NTROD, domingo, 16 julio 2006 (ZENIT.org).- El Papa dedicó este domingo su primer encuentro público --en sus días de descaso en los Alpes italianos-- a la Virgen del Carmen, a cuyo modelo e intercesión apuntó en este día de la festividad mariana.
En una mañana espléndida, más de cinco mil fieles acudieron por distintos medios al prado situado frente a la casa de Introd (en el Valle de Aosta), donde Benedicto XVI pasa unas breves vacaciones –jornadas de oración, estudio y paseos--, con ocasión de la acostumbrada cita mariana con el Papa.
Acogido por las palabras del obispo local –interrumpidas frecuentemente por los aplausos de los presentes, y por la sonrisa y también el aplauso del Santo Padre--, Benedicto XVI compartió con los peregrinos un rato de encuentro y oración distendido y alegre, con intercambios recíprocos de aplausos, gestos de agradecimiento y saludos.
A todos saludó y aseguró su oración el Papa, en especial a los enfermos y a cuantos sufren. A éstos bendijo y estrechó la mano personalmente.
Este domingo Benedicto XVI empezó dirigiendo su pensamiento al Carmelo: «alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo»; en sus laderas hay «numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas», y de éstos hombres de Dios «el más célebre» «fue el gran profeta Elías», valiente defensor «de la pureza de la fe en el Dios único y verdadero» respecto a «los cultos idolátricos», recordó.
Inspirándose en la figura de este profeta «surgió la Orden contemplativa de los “Carmelitas”, familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein)», recordó el Papa Ratzinger.
Y los Carmelitas «han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios», subrayó.
Y es que --explicó-- «María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios», y «acogiendo plenamente la Palabra, “llegó felizmente a la santa montaña” [dice la liturgia] y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor».
Puso entonces en manos de la Reina del Monte Carmelo a todas las comunidades contemplativas el mundo, especialmente a la Orden Carmelitana, y pidió la ayuda mariana para cada cristiano para encontrar «a Dios en el silencio de la oración».
Tuvo un recuerdo especial para el monasterio carmelitano de Quart, no lejano de donde está pasando estos días de descanso.
Y es que en la tarde del viernes, Benedicto XVI tuvo oportunidad de visitar tal monasterio –donde viven diez religiosas-- en Aosta, en el que fue recibido por la priora, la madre Maria degli Angeli, el capellán –Giovanni Battista Minuzzo-- y el párroco de Quart, Sergio Rosset, entre otros, según recoge, también con la foto del encuentro, el diario de la Santa Sede «L’Osservatore Romano».
También Juan Pablo II, en sus días de descanso en Aosta, aprovechaba para visitar monasterios. Y en una visita pastoral a la diócesis de Aosta en 1986 bendijo la primera piedra del monasterio de carmelitas «Mater Misericordiae» de Villair de Quart.
La visita del viernes al monasterio de Quart fue por una «sorpresa», relata el enviado especial de «Avvenire» a Introd, Salvatore Mazza. A la oración de las carmelitas [que en las semanas pasadas le habían hecho un pequeño donativo para sus obras de caridad] encomendó Benedicto XVI «el sufrimiento en Oriente Medio, en Líbano y en todas partes del mundo».
Fue el primer día que el Papa salió de su residencia de Les Combes, y a su regreso por la tarde, encontrándose con los periodistas, recalcó la necesidad de «orar y esperar» para que «todos acaben con la violencia».
Con las religiosas estuvo unos cincuenta minutos. «Gracias por la obra de caridad que realizáis, porque no aliviáis sólo el hambre material, sino también el hambre de Dios, que es una gran pobreza espiritual», les dijo, según cita el diario italiano el sábado.
«La ausencia de Dios –prosiguió el Papa— es también pobreza. Vemos también la sed de Dios que hay en Europa, junto al gran deseo de Dios que hemos visto el año pasado en Colonia con aquel millón de jóvenes». Y recordó su reciente viaje a Valencia como «algo grande... una bellísima experiencia con más de un millón de familias llegadas de diversos puntos de España y de muchas ciudades de todo el mundo».