ÉXICO, lunes, 18 junio 2007 (ZENIT.org).- Monseñor Francisco Silota, obispo de Chimoio en Mozambique, ha advertido del peligro de una nueva segregación racial.
En una conversación con la asociación católica pastoral Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), ha expresado el temor de que los campesinos blancos que fueron expropiados durante las reformas en Zimbabue y obligados a abandonar el país, y que ahora se están asentando en Mozambique puedan hacer que «los mozambiqueños se sientan como extranjeros en su propio país».
Señala que el Gobierno debe tener cuidado y sopesar bien cuántas tierras se pueden ceder a estos campesinos extranjeros, para que no surja una situación similar a la de Zimbabue. «Estos campesinos traen tecnologías modernas y tienen un fuerte espíritu empresarial. Debemos tener cuidado para que no surjan tensiones», ha añadido el obispo.
La Diócesis de Chimoio hace frontera con Zimbabue y, actualmente, muchos refugiados están cruzando la frontera. El obispo señala que esta circunstancia también está creando tensiones sociales, pues muchos de los refugiados no encuentran trabajo y esto, a su vez, está ocasionando un aumento de la criminalidad en algunos lugares. Muchos mozambiqueños observan estos hechos con preocupación, porque temen que desestabilice su propia situación social.
Según el obispo Silota, la principal tarea de la Iglesia consiste en implantar el Evangelio en la cultura local. «La enculturación es la espina dorsal de todos nuestros esfuerzos pastorales y sociales», asegura, añadiendo que Jesús debe ser presentado a la gente como «uno de los suyos».
Para ello, la Iglesia debe «traducir la Buena Nueva a la lengua del pueblo», pero no sólo en un sentido puramente lingüístico, pues también hay que integrar la totalidad de las formas culturales de expresión arraigadas en la región.
«En África, la fe no es algo aislado, sino que comprende a la persona y la vida en su totalidad», señala monseñor Silota.
El obispo observa que, a menudo, la pobreza reinante ocasiona el desarraigo de la gente y la pérdida de los valores tradicionales. En particular, el éxodo rural está haciendo perder las raíces a la gente en el «entorno extraño y hostil» de las urbes, y esta situación es responsable del incremento de la promiscuidad y del consumo de alcohol y drogas, entre otros.
Según el monseñor Silota, un 39% de los mozambiqueños vive hoy en las ciudades, y se prevé que hasta 2010 esta cifra alcance el 50%.
Además, al obispo le tiene muy preocupado el hecho de que el 19% de la población sea VIH positiva. En su opinión, resulta escandaloso que muchas chicas jóvenes, debido a su pobreza, sean presa fácil de hombres que abusan de ellas y las contagian con el virus.
«Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, la propagación del sida significa que el Cuerpo de Cristo está físicamente enfermo», declara, «y este problema nos afecta a todos».
La Iglesia se opone a la exigencia de muchos políticos de legalizar el aborto. En la cultura africana, la vida es valiosa y los niños, un «tesoro», asegura monseñor Silota.
El obispo Silota dice que, para combatir este desarraigo, los sacerdotes deben trabajar incesantemente «para encarnar la Buena Nueva en la cultura local», y añade que la condición más importante para ello es el conocimiento de las lenguas locales.
El obispo señala que en la Diócesis de Chimoio se hablan ocho lenguas diferentes, y resalta que es importante anunciar el Evangelio de forma que la gente pueda entenderlo.
De los 26 sacerdotes de su diócesis, 18 son evangelizadores extranjeros y sólo 8 mozambiqueños nativos, aunque precisa que «el pueblo no considera extranjeros a los misioneros: la gente normal asegura que los sacerdotes blancos ‘son de los nuestros’», añade el obispo.