CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 19 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La niña italiana Antonia Meo, que murió heroicamente de un tumor en los huesos con seis años y medio, llamada familiarmente «Nennolina», podría llegar a ser la beata más joven no mártir de la historia de la Iglesia.
El pasado 17 de diciembre, Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar los decretos que reconocen las virtudes heroicas de ocho siervos de Dios que podrían llegar al honor de los altares, entre los que se encuentra la pequeña Antonia.
Antonietta Meo nació en Roma, el 15 de diciembre de 1930, en una familia de sólidos principios morales y religiosos, en la que se recitaba el rosario todos los días. Era una niña muy avispada, siempre alegre y a la que gustaba cantar.
Un día, se cayó golpeándose la rodilla con una piedra. Pero el dolor parecía no remitir. Los médicos al principio no llegaban a determinar el origen del dolor hasta que le fue diagnosticado un «osteosarcoma», cáncer de huesos.
Hubo que amputarle una pierna. Nennolina, que entonces tenía poco más de cinco años, tuvo que llevar una pesada prótesis ortopédica, pero su vivacidad siguió siendo la misma de siempre. Es más, multiplicó sus oraciones y tomó la costumbre de poner a los pies del crucifijo, cada tarde, una cartita que primero dictaba a su madre y luego escribía ella misma.
De este modo, dejó un diario, más de cien mensajes a Jesús, María, Dios Padre y el Espíritu Santo, que desvelan una vida entretejida de un gran misticismo pero también un «pensamiento» teológico sorprendente, que se esconde detrás de frases muy sencillas.
Nennolina, a pesar de sus pocos años, comprendió que, en el calvario, María sufrió con Jesús y por Jesús, y escribe: «Querido Jesús, Tú que has sufrido tanto en la cruz: quiero hacer muchos ofrecimientos y permanecer siempre en el calvario cerca, cerca de ti y de tu mamá». (28 de enero de 1937).
«Querido Jesús --escribe en otra ocasión--, yo te amo mucho, me quiero abandonar en tus manos (...) me quiero abandonar en tus brazos, y haz de mí lo que tú quieras»; «tú ayúdame con tu gracia, ayúdame tú, que sin tu gracia no puedo hacer nada».
Las cartas a Nuestra Señora están llenas de afecto: «Querida Virgencita, eres tan buena, coge mi corazón y llévalo a Jesús. Oh Virgencita tú eres la misma de nuestro corazón» (18 de septiembre de 1936). Ante ella hace el propósito de ser siempre obediente como Jesús: «Quiero recibir a Jesús de tus manos para ser más digna».
Durante las frecuentes hospitalizaciones, pedía que la llevaran en silla de ruedas todos los días ante una imagen de Nuestra Señora para recitar oraciones y poner ante sus pies flores campestres recogidas por su madre.
El día de la Inmaculada de 1936, cuando se acercaba su última Navidad, Nennolina escribía: «¡Estoy contenta porque hoy es tu fiesta, querida Virgencita! (...) Otra vez que sea tu fiesta y la de Jesús haré pequeños sacrificios, y di a Jesús que me haga morir ¡antes que cometer un pecado mortal!».
Consumida por el tumor, tras largos sufrimientos, Nennolina se apagó el 3 de julio de 1937, a los siete años no cumplidos, en sábado, en una clínica romana a dos pasos del monte Celio.
Tras la muerte de Nennolina, se produjeron conversiones y gracias, y su fama de santidad se difundió por todas partes. A los dos años, sus biografías empezaban ya a circular incluso fuera de Italia.
A los cinco años exactos de su muerte, el centro nacional de la Juventud Femenina de Acción Católica, presidido entonces por Armida Barelli, se constituyó en promotor de la causa de beatificación y canonización.
El 22 de abril de 1968, se abrió la fase diocesana del proceso que concluyó el 23 de marzo de 1972. Pero su poca edad creó no pocas dificultades y retrasos en la causa hasta que se abrió la vía al reconocimiento canónico de la santidad de los niños por parte de la Iglesia.
En 1981, la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos abolió la restricción según la cual el ejercicio heroico de las virtudes debiera darse por un «periodo duradero». La medida liberadora llevó después, en el Jubileo de 2000, a la beatificación de los dos pastorcillos de Fátima, Jacinta y Francisco Marto.
La causa de Antonietta Meo se reanudó en 1999, cuando se constituyó en Roma la «Asociación Nennolina» (http://www.nennolina.it), que además de apoyar materialmente el proceso canónico di beatificación promueve estudios e investigaciones sobre la vida y el pensamiento de la niña.
El cuerpo de Antonia descansa ahora en una pequeña capilla adyacente a la que conserva las reliquias de la pasión de Jesús, dentro de la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, en la que fue bautizada y que se encuentra en el barrio de Roma en el transcurrió su breve vida.