IUDAD DEL VATICANO, martes, 19 junio 2007 (ZENIT.org).- El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes ha vuelto a denunciar este martes «la explotación sexual y la prostitución» como «actos de violencia que constituyen una ofensa a la dignidad humana y una grave violación de los derechos fundamentales».
La presentación de las «Orientaciones para la Pastoral de la Carretera», por parte del presidente del dicasterio –el cardenal Renato Martino- y de su secretario, dio oportunidad a éste, el arzobispo Agostino Marchetto, para profundizar en una de las cuatro partes de tal documento: la «Pastoral para la liberación de las mujeres de la calle».
Se trata de mujeres «viven en la calle y de la calle», pero la prostitución «arrastra en su red también a hombres y niños», puntualizó el prelado, denunciando además «la creciente demanda de los "consumidores" de sexo».
Una respuesta pastoral eficaz a este flagelo pasa por «conocer los factores que empujan o atraen a las mujeres a la prostitución, las estrategias empleadas por intermediarios y explotadores para someterlas al propio dominio, las pistas de movimientos de los países de origen a los de destino, así como los recursos institucionales para afrontar el problema», subrayó monseñor Marchetto.
Elogió que la comunidad internacional y muchas organizaciones no gubernamentales estén buscando, «cada vez más enérgicamente», «proteger a las víctimas del tráfico de seres humanos».
Por su parte, «la Iglesia tiene la responsabilidad pastoral de defender y promover la dignidad humana de las personas explotadas por la prostitución, y de reclamar su liberación proporcionando, con este fin, un apoyo económico, educativo y formativo», acciones que ya se realizan en diversos ámbitos, señaló el arzobispo Marchetto.
También para responder a estas necesidades pastorales «la Iglesia debe denunciar proféticamente las injusticias y las violencias» perpetradas contra las personas prostituidas, y combatir este fenómeno, añadió.
Para que todo esto sea factible –continuó el prelado, sintetizando el contenido de las Orientaciones presentadas este martes al respecto-, se necesita «una renovada solidaridad en las comunidades cristianas» y «programas específicos de formación para agentes de pastoral».
«Es necesario, además, colaborar con los medios de comunicación social para asegurar una correcta información sobre este gravísimo problema», advirtió el secretario del dicasterio.
Expresó igualmente el deber de la Iglesia de «pedir la aplicación de leyes que protejan a las mujeres de la plaga de la prostitución y del tráfico de seres humanos», y la necesidad de «suscitar una toma de conciencia general y pública sobre este grave problema».
«Víctima de la prostitución es un ser humano que en muchos casos "grita" para recibir ayuda, para ser liberado de su esclavitud, porque vender el propio cuerpo en la calle no es, en general, lo que se elegiría hacer voluntariamente», exponen las Orientaciones.
Una «acción eclesial de liberación de las mujeres de la calle» necesita «una aproximación pluridimensional» cuya estrategia tenga siempre en su centro los derechos humanos, señala el documento.
En su denuncia de este azote, el cardenal Martino comentó ante los medios reunidos –entre ellos, Zenit-: «Si contáramos los esclavos hoy, nos sorprenderíamos al ver que los seres humanos que están en situación de esclavitud son más numerosos que los que realmente eran esclavos según el antiguo concepto de la esclavitud felizmente abolida hace algún siglo».
Y ello es así porque «hay niños transformados en esclavos, mujeres hechas esclavas por la prostitución, o aquellos que realizan un trabajo forzado –obreros que están en condiciones de esclavitud, porque se les quita el pasaporte, se les reduce a vivir en condiciones inhumanas», lamentó.
En opinión del purpurado, estos dramas deben considerarse más seriamente. «¿Qué debe hacer un ciudadano normal? Exigir de los propios políticos que adopten medidas concretas para la lucha de estas situaciones», sugirió.