VATICANO, 07 Feb. 08 / (ACI).- El Papa Benedicto XVI destacó que "sin la dimensión de la oración, el yo humano termina por encerrarse en sí mismo, y la conciencia, que tendría que ser eco de la voz de Dios, corre el riesgo de reducirse al espejo del yo", en su homilía de la Misa por Miércoles de Ceniza celebrada ayer en la Basílica de Santa Sabina en Roma.
Tras precisar que este encerrarse en sí mismo, lleva a un " coloquio interior (que) se convierte en un monólogo, dando lugar a miles de auto-justificaciones", el Papa destacó que "precisamente porque invita a la oración, a la penitencia y al ayuno, la Cuaresma constituye una ocasión providencial para hacer más viva y sólida nuestra esperanza".
Luego de explicar que la oración "es la primera y principal 'arma' para afrontar victoriosamente la lucha contra el espíritu del mal", el Santo Padre subrayó que "la oración, por tanto, es garantía de apertura a los demás: quien se hace libre para Dios y sus exigencias, se abre al otro, al hermano que llama a la puerta de su corazón y pide ser escuchado, atención, perdón, a veces corrección, pero siempre en la caridad fraterna".
"La verdadera oración nunca es egocéntrica, sino que siempre está centrada en el otro. Es el motor del mundo, porque lo mantiene abierto a Dios y por ello, sin oración no hay esperanza, sólo existe ilusión".
"No es la presencia de Dios lo que aliena al hombre, sino su ausencia. Sin el verdadero Dios, Padre del Señor Jesucristo, las esperanzas se convierten en ilusiones que inducen a evadirse de la realidad", precisó el Pontífice.
Benedicto XVI indicó que "el ayuno y la limosna, unidos armónicamente con la oración, también pueden ser considerados lugares de aprendizaje y ejercicio de la esperanza cristiana". "Gracias a la acción conjunta de la oración, el ayuno y la limosna, la Cuaresma forma a los cristianos para que sean hombres y mujeres de esperanza, siguiendo el ejemplo de lo santos", añadió.
Al hablar del sufrimiento, el Papa recordó que Cristo "sufrió por la verdad y la justicia, trayendo a la historia de los seres humanos el evangelio del sufrimiento, que es la otra cara del evangelio del amor. Dios no puede padecer, pero puede y quiere com-padecer" "Cuanto más grande es la esperanza que nos anima, mayor es la capacidad de sufrir por amor a la verdad y al bien, ofreciendo con alegría las pequeñas y grandes fatigas de cada día, de modo que participen del gran com-padecer de Cristo", agregó.
Tras recordar que en estos días se celebra el 150º aniversario de las apariciones de la Virgen de Lourdes, el Papa terminó invitando a "meditar en el misterio del compartir de María los dolores de la humanidad".
Antes de la Eucaristía, en la Iglesia de San Anselmo hubo un momento de oración, al que siguió una procesión penitencial hasta la basílica de Santa Sabina, en la que participaron cardenales, arzobispos, obispos, los monjes benedictinos de San Anselmo, los padres dominicos de Santa Sabina y algunos fieles laicos.