IUDAD DEL VATICANO, viernes, 10 febrero 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI está convencido que el servicio que la Iglesia ofrece a la verdad de la fe es, en última instancia, un servicio a la alegría profunda.
Así se lo explicó este jueves a los cien participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un discurso en el que recogió «con algo de emoción», su experiencia como prefecto de ese organismo vaticano durante más de veinte años.
«En la vida de la Iglesia, la fe tiene una importancia fundamental, pues es fundamental el don que Dios hace de sí mismo en la Revelación y esta auto-entrega de Dios es acogida en la fe», reconoció al explicar la importancia del servicio que ofrece esa Congregación.
Cuando la fe pierde este carácter central, reconoció, «también el tejido de la vida eclesial pierde su vivacidad original y se deteriora, cayendo en un activismo estéril y reduciéndose a habilidad política de estilo mundano», reconoció.
«Si la verdad de la fe se pone con sencillez y decisión en el centro de la existencia cristiana --añadió--, la vida del hombre queda vivificada por un amor que no conoce pausas ni confines, como he podido recordar en mi reciente carta encíclica "Deus caritas est"».
Según el Papa, «Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin Él pierde su orientación, pues sin el conocimiento de la verdad la libertad se degenera, se aísla y se reduce a libre albedrío estéril»
«Con él, la libertad recupera su razón de ser, se reconoce como hecha para el bien y se expresa en acciones y comportamientos de caridad», subrayó.
«Jesucristo, que es la plenitud de la verdad, atrae hacia sí el corazón de todo hombre, lo dilata, lo llena de alegría --explicó--. Sólo la verdad es capaz de invadir la mente y de hacerle gozar plenamente. Esta alegría ensancha las dimensiones del espíritu humano, levantándole de las angustias del egoísmo, haciéndole capaz de amor auténtico».
«Por este motivo, el servicio a la fe, que es testimonio de quien es la verdad entera, es también un servicio a la alegría y es esta la alegría que Cristo quiere difundir en el mundo: ¡es la alegría de la fe en Él, de la verdad que por medio de Él se comunica, de la salvación que viene de Él!», exclamó.
«¡Esta es la alegría que experimenta el corazón cuando nos arrodillamos para adorar en la fe a Jesús!», reconoció.
Profundizando continuamente en el conocimiento de Cristo, indicó, «podemos mostrar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo que la fe en Él no es algo sin importancia para el destino de la humanidad: por el contrario, es el cumplimiento de todo lo que es auténticamente humano».
«Sólo desde esta perspectiva podremos ofrecer respuestas convincentes al hombre que se encuentra en búsqueda. Este compromiso es de importancia decisiva para el anuncio y la transmisión de la fe en el mundo contemporáneo. En realidad, la tarea de evangelizar exige hoy, como prioridad urgente, este compromiso», concluyó.