(1)... a los cuales estuvo presente y así lo puso[1]. El tercer libro del Evangelio es el de Lucas. Este Lucas, médico, después de la ascensión de Cristo, como Pablo lo hubiese llevado consigo por verlo aficionado a viajar, escribió en su nombre de oídas, ya que él tampoco conoció al Señor personalmente[2], y así, en la medida en que le fué asequible, comienza a hablar desde el nacimiento de Juan.
(2) El cuarto Evangelio es el de Juan, uno de los discípulos. Rogado «por sus condiscípulos y obispos, dijo: “Ayunad conmigo tres días a partir de hoy, y que cada uno de nosotros refiera a los demás lo que le fuere revelado”. Aquella misma noche le fué revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que, de conformidad con todos, Juan escribiera en su nombre, Y así, aunque parezca que se enseñan cosas distintas en los distintos Evangelios, no es diferente la fe de los fieles, ya que por el mismo principal Espíritu ha sido inspirado lo que en todos se contiene sobre el nacimiento, pasión y resurrección (de Cristo), así como sobre su permanencia con los discípulos y sobre su doble venida, despreciada y humilde la primera, que ya tuvo lugar, y gloriosa con regia potestad la segunda, que ha de suceder.
¿Qué tiene, pues, de extraño que Juan tan frecuentemente afirme cada cosa en sus epístolas diciendo a este respecto: Lo que vimos con nuestros ojos, y oímos con nuestros oídos, y nuestras manos palparon, esto os escribimos[3]? Con lo cual se profesa a la vez no sólo testigo de vista y de oído, sino escritor de todas las maravillas del Señor.
(3) Los Hechos de todos los Apóstoles fueron escritos en un libro. Lucas refiere al óptimo Teófilo lo que ha sucedido en su presencia, como lo declara evidentemente el hecho de que pase por alto la pasión de Pedro y el viaje de Pablo desde Roma a España[4].
(4) En cuanto a las Epístolas de Pablo, cuáles sean, desde qué lugar o por qué causa fueron dirigidas, ellas mismas lo declaran a los que quieren entender. En primer lugar, a los Corintios, prohibiendo la herejía del cisma; después, a los Gálatas (prohibiendo) la circuncisión; a los Romanos escribió más extensamente intimándoles el orden de las Escrituras y cómo el principio de ellas es Cristo. No[5] necesitamos discutir sobre cada una de ellas, ya que el mismo bienaventurado apóstol Pablo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, sólo escribió nominalmente a siete iglesias, por este orden: la primera, a los Corintios; la segunda, a los Efesios; la tercera, a los Filipenses; la cuarta, a los Colosenses; la quinta, a los Gálatas; la sexta, a los Tesalonicenses; la séptima, a los Romanos. Y aunque a los Corintios y Tesalonicenses escriba dos veces para su corrección, sin embargo se reconoce una sola Iglesia difundida por todo el orbe de la tierra; pues también Juan en el Apocalipsis, aunque escribe a siete iglesias, habla para todos. Asimismo son tenidas por sagradas una (carta) a Filémón, una a Tito y dos a Timoteo, que, aunque hijas de un afecto y amor personal, sirven al honor de la Iglesia católica y a la ordenación de la disciplina eclesiástica.
(5) Corren también una carta a los Laódicenses, otra a los Alejandrinos, fingidas bajo el nombre de Pablo para favorecer a la herejía de Marción, y otros muchos escritos que no pueden ser recibidos en la Iglesia católica, porque no conviene mezclar la hiel con la miel.
(6) Entre los escritos católicos se cuentan una Epístola de Judas y dos del mencionado Juan y la Sabiduría, escrita por amigos de Salomón en honor del mismo. Apocalipsis sólo recibimos el de Juan y el de Pedro, aunque este último, algunos de los nuestros no quieren que sea leído en la iglesia.
(7) Recentísimamente, en nuestros días, Hermas escribió en Roma el Pastor, ocupando la cátedra de la iglesia de Roma como obispo su hermano Pío; y por esto conviene leerlo, pero no puede hacerse públicamente al pueblo en la iglesia, ni entre los profetas, por estar completo ya su número; ni entre los apóstoles, por haber terminado ya su tiempo.
De Arsineo, Valentino y Milcíades no recibimos nada en absoluto; los cuales han escrito también un nuevo libro de salmos para Marción, juntamente con Bisílides de Asia...[6]
Notas (reelaboradas a partir de las originales de S. Muñoz Iglesias)
[1] Estas palabras se refieren, sin duda, al segundo Evangelio. Debía decirse, a propósito de Marcos, que no fué testigo presencial (véase la nota siguiente), pero que -según una tradición posterior- recogió los sermones de Pedro a los cuales estuvo presente.
[2] No sabemos si Lucas es equiparado en su desconocimiento personal de Cristo a Pablo —de quien no parece probable que se hubiera hecho mención anteriormente bajo este aspecto— o más probablemente a Marcos, del cuai es casi seguro que se había dicho algo parecido en las líneas anteriores.
[3] 1Jn 1,1-4
[4] El autor de este escrito afirma claramente que Lucas calló estos dos hechos porque o no los presenció o no habían tenido lugar cuando escribió lo» Hechos. Pero la mención incidental que hace del viaje de San Pablo a España constituye un valioso testimonio acerca de la posible realidad histórica de dicho viaje.
[5] Este "no" no está en el original latino, pero se supone por la lógica de la frase. Otros, para evitar agregar la negación, traducen: "Nos es necesario dar un informe bien argumentado de todas estas"; lo cierto es que el "informe bien argumentado" no está aquí, así que parece más probable la inadvertida omisión del "non"
[6] Estas últimas líneas resultan ininteligibles. Tal vez este Basílides es el famoso gnóstico que floreció en la primera mitad del siglo II. No nos atrevemos a traducir el nombre Cataphrygum. Los autores antiguos llamaban así a los montanistas, por haber sido Montano procedente de Frigia. Otros traducen: "Basilides [y] el fundador asiático de los Catafrigios."