Fotógrafa riojana, Olga Bejano, ama la vida
MADRID, martes, 1 enero 2008 (ZENIT.org).- «Los Garabatos de Dios» es el tercer libro que saca a la luz una mujer fuera de lo común, Olga Bejano, desde hace más de veinte años paralizada a causa de un probable error médico.
Olga Bejano Domínguez, nació en 1963 y cumplió 44 años el pasado 3 de noviembre. Debido a una parálisis progresiva, iniciada a los doce años, al parecer por un componente de la anestesia en una simple operación de apendicitis, no se puede mover. Pero su enfermedad no la define, aunque explica en parte su producción literaria, fruto de lo que ella llama su «oración constante».
La capacidad de lucha y deseo de comunicarse llevaron a Olga --que sólo puede ver unos segundos cuando le levantan un párpado y no puede hablar ni escribir--, a inventar un sistema de abecedario y, explica ella misma, «unos garabatos que sólo entiende la enfermera que me cuida habitualmente».
A los 23 años, todo se complicó: «Me pronosticaron seis meses de vida, los cuales se han convertido en veinte años de propina divina», dice Olga. Entonces decidió que «no podía esperar a la muerte de brazos cruzados».
A finales de 1995, dice ella misma, «mi ‘voz de papel' se quebró y ya no podía escribir con una letra legible; así nacieron mis famosos garabatos: escribo apoyando mi mano paralizada en mi pierna derecha y con impulsos de la pierna muevo la mano».
En su primer libro, «Voz de papel», narró su convivencia con la enfermedad, su peregrinación por todos los hospitales, y su respuesta a las preguntas que un diagnóstico como el suyo suscita. El libro fué publicado por «Sal Terrae» en 1997, diez años después de comenzar a escribirlo.
A través de sus páginas, dice Olga, «el lector puede sentir los temores, las luchas, el agotamiento, los momentos buenos, los malos y cómo sentí la presencia de Dios». Todo esto, añade, «sin acritud, sin amargura, con sentido del humor en muchos casos, aunque también con buenas dosis de sinceridad, pero ante todo llena de esperanza».
Esta mujer ha dado forma literaria, para poder animar a otros en su situación, a lo que experimentó tras la rebeldía ante la enfermedad. «El alma es más fuerte que el cuerpo», se dijo, y concluyó que la madurez espiritual y el crecimiento personal eran fruto de un «alma es fuerte, luchadora, alegre, trabajadora y con una fe y confianza fuertes en Dios, en la Virgen María, en el Espíritu Santo y en mi Ángel de la Guarda».
Todo ello la llevó a una oración constante: «Desde que descubrí a Dios me sucede algo similar a cuando una persona se enamora: me levanto pensando en Él, durante el día pienso en Él y al acostarme, cuando más relajada estoy, en la oscuridad y el silencio es cuando Él se siente mejor para hacerse oír. En la oración lo que cuenta no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace en nosotros durante ese tiempo».
Lo cual no la exime de un sufrimiento atroz: «Cuando rezo le pido fuerzas a Dios para que me ayude a llevar una cruz que cada día pesa más y que ya ha pasado por las tres fases: al principio era ligera, como si fuera de plástico; luego se transformó en madera y desde hace 14 años, me parece de hierro».
El segundo libro, «Alma de color salmón», tardó dos años y medio en escribirlo y otros dos en publicarlo. En él, dice ella misma, «hablo poco de mi cuerpo y en cambio abro mi alma». El título alude a la metáfora del salmón que remonta el río nadando contracorriente. Fué publicado por «Libros Libres» en 2002.
Olga Bejano ha expresado, una y mil veces, ante el controvertido tema de la eutanasia, que no desea ser manipulada ni a favor ni en contra. Que comprende la dificultad de cada persona: «Como a cualquier ser humano, no me gusta sufrir. Respeto y entiendo a las personas que solicitan la eutanasia. A mí, en más de una ocasión, me han dado ganas de tirar la toalla, pero ahora sé que si sigo aquí es por algo, porque ocasiones para fallecer las tengo un día sí y otro también. Mi deseo es poder llegar al final con la calidad de vida que vaya precisando y con dignidad y que sea Dios quien decida cuándo ha llegado mi día y mi hora».
Por ello, se propone «luchar por los derechos de los enfermos, por el derecho a servicios de salud más humanos e integrales», así como «la dignificación del enfermo como un ser completo en sí mismo y con aportes que hacer a la sociedad». Y exhorta: «En vez de hablar de ‘muerte digna', se debieran ofrecer ayudas para facilitar la ‘vida digna'».
Ahora entrega al público su tercer libro «Los Garabatos de Dios», que hace alusión al sistema que usa para comunicarse. En la obra, publicada también por «Libros Libres», vuelve a hablar de su vida espiritual y humana, desde una cima que adivina cercana y aupada por la confianza que le dan los dos libros anteriores y el reconocimiento de sus paisanos y lectores.
Fue nombrada «Riojana del Año», en 1998, y ha recibido la «Medalla de Oro» de la tierra que la vio nacer.
Uno de sus obras, la primera, ha sido traducida al italiano, bajo el título «Voce di carta», editada por «Shalom», en 2006.
«Para mí, cada día que tengo de vida es una propina y un milagro. Entiendo que, procesos de enfermedad larga, crónica y cruel, hagan que algunos enfermos se desesperen pero, en mi caso, mi cuerpo cada día me va diciendo que lógicamente no voy a más joven, ni a más sana; siento que el final cada día está más próximo. Si veinte años se me han pasado en un suspiro, el final sólo Dios sabe lo que va a durar pero seguro que me llegará cuando menos lo espere», dijo hace unos meses.
Aludiendo a una experiencia personal de encuentro con Dios, explicaba su postura ante el encuentro definitivo: «Cuando me vuelva a ver de nuevo en el túnel de luz, le diré a mi guía: ¡Otra vez estoy aquí!. Me dijiste que la próxima vez que nos viéramos no tendría que volver. Aquí de nuevo estoy, pero esta vez traigo hechos los deberes».
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