IUDAD DEL VATICANO, lunes, 30 octubre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha exigido la reacción firme de la Iglesia ante los casos de abusos sobre menores cometidos por sacerdotes, y h a pedido la atención que requieren las víctimas, como caminos para la recuperación de la confianza perdida.
Esta fue la consigna que dejó el 28 de octubre al recibir en visita «ad limina Apostolorum» a los obispos católicos de Irlanda.
En su discurso pronunciado en inglés, el Santo Padre reconoció que los obispos irlandeses, tanto los del norte como los del sur --conforman una sola Conferencia Episcopal--, han tenido que responder en los últimos años «a muchos casos dolorosos de abusos sexuales sobre menores».
«Son aún más trágicos cuando quien los cumple es un eclesiástico», denunció el obispo de Roma.
En su saludo al Papa en nombre de los prelados, monseñor Seán Brady, arzobispo de Armagh y primado de toda Irlanda, reconoció que «no hay argumento que haya recibido más tiempo o atención por parte de la Conferencia Episcopal que el angustioso problema de la respuesta a quienes su confianza ha sido traicionada, su vida devastada y en ocasiones su fe destruida a causa de los abusos sexuales perpetrados por algunos sacerdotes y religiosos».
«Estos abusos han sido motivo de gran escándalo y desaliento para toda la comunidad católica, incluyendo una gran mayoría de sacerdotes y religiosos que continúan luchando por vivir la santidad y el servicio desinteresado en nombre del Señor».
El arzobispo dio las gracias al Papa por «la preocupación que ha expresado por aquellos que han quedado afectados tan gravemente» y por el apoyo que ha ofrecido a los obispos de la isla de san Patricio para afrontar este desafío, con la ayuda de los organismos de la Santa Sede.
Dando razón al prelado irlandés, Benedicto XVI reconoció que «las heridas causadas por estos actos son profundas, y es urgente la tarea de restablecer la esperanza y la confianza cuando éstas han quedado dañadas».
«En vuestros continuos esfuerzos por afrontar de manera eficaz este problema es importante establecer la verdad de lo que ha sucedido en el pasado, tomar todas las medidas adecuadas para evitar que se repita en futuro, asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados, y sobre todo, proporcionar una curación a las víctimas y a todos los que han quedado afectados por estos crímenes atroces», afirmó como criterios de fondo.
De este modo, aseguró, «la Iglesia en Irlanda se reforzará y será cada vez más capaz de dar testimonio de la fuerza redentora de la Cruz de Cristo. Rezo para con la gracia del Espíritu Santo este tiempo de purificación permita a todo el pueblo de Dios en Irlanda mantener y perfeccionar con su vida la santidad que ha recibido».
Al mismo tiempo, el sucesor de Pedro explicó que «el óptimo trabajo y el compromiso generoso de la gran mayoría de los sacerdotes y religiosos en Irlanda no tienen que quedar oscurecidos por las transgresiones de algunos hermanos».
«Estoy seguro de que la gente lo comprende y de que sigue viendo a su clero con afecto y estima», indicó.
Por eso, pidió a los obispos que alienten a sus sacerdotes «a buscar siempre la renovación espiritual y a descubrir de nuevo la alegría de cuidar de su rebaño en el seno de la gran familia de la Iglesia».
«En una época --evocó--, Irlanda estaba bendecida por una abundancia tal de vocaciones sacerdotales y religiosas, que buena parte del mundo ha podido beneficiarse de su trabajo apostólico».
«En años recientes, sin embargo, el número de vocaciones ha disminuido drásticamente. Qué urgente es, por tanto, escuchar la palabra de Dios: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”», exhortó el pontífice.
Por este motivo, el Papa mostró su satisfacción al constatar que muchas diócesis irlandesas han adoptado «la oración silenciosa por las vocaciones ante el Santísimo Sacramento».
«Pero sobre todo os corresponde a vosotros, obispos, y a vuestro clero, ofrecer a los jóvenes una imagen inspiradora y atrayente del sacerdocio ordenado», concluyó.