MADRID, lunes, 18 febrero 2008 (ZENIT.org).- Lleva más de dos décadas sin poder hablar. Respira a través de un respirador artificial, se alimenta con una sonda, ha sufrido casi 200 neumonías durante este tiempo, varias decenas de intervenciones quirúrgicas... La vida es cada vez menos fácil para Olga Bejano, de 44 año, pero ha decidido continuar «trabajando» y luchando para dar a conocer todo el potencial de sabiduría que lleva dentro.
Después de haber escrito «Voz de Papel» y «Alma de Color Salmón», sale ahora a la luz su última obra, «Los Garabatos de Dios», en la editorial LibrosLibres. Con motivo de su publicación, Olga ha concedido esta entrevista en la que explica los porqués de esta obra, repasa su situación actual y da razones de su esperanza en medio del dolor.
--Lo primero, lo que todos quieren saber, la pregunta que siempre surge en los foros... ¿Cómo estás?
--Olga Bejano: Fatal, físicamente una neumonía cada semana y psicológicamente muy cansada de tanto luchar con la burocracia. Llevamos dos meses sin enfermera y como soy una enferma de U.C.I., mi madre hace tres turnos ella sola. Estoy encamada todo el día y casi incomunicada.
--En segundo lugar, enhorabuena por tu tercer libro, y por todo el esfuerzo que ha supuesto. Dices en tu libro que el Cielo te pidió «en sueños, como quien no quiere la cosa», que escribieras otro libro. ¿Cómo fue?
--Olga Bejano: En este libro explico cómo el Señor me ha ido enviando a lo largo de estos veinte años porciones de conocimiento y sabiduría. Estos maravillosos regalos, eslabones de una misteriosa cadena, me han permitido abrir mi mente, madurar y crecer espiritualmente. Al principio no era consciente de lo que el Señor estaba haciendo conmigo y, ante la aparición de los regalos divinos, decía lo que casi todos los mortales: «¡Qué casualidad, qué coincidencia!». Hasta que, poco a poco, me fui dando cuenta de que todas esas casualidades y coincidencias no eran tales, y que todas, toditas, todas venían del Cielo. El Cielo hace las cosas más grandes de la manera más sencilla y todos sentimos cuándo un sueño es diferente.
--¿No quedaba suficientemente reflejada la importancia que la religión tiene en tu vida en los otros dos libros? ¿Por qué añadir más?
--Olga Bejano: ¡Ni muchísimo menos! De toda mi evolución espiritual y religiosa he dicho lo que me ha salido del corazón en cada momento, pero queda mucho en mi interior.
--Ahora ya, por fin, ¿tienes los deberes cumplidos?
--Olga Bejano: Eso sólo Dios lo sabe, aunque a mí trabajo no me falta, pero lo más importante ya lo he hecho y lo he comprendido.
--¿La relación con Dios que tienes ahora ha sido un regalo de tu enfermedad, o más bien de tu experiencia cercana a la muerte?
--Olga Bejano: Las dos cosas van unidas. Para mí la enfermedad no es ningún regalo. Los seres humanos somos materia y alma. La materia se puede deteriorar por muchas circunstancias y si uno acepta la situación de forma positiva, puede ser una oportunidad para madurar y crecer como persona humana y espiritualmente. Dios me da otro tipo de regalos poniendo en mi vida un equipo médico de cuidados paliativos fabuloso, un montón de amigos que siempre están cuando los necesito, mi familia, vosotros los lectores, etc.
--¿Deseas decir algo a tantas personas que alrededor del mundo te conocen, te quieren y rezan por ti cada día, aunque nunca te han visto personalmente?
--Olga Bejano: Desearía gritar que valoren su vida, que la sepan vivir sanamente, que vivan en paz y que sepan ser felices con lo que son y con lo que tienen.
Que aprendan a ser felices y así podrán hacer felices a los demás. No se puede dar lo que no se tiene.
--¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?
--Olga Bejano: Todos sabemos que lo peor de una enfermedad incurable es el principio y el final. Mi «sprint» final, por muchos motivos, me está resultando muy difícil, por eso pido oraciones en abundancia y a mis lectores siempre os estaré agradecida porque habéis sido un estímulo para seguir viviendo al límite de lo imposible.
Puede ver el nuevo vídeo de Olga en YouTube http://www.youtube.com/watch?v=jkbN8llsFzM
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Por Sara Martín