ARACAS, jueves, 18 mayo 2006 - Zenit
La Santa Sede ha pedido apoyo en particular para los pequeños agricultores y los indígenas con el objetivo de que Latinoamérica no sólo abandone el hambre, sino que alcance niveles generalizados de vida dignos.
La propuesta fue presentada por monseñor Renato Volante ante las delegaciones de 33 países que participaron en la Conferencia Regional para América Latina de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), celebrada en Caracas entre el 24 y el 28 de abril.
Según un documento presentado en la conferencia y que recoge datos de la FAO de 2004, un 18,6% de la población total de América Latina «se encuentra en situación de extrema pobreza», esto es, más de 220 millones de personas pobres, un 42,9% del total de la población de la región.
En América Latina y el Caribe hay 53 millones de personas que no tienen un acceso suficiente a la alimentación a pesar de que la región produce alimentos en cantidades suficientes, según cifras de organismos internacionales como la FAO y el Programa Mundial de Alimentos.
En la conferencia se constató asimismo que son pocos los países de la región que alcanzarán las Metas del Milenio el 2015, fijadas por Naciones Unidas el 2000, de reducir a la mitad la pobreza en el mundo.
Monseñor Volante denunció «una contradicción evidente entre las potencialidades concretas y la voluntad de actuar compromisos precisos para garantizar no sólo el consumo, sino las condiciones sociales más amplias, la salud y el nivel nutricional de la población».
Para alcanzar estos objetivos, señaló, «la primera referencia debe ser en primer lugar a los pequeños agricultores, con frecuencia olvidados por las instituciones y por las formas de cooperación, o a las comunidades indígenas, desarraigadas de su hábitat y obligadas a modelos de producción y consumo lejanos de sus tradiciones».
En definitiva, señaló, estos objetivos de desarrollo deben tener por criterio central «el respeto de la dignidad de la persona humana».
En el caso del mundo agrícola, aclaró, esto «significa, entre otras cosas, que la seguridad alimentaria no puede confinarse a las urgencias o al socorro en las situaciones de absoluto degrado no más sostenibles, también si en estos contextos la acción inmediata parece como la única meta posible».
El representante vaticano explicó que «la familia rural» tiene una «irreemplazable función de guardiana y continuadora de conocimientos, tradiciones, valores morales, sentido de la armonía y valor de la vida, presupuestos todos de una concreta solidaridad entre las personas y las generaciones».
Concluyó constatando que desde otras partes del mundo «se mira a América Latina y al Caribe con particular interés para verificar cómo también sus raíces humanas, espirituales y religiosas le permiten superar el flagelo del hambre».