AVÍA, domingo, 22 abril 2007 (ZENIT.org).- Al visitar la tumba de san Agustín, en la tarde de este domingo, Benedicto XVI relanzó el mensaje central de su pontificado: «Dios es amor».
«La humanidad contemporánea tiene necesidad de este mensaje esencial, encarnado en Cristo Jesús», aseguró, al concluir su visita pastoral a la ciudad de Pavía.
«Todo debe comenzar de aquí y a aquí todo debe conducir: toda acción pastoral, todo tratado teológico», afirmó en la homilía que pronunció en la Basílica de San Pedro en el Cielo de Oro con motivo de la celebración de las vísperas con sacerdotes, religiosos y religiosas (muchos de ellos agustinos) y seminaristas de la diócesis del norte de Italia.
Comenzó explicando que quiso «venir a venerar los restos mortales de san Agustín para expresar tanto el homenaje de toda la Iglesia a uno de sus “padres” más grandes, como mi personal devoción y reconocimiento por quien ha tenido tanta importancia en mi vida de teólogo y de pastor, pero diría aún antes de hombre y de sacerdote».
Los escritos de San Agustín, obispo de Hipona, que vivió del 354 al 430, doctor de la iglesia, han marcado la vida de Joseph Ratzinger, quien en 1953 escribió su tesis doctoral sobre ese filósofo y teólogo.
«Ante la tumba de san Agustín, quisiera volver a entregar espiritualmente a la Iglesia y al mundo mi primera encíclica, que contiene precisamente este mensaje central del Evangelio: “Deus caritas est”, Dios es amor».
Este es «el mensaje que san Agustín sigue repitiendo a toda la Iglesia», aseguró: «el amor es el alma de la vida de la Iglesia y de su acción pastoral».
«Sólo quien vive la experiencia personal del amor del Señor es capaz de ejercer la tarea de guiar y de acompañar a los demás por el camino del seguimiento de Cristo».
«Os repito esta verdad como obispo de Roma, mientras, con una alegría siempre renovada, la acojo junto a vosotros como cristiano», confesó.
«Servir a Cristo es ante todo una cuestión de amor», subrayó. «La Iglesia no es una mera organización de encuentros colectivos ni, por el contrario, la suma de individuos que viven una religiosidad privada».
«La Iglesia es una comunidad de personas que creen en el Dios de Jesucristo y se comprometen a vivir en el mundo el mandamiento de la caridad que Él les dejó».
«Es, por tanto, una comunidad en la que se educa en el amor, y esta educación no tiene lugar a pesar sino a través de los acontecimientos de la vida».
El Papa concluyó lanzando un llamamiento a vivir la vida cristiana, que «tiene en la caridad el vínculo de perfección y que debe traducirse en un estilo de vida moral inspirado en el Evangelio, inevitablemente contra la corriente de los criterios del mundo, pero que siempre hay que testimoniar con un estilo humilde, respetuoso y cordial».
Tras su peregrinación a los restos de san Agustín, y tras despedirse de la comunidad de los religiosos agustinos, el Papa tomó un helicóptero que le llevó al aeropuerto de Milán-Linate, desde donde regresó a Roma.
La tercera visita pastoral de Benedicto XVI a Italia tuvo como metas las ciudades de Vigevano (donde celebró la misa en la tarde del sábado) y Pavía (donde mantuvo un intenso programa de encuentros públicos este domingo).