IUDAD DEL VATICANO, martes, 12 junio 2007 (ZENIT.org).- El diálogo entre cristianos y musulmanes, necesidad apremiante del tiempo presente, se fragua en la vida cotidiana, compartiendo alegrías y tristezas, explica Benedicto XVI.
Así lo expuso el 9 de junio al recibir en audiencia a obispos de la Conferencia Episcopal Regional del Norte de África (CERNA), que abarca Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, al final de su quinquenal visita «ad limina apostolorum» al Papa y a sus colaboradores de la Curia Romana.
Se trata de países en los que pequeñas comunidades católicas viven sumergidas entre mayorías de creyentes en el islam.
«Tenemos necesidad absoluta de un diálogo auténtico entre las religiones y entre las culturas, un diálogo capaz de ayudarnos a superar juntos todas las tensiones con un espíritu de fecundo entendimiento», confirmó.
El Santo Padre manifestó su alegría «al constatar que, a través de iniciativas de diálogo y de lugares de encuentro, como los centros de estudio y las bibliotecas», los obispos del Norte de África están «decididamente comprometidos en el desarrollo y profundización de las relaciones de estima y de respeto que se dan entre cristianos y musulmanes con el objetivo de promover la reconciliación, la justicia y la paz».
Según el obispo de Roma, «al compartir la vida cotidiana, cristianos y musulmanes pueden encontrar el principal fundamento para un mejor conocimiento recíproco».
«A través de una participación fraterna en las alegrías y dolores de unos y otros, en particular en los momentos más significativos de la existencia, y también a través de múltiples colaboraciones en los campos de la salud, de la educación, de la cultura, o del servicio a los más humildes, mostráis una auténtica solidaridad, que refuerza los vínculos de confianza y de amistad entre las personas, las familias y las comunidades».
El Papa presentó a los católicos del norte de África el ejemplo del beato Charles de Foucauld (1858-1916), evangelizador de los tuaregs, asesinado en el Sáhara, de cuyo carisma han surgido diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual.
«¡Que los cristianos de vuestros países sean testigos creíbles de la fraternidad universal que Cristo ha enseñado a sus discípulos!», deseó el Papa a los prelados.