EREZ, lunes, 18 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Juan del Río, obispo de Jerez y presidente de la Comisión de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal Española (CEE), sobre el discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona y las posteriores reacciones.
Todos conocen las protestas de sectores del mundo musulmán por la alusión a Mahoma en un discurso académico de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona. Cuando hay discusión por algo dicho, creo que es mejor ir al texto completo, no a extractos, para ver qué se deduce de él.
Lo primero a tener presente es que se trata de una lección de teología titulada: «Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones». No es una homilía, ni una catequesis, sino un texto académico. Quien la imparte es el sucesor de Pedro, también profesor universitario, teólogo y uno de los grandes pensadores de la actualidad.
El ambiente en que se pronuncia el discurso es el de un acto solemne ante intelectuales alemanes. Habla un veterano profesor, que regresa a lo que es casi su casa. El Papa habla de lo que siempre le ha fascinado: «Fe y razón». Como todo científico, trata primero de las dificultades. Recuerda una frase de un antiguo colega escéptico: «Nuestra universidad tenía algo extraño: dos facultades que se ocupaban de algo que no existía: Dios». También cita un libro reciente donde aparece un diálogo que mantuvo 1391 el emperador de Bizancio, Manuel II Paleólogo, sobre Cristianismo e Islam. El emperador habla de la relación entre religión y violencia, aludiendo al profeta Mahoma a quien atribuye, entre otras críticas, la «orden de difundir la fe usando la espada». El Papa no dice en ningún momento que esté de acuerdo con lo citado, sino que lo toma como punto de partida dialéctico, propio del discurso universitario, para llegar a la clave de la argumentación: «la fe mediante la violencia es algo irracional…no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios».
Sentido del discurso
Estudiando el texto de la disertación no se deduce racionalmente ofensa al Islam. Es cierto que, en dos líneas entre seis páginas, cita la opinión de este personaje del medioevo adversa al profeta Mahoma; eso es algo que pertenece a la historia. Sin embargo, sí se puede decir que hacer una crítica airada sobre las intenciones del Papa, de manera deformante y sesgada, a partir de una simple nota histórica, perfectamente acotada, ignorando el resto no es racionalmente aceptable. ¿Es que cada vez que se consigna una opinión adversa, con la que obviamente no se está de acuerdo por la trayectoria anterior, hay que decirlo después de cada frase? ¿Es que hay que excluir las buenas intenciones? La finalidad del discurso es poner de manifiesto que la fe en Dios es fuente de paz, no de guerra. El mismo Benedicto XVI lo dijo en un mensaje al encuentro ecuménico de Asís: «las manifestaciones de violencia no pueden atribuirse a la religión en cuanto tal, sino a los límites culturales con las que se vive y desarrolla en el tiempo…»
La opción del Papa en favor del diálogo interreligioso e intercultural es inequívoca: se puede comprobar en todo su pensamiento teológico, plasmado en sus libros anteriores y en los diversos pronunciamientos que, en este año y medio de pontificado, viene haciendo sobre la «cultura, religión y violencia». Lucha, eso sí, contra una idea de la secularización de occidente impuesta por viejos intelectuales anclados en el pasado, extendida después del 11 de Septiembre de 2001 y amplificada mediáticamente, de que la fe en un Dios y las convicciones religiosas traen inexorablemente fanatismo y violencia. Por eso mismo en las conclusiones de su discurso en Ratisbona dice: «Las culturas profundamente religiosas del mundo ven en la exclusión de lo divino de la universalidad de la razón un ataque a sus convicciones más arraigadas. Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al espectro de la subcultura es incapaz de entrar al diálogo con las culturas». Esto incluye, evidentemente, a la religión monoteísta islámica. ¿Es esto un ataque a su fe?
Reflexión y diálogo
El Papa intenta en su discurso ampliar el concepto de razón, que la sociedad del consumo impuesta desde el poder, conduce al escepticismo o cinismo frente a lo sagrado, negando la posibilidad de conocer la trascendencia, infravalorando los sentimientos religiosos y reduciendo toda manifestación humana a lo puramente material. El discurso no va contra nadie, y menos contra los musulmanes, adoradores del Dios único, porque defiende a ultranza cómo sigue siendo necesario y razonable el interrogarse sobre Dios. En el reconocimiento del »único Dios, viviente, misericordioso y todopoderoso» (Nostra Aetate 3) nos podemos encontrar cristianos y musulmanes. Benedicto XVI, más que ofender y atacar al Islam, da aliento a las personas de fe, musulmanes incluidos, que rechazan la violencia religiosa, venga del fanatismo o del poder.
Ante la reacción vehemente y excitadora que han aparecido en relación a las palabras del Papa no se pueden evitar algunas preguntas: ¿Qué se ha trasmitido a las gentes sencillas de lo que realmente ha dicho el obispo de Roma en Alemania? ¿Qué intencionalidad se esconde en sacar una brevísima cita histórica fuera de una lección universitaria que trata de una nueva relación entre fe y razón? ¿Existen fuerzas ocultas interesadas en potenciar el fanatismo y la violencia de determinados sectores de diversas religiones para enfrentar cristianos entre sí y éstos contra musulmanes? El Papa ha hecho suyo el sentimiento de millones de personas de fe que, de una manera u otra, están diciendo que la religión no puede ser fundamento de un conflicto, de una guerra, de ningún tipo de violencia, material o social. Por eso se debe concluir, que el verdadero significado del discurso del Santo Padre en su totalidad era y es una invitación franca y sincera al diálogo.
+ Juan del Río Martín
Obispo de Jerez