aticano, 17/11/06 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confirmó este viernes que el movimiento ecuménico hacia la unidad plena entre los cristianos constituye una prioridad de su ministerio como obispo de Roma, siguiendo el surco trazado por la Iglesia católica en las últimas cuatro décadas.
«El Concilio Vaticano II consideró como uno de sus principales objetivos el restablecimiento de la plena unidad entre los cristianos», recordó el Papa. «Este es también mi objetivo».
Escucharon sus palabras los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, presidido por el cardenal alemán Walter Kasper.
El pontífice recordó el primer mensaje que escribió como Papa, el 20 de abril de 2005, en el que asumió «como compromiso prioritario trabajar sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo».
El actual sucesor de Pedro añadió en aquella ocasión que «está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la causa fundamental del ecumenismo».
En su discurso de este viernes, reconoció que en realidad se han dado pasos importantes desde el Concilio Vaticano II, «donde los observadores delegados de las demás iglesias y comunidades eclesiales estaban atentos, pero en silencio».
«Esta imagen ha dejado lugar en las décadas sucesivas a la realidad de una Iglesia en diálogo con todas las iglesias y comunidades eclesiales de Oriente y de Occidente».
«El silencio se ha transformado en palabra de comunión», constató. «Se ha realizado un enorme trabajo a nivel universal y local. Se ha redescubierto la fraternidad entre todos los cristianos y se ha restablecido como condición de diálogo, de cooperación, de oración común de solidaridad».
En particular, el Papa se conmovió al recordar «la experiencia de comunión vivida con los representantes de las demás iglesias y comunidades eclesiales venidos de todos los continentes para participar en los funerales del inolvidable Papa Juan Pablo II y también en la inauguración de mi pontificado».
«Compartir el dolor y la alegría es signo visible de la nueva situación que se ha creado entre los cristianos», reconoció exclamando: «¡Bendito sea Dios!».