aticano, 30/06/06 Zenit.Publicamos el discurso que Benedicto XVI dirigió este jueves a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que había venido a Roma con motivo de la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo. La delegación estaba presidida por el metropolitano de Pérgamo, Ioannis (Zizioulas).
Queridos hermanos en Cristo:
Con alegría y sincero afecto en el Señor doy la bienvenida hoy a Su Eminencia, el metropolitano Ioannis, y a los demás miembros de la delegación que Su Santidad Bartolomé I y el Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico han enviado cortésmente con motivo de la fiesta de los santos Pedro y Pablo, patronos de la Iglesia de Roma. A cada uno de vosotros os dirijo mi cordial saludo. Con gusto os recibo con las palabras del apóstol Pedro: «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor» (2 Pedro 1, 1-2). Son palabras que nos invitan a la fe común y al misterio de la salvación recibida, don que tenemos que transmitir a los hombres de nuestro tiempo. El hecho de que católicos y ortodoxos celebren en el mismo día la fiesta de los santos Pedro y Pablo recuerda la sucesión apostólica compartida y la fraternidad eclesial. Me gusta recordar que los himnos bizantinos atribuyen a Pedro un título lleno de significado, el de «protocorifeo», el primero que en el coro tiene la tarea de mantener la armonía de las voces para la gloria de Dios y el servicio de los hombres. Por tanto, os doy las gracias por haber venido a unir vuestra oración con la nuestra, animados por el común compromiso de continuar por el camino que lleva a la progresiva eliminación de toda desafinación en el coro de la única Iglesia de Cristo.
En el futuro se darán importantes ocasiones de encuentro y de diálogo fraterno. Su presencia, Eminencia, como copresidente de la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre Ortodoxos y Católicos, me recuerda la sesión plenaria de esa Comisión, que se celebrará en Belgrado, en el mes de septiembre, gracias a la acogida ofrecida por el Patriarcado Ortodoxo Serbio. El diálogo reanuda de este modo su camino con una nueva etapa. Espontáneamente surge el deseo de rezar para que el Espíritu Santo ilumine y caliente nuestros corazones, refuerce la voluntad común para responder en la medida de nuestras posibilidades a la ardiente oración del Señor: «Ut unum sint» [«Que sean uno», ndr.] para que los discípulos de Cristo, unidos en la fe, anuncien juntos su Evangelio al mundo entero, para que creyendo en Él todos se salven.
Además, respondiendo a la invitación formulada por las autoridades del país, por el Patriarcado, y por la comunidad católica local, espero poder realizar una peregrinación apostólica a Turquía, país de antigua y rica cultura, país noble en el que vivieron muchos Santos Padres de nuestra tradición eclesial, teológica y espiritual. Esto me permitirá participar en las celebraciones con motivo de la fiesta de san Andrés, hermano de san Pedro. Al repetir el gesto que realizaron mis predecesores de venerada memoria, Pablo VI y Juan Pablo II, con motivo de su visita a El Fanar, será para mi una alegría visitar a Su Santidad Bartolomé I, devolviendo de este modo las agradables visitas que ha tenido la bondad de realizar aquí, en Roma. Estoy seguro de que este recíproco intercambio reforzará la fraternidad eclesial y facilitará la colaboración en nuestras iniciativas comunes. Que el Señor nos ayude a avanzar con nueva confianza hacia el día en el que podamos celebrar juntos la santa Eucaristía del Señor, como signo de plena comunión.
Con estos sentimientos cordiales, le pido, Eminencia, y a quienes le acompañan, que lleve mi fraterno saludo al Patriarca Bartolomé I y al Santo Sínodo, mientras doy gracias al Señor, que nos concede la gracia de emprender un nuevo paso en la aplicación de su voluntad de unidad y de paz.