an Juan de la Cruz (Juan de Yepes), compañero de santa Teresa de Ávila en la reforma del Carmelo en España, nació en Fontiveros (Ávila) en 1542. A los veintiún años entró en la Orden Carmelita y recibió el nombre de Juan de san Matías. Su tendencia y su vocación, estrictamente contemplativas, estuvieron a punto de hacerlo entrar en la Cartuja. Santa Teresa lo animó a cooperar con ella en la reforma de la Orden en la que ambos habían profesado. Como carmelita descalzo tomó el nombre de Juan de la Cruz.
La reforma, austera y contemplativa, responde claramente a sus anhelos y le ayuda a emprender una carrera acelerada hacia el ideal de santidad que se había propuesto. Murió en Úbeda (Jaén) a los cuarenta y nueve años, el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado en 1726 y declarado doctor de la Iglesia en 1926.
El motivo de darle dicho título está en sus obras, fruto de una experiencia vivida y de un estudio intenso, en las que nos da una síntesis difícilmente superable de la vida mística. Los progresos más recientes, especialmente en el campo de la psicología, pueden matizar algunas de sus afirmaciones, pero en modo alguno quitan valor a las agudas observaciones que hace sobre el camino de Dios en sus escritos.
Escribió:
Subida al Monte Carmelo,
Noche oscura del alma,
Cántico espiritual y
Llama de amor viva. Dichas obras, sus poesías y otras obritas menores son una joya de la literatura castellana del siglo XVI. Conocidas, estudiadas y gustadas por su valor formal incluso por los que no participan de la fe cristiana. Las ediciones castellanas más asequibles son las de la BAC, del Monte Carmelo (Burgos) y las del Apostolado de la Prensa.
Las lecturas escogidas para la Liturgia de las Horas son:
Lunes de la semana II de Adviento. Unos fragmentos del capítulo 22 del libro II de la
Subida. Responde a una cuestión: ¿hay que preguntar todavía a Dios, como en el Antiguo Testamento? No es necesario; el Verbo hecho Hombre es la respuesta personal de Dios; a partir de ahí hace una alabanza ardiente de Cristo.
El día 14 de diciembre, memoria del santo. Unos fragmentos del
Cántico 37,4 y 36,13. Es como un himno sublime a la profundidad del conocimiento de Cristo -recuerda a san Pablo- y a la necesidad de amar la Cruz para llegar a la plena unión. Viene a ser una autobiografía de lo más íntimo de su alma.
Viernes de la semana VIII del tiempo ordinario. También del
Cántico 39,4-7. Es un comentario, a la luz del Nuevo Testamento, a las palabras de la I lectura, sacada de Oseas 2. Las comparaciones nupciales del profeta hallan su pleno cumplimiento en la unión del alma con Dios, por la acción constante y profunda del Espíritu que nos hace hijos de Dios.
J. F.