se ha derivado una profunda renovación de la vida de la comunidad eclesial, sobre todo en la predicación, en la catequesis, en la teología, en la espiritualidad y en las relaciones ecuménicas».
«La Palabra de Dios, por la acción del Espíritu Santo, guía a los creyentes a la plenitud de la verdad», reconoció.
La «Dei Verbum», explicó, «recogiendo los frutos de la renovación teológica precedente, el Vaticano II coloca a Cristo en el centro, presentándole como "a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación"».
«De hecho, el Señor Jesús, Verbo hecho carne, muerto y resucitado --constató--, llevó a plenitud la obra de salvación, realizada con gestos y palabras, y manifestó plenamente el rostro y la voluntad de Dios, de manera que hasta su regreso glorioso no hay que esperar ninguna nueva revelación pública».
Benedicto XVI concluyó recordando una de las imágenes más queridas por el arte italiano, la de la Virgen en el momento en el que el arcángel le anuncia que será Madre del Salvador.
María, en estos iconos, aparece «mientras medita en las sagradas Escrituras, representadas generalmente con un libro que María tiene en sus manos, o en el seno, o encima de un atril».
Esta es la imagen también que el Santo Padre propone para la Iglesia y que, como el constata, presenta el mismo Concilio: «En escucha religiosa de la Palabra de Dios?».
Concluyó su intervención pidiendo que « la Iglesia sea dócil esclava de la Palabra divina y la proclame siempre con confianza firme para que "todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame"» («Dei Verbum», n. 1).