VIENA, domingo, 9 septiembre 2007 (ZENIT.org).- El domingo no es un «precepto», sino «una necesidad interior», ha explicado Benedicto XVI durante la misa celebrada este domingo en la catedral de San Esteban de Viena, en el ultimo día de su viaje a Austria.
Unas 40 mil personas siguieron la eucaristía desde la plaza contigua al templo, que se quedó muy pequeño, gracias a grandes pantallas. Con impermeables amarillos trataron de defenderse de una fuerte lluvia y del frío.
En su homilía, Benedicto XVI repitió la frase pronunciada por los mártires de Abitinia, ciudad de la provincia romana del África Proconsular, actual Túnez, en el año 303, quienes respondieron a la prohibición del emperador Diocleciano de reunirse para celebrar la eucaristía con esta frase: «Sin el domingo no podemos vivir».
«El domingo, en nuestras sociedades occidentales, se ha convertido en un fin de semana, en tiempo libre», reconoció el Santo Padre.
«El tiempo libre, especialmente en medio de la prisa del mundo moderno, es ciertamente algo bello y necesario. Pero si el tiempo libre no tiene un centro interior que ofrece una orientación de conjunto acaba convirtiéndose en tiempo vacío que no refuerza ni ofrece descanso».
«El tiempo libre tiene necesidad de un centro, el encuentro con Aquél que es nuestro origen y nuestra meta», añadió.
En su saludo inicial, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, había explicado al Papa que desde hace tiempo tiene lugar en Austria un «amplio movimiento» en «defensa del domingo de las tendencias de vaciamiento del significado de este día».
Recordando el ejemplo de los primeros cristianos, Benedicto XVI explicó que para ellos la misa dominical no era vista «como un precepto», «sino como una necesidad interior».
«También nosotros tenemos necesidad del contacto con el Resucitado, que nos apoya hasta después de la muerte. Tenemos necesidad de este encuentro que nos reúne, que nos da un espacio de libertad, que nos permite mirar más allá del activismo de la vida cotidiana para contemplar el amor creador de Dios, del que procedemos y hacia el que estamos en camino».
Ahora bien, el Papa explicó que el domingo también recuerda el último día de la creación de Dios, como es narrada en el Génesis.
«Por este motivo, el domingo también es en la Iglesia la fiesta semanal de la creación, la fiesta de la gratitud y de la alegría por la creación de Dios».
«En una época, en la que, a causa de nuestras intervenciones humanas, la creación parece expuesta a muchos peligros, tenemos que acoger conscientemente esta dimensión del domingo», propuso.
Tras la misa, el Papa rezó el Ángelus en la plaza contigua. A su paso, los peregrinos agitaron pañuelos amarillos y banderas de diversos países --entre ellos Israel, e Irán--, aclamando su nombre en italiano.