CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Una reunión de cardenales y obispos de la Santa Sede y de Asia celebrada en Roma ha constatado y denunciado que Asia es tierra de persecución para muchos cristianos.
Así lo expresa el comunicado de la undécima reunión del Consejo especial para Asia de la secretaría general del Sínodo de los Obispos, que el 20 de noviembre se reunió para analizar la aplicación la primera asamblea sinodal de ese continente, celebrada en Roma bajo la presidencia de Juan Pablo II en 1998.
En su intervención inicial, según reveló este viernes un comunicado emitido por la Santa Sede, el arzobispo Nikola Eterović, secretario general del Sínodo de los Obispos, ha informado que en «estos primeros años del tercer milenio» muchos cristianos han testimoniado su fe con la sangre.
En el debate, explica la nota vaticana, «se han individuado preocupaciones, aunque con tonalidades y aspectos diferentes, que derivan de las guerras, de la carrera de armamentos, de los enfrentamientos étnicos, de la violencia, del terrorismo, de las represiones, de las diferentes limitaciones a la libertad de conciencia».
«Las persecuciones afectan como primeras víctimas a las minorías, entre las cuales los cristianos, que con frecuencia están obligados a abandonar sus países de origen y sufren la violencia de parte de grupos fundamentalistas», explica.
«La falta de libertad religiosa se manifiesta de diferentes maneras: límites a la comunicación entre obispos y entre éstos y el Santo Padre, obispo de Roma, imposibilidad de erigir conferencia episcopales, dificultad para obtener visados para los agentes sanitarios, límites a la construcción de lugares de culto, impedimentos a la presencia en la vida pública».
En el año 2006 fueron asesinados cuatro sacerdotes en Asia, constata el texto, «su sacrificio, unido al de los demás cristianos, promete una nueva vitalidad de vida cristiana, pues la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos».
Los obispos y cardenales han constatado, de hecho, «un aumento de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, lo que permitirá que estos mismos asiáticos se conviertan en misioneros ante otras Iglesias particulares en Asia y en otros continentes».