INSK, viernes, 10 diciembre 2004 (ZENIT.org).- El secularismo es un fenómeno que tiene sus raíces en el liberalismo y el relativismo constató este viernes el cardenal Paul Poupard al participar en un encuentro ecuménico en Minsk (Bielorrusia).
El presidente del Consejo Pontificio de la Cultura afrontó el tema «Cristianismo y los desafíos del secularismo, la increencia y la indiferencia religiosa», en una conferencia dictada en un congreso organizado por el Instituto Teológico San Cirilo y Metodio por iniciativa de la Iglesia ortodoxa en Minsk que concluirá este sábado.
«El acto se caracterizó por la cooperación ecuménica en el campo de la cultura y es un fruto visible de los veinticinco años de correspondencia entre el cardenal Paul Poupard y el metropolita Filaret, presidente de la Comisión Sinodal Teológica de la Iglesia ortodoxa rusa y metropolita de Minsk y Slutsk», explica un comunicado de prensa publicado por el Consejo vaticano.
En su intervención, el purpurado galo analizó la contradictoria situación del viejo continente, donde «el cristianismo tiene un lugar curioso en el proyecto europeo».
«Por una parte, ofrece inspiración filosófica, antropológica y moral de fondo al proyecto; por otra, a causa de varios cambios culturales ha sido con frecuencia marginado o incluso claramente excluido», constató.
«El reciente caso de Rocco Buttiglione es ejemplo típico --reconoció--. A causa de su testimonio público sobre el matrimonio y la homosexualidad fue excluido de un importante cargo en la Comisión Europea».
«El secularismo es una tendencia que ha surgido del liberalismo --indicó--. Es un efecto secundario que exige una corrección. Podemos sentirnos confiados pues el secularismo nunca excluirá la religión del mundo, por el simple hecho de que cada uno de los seres humanos es fundamentalmente religioso».
Entre las manifestaciones emocionales o individualistas de este secularismo actual, el cardenal citó la «New Age» o Nueva Era, «el abandono cultural y la privatización de la religión, con el consiguiente confinamiento de la búsqueda de lo trascendente concentrándose en el mero progreso tecnológico y el sentimiento de bienestar. Y esto tiene efectos devastadores en Europa», remachó.
«El secularismo también significa relativismo en la medida en que comporta la negación de la Verdad. Esta ideología ha llevado a la indiferencia y a la increencia», reconoció en su ponencia pronunciada en inglés.
Según el cardenal, este fenómeno explica, por ejemplo, las diferencias que en los últimos meses han separado en España a los obispos y al gobierno socialista en cuestiones «ligadas a la vida, la solidaridad, la familia» y «comporta los males del aborto y el matrimonio carente de sentido entre homosexuales».
Hablando ante un auditorio que experimentó la represión de la religión por parte del comunismo, el cardenal Poupard explicó: «Ustedes son más conscientes que yo de los peligros del totalitarismo, pero en Europa occidental también los valores espirituales fundamentales han sido víctimas del secularismo».
«Como resultado, incluso en países tradicionalmente cristianos como Francia, Inglaterra y España, la jerarquía de valores se ha trastocado y la Verdad, la Belleza, y la Bondad han quedado relegados por detrás de valores sociales individualizados y relativizados».
«El carácter central del individuo ha sido promovido pero el valor real de la persona humana ha sido olvidado. De este modo, la democracia ahora es considerada como un valor supremo superior a la Verdad, y no como un medio privilegiado para discernir, reflexionar y proteger la Verdad».
«Otro efecto de esta pérdida de la cultura cristiana se puede apreciar en el hecho de ahora es necesario ofrecer cursos básicos de cristianismo a los estudiantes de arte para que puedan comprender las grandes obras maestras y comprender su propia cultura cristiana. Sin ésta, ¿cómo pueden apreciar plenamente el valor de la "Pasión según San Juan" de Bach, el "Mesías" de Händel, la "Missa Solemnis" de Beethoven o "La Piedad" de Miguel Ángel?», preguntó.
«Pero atención, ¡no vayamos a tirar al bebé junto al agua de la bañera! --advirtió Poupard--. El secularismo no es secularización, y no todo lo que no es explícitamente religioso es un mal. ¡La realidad trascendente puede inspirarnos de otras maneras! También el ateo puede apreciar ciertas manifestaciones de este arte».
«Y este es el punto de partida para la evangelización hoy --sugirió--. Los santos han marcado la historia durante dos mil años: algunos han desarrollado expresiones diferentes de la espiritualidad cristiana, otros han salvaguardado nuestra herencia bíblica, otros han desarrollado ideas fundamentales sobre la ley y los valores, y otros han sido fuente para el continuo renacimiento que ha caracterizado la historia de Europa y sus manifestaciones culturales».
«Nuestra tarea consiste en seguir sus pasos, revelando la verdad sobre el ser humano a nuestros prójimos, para abrir camino a la fuente trascendental de todos los valores de manera que Europa pueda una vez más volver a sus raíces», sugirió.
En este sentido insistió la «evangelización de la cultura» ayuda a «dejar que el Evangelio penetre en la actual situación de las vidas de la gente de una determinada sociedad».
«Más que convencer, esta evangelización busca preparar el terreno y permitir la escucha, una especie de pre-evangelización».
«Si el problema fundamental es la indiferencia, es necesario atraer la atención, seducir el interés de la gente», concluyó.