aticano, 02/12/05 (ZENIT.org).- La ejecución número mil en los Estados Unidos desde el restablecimiento de la pena de muerte en 1976, debe llevar a intensificar el compromiso a favor de la vida en ese país y en todo el mundo, considera el diario de la Santa Sede.
«L'Osservatore Romano» refiere en su portada de la edición del 3 de diciembre en italiano sobre la ejecución con inyección letal de Kenneth Lee Boyd, de 57 años, en la cárcel central de Raleigh, capital del estado de Carolina del Norte
Veterano de guerra de Vietnam, con un historial de abuso de alcohol, fue condenado a muerte por el asesinato de su mujer y su suegro delante de dos de sus hijos en 1988.
La pena capital ha sido adoptada, en estos momentos, en 38 de los 50 Estados de la Unión Americana.
«Las macabras estadísticas de la pena de muerte en los Estados Unidos cuentan a partir de hoy 832 inyecciones letales; 152 ejecuciones en la silla eléctrica, 11 en la cámara de gas; tres en la horca y dos muertes por fusilamiento», recuerda el diario vaticano.
«Se trata de datos, que con su crudeza muestran todo lo que queda por hacer, incluso en los sumamente civiles y democráticos Estados Unidos, para afirmar el valor de la vida humana y de su inalienable dignidad», añade.
«Pero se trata de datos que, en realidad, revelan sólo la punta de un iceberg. Basta pensar que, tan sólo en el año 2004, se aplicaron al menos 3.979 condenas a muerte en 25 países y se sentenciaron otras 7.395», sigue informando.
«Estos son números oficiales --aclara--. Según los estándares de la ONU, los datos relativos a la pena de muerte tienen que hacerse públicos. Así sucede en los Estados Unidos, pero no sucede en otros sitios », explica.
En muchos países, lamenta «L'Osservatore Romano», «las cifras sobre la pena de muerte son mantenidas en secreto: los condenados simplemente "desaparecen", en ocasiones sin que ni siquiera se hubiera celebrado algo parecido a un proceso».