CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 14 marzo 2008 (ZENIT.org).- Es apremiante la lectura espiritual de las Escrituras para que «liberen de verdad para nosotros el Espíritu que contienen», alerta el predicador de la Casa Pontifica en su meditación de Cuaresma ante el Papa.
En la mañana de este viernes, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio apostólico del Vaticano, el padre Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap. cerró el ciclo de predicaciones de este tiempo litúrgico sobre el tema «Viva y eficaz es la Palabra de Dios» (Hebreos, 4, 12), con el que también ha ofrecido una preparación para el Sínodo de los obispos sobre la Palabra (del 5 al 26 de octubre).
Subrayó la importancia de tomar conciencia de que la Escritura no sólo es «inspirada por Dios», sino que también «respira a Dios», «emana a Dios».
«Después de haber dictado la Escritura, el Espíritu Santo es como si se hubiera encerrado en ella, la habita y la anima sin descanso con su soplo divino», precisó el predicador de la Casa Pontificia.
Pero «¿cómo acercarnos a las Escrituras de manera que "liberen" de verdad para nosotros el Espíritu que contienen?», planteó; y es que actualmente la tendencia, ante la Biblia, es «quedarse en la letra», considerando la Escritura incluso como «el más excelso de los libros humanos», pero «un libro sólo humano».
«La Biblia se explica por muchos estudiosos intencionadamente sólo con el método histórico-crítico», una actitud que incluso se registra en los estudiosos que se profesan creyentes, observó el padre Cantalamessa.
«La secularización de los sagrado en ningún caso se ha revelado tan aguda como en la secularización del Libro Sagrado», lamentó; «el análisis histórico-crítico, aunque se llevara al máximo de la perfección» sólo es «el primer escalón del conocimiento de la Biblia, el relativo a la letra».
En «cierta exégesis exclusivamente científica» «la Biblia se convierte en un objeto de estudio que el profesor debe "dominar"», pero en este caso único «más bien hay que dejarse dominar por ella»; «decir de un estudioso de la Escritura que él "domina" la palabra de Dios, pensándolo bien, es decir casi una blasfemia», reflexionó el predicador del Papa.
«La consecuencia de todo ello es el cierre y "replegamiento" de la Escritura sobre sí misma; vuelve a ser el libro «velado», «porque -dice san Pablo-- ese velo "sólo en Cristo desaparece", cuando existe la "conversión al Señor", o sea, cuando se reconoce, en las páginas de la Escritura, a Cristo», subrayó.
«No se explican de otro modo -en opinión del padre Cantalamessa-- las muchas crisis de fe de estudiosos de la Biblia» o «la pobreza y aridez espiritual» de «algunos seminarios y lugares de formación», pues «la Iglesia ha vivido y vive de lectura espiritual de la Biblia; truncado este canal que alimenta la vida de piedad, la fe, entonces todo se agosta y languidece».
«Una lectura espiritual de las Escrituras» es «una lectura con referencia a Cristo», ya sea del Antiguo o del Nuevo Testamento; «es la lectura más objetiva que existe -recalcó el padre Cantalamessa-- porque se basa en el Espíritu de Dios», realizada «bajo la guía, o a la luz, del Espíritu Santo que ha inspirado la Escritura».
«Se basa en un evento histórico, esto es, en el acto redentor de Cristo que, con su muerte y resurrección, cumple el proyecto de salvación, lleva a cabo todas las imágenes y las profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera clave de lectura de toda la Biblia», resumió.
«¿Podrá la exégesis, agostada por el prolongado exceso de filologismo, reencontrar el impulso y la vida que tuvo en otros momentos de la historia de la Iglesia?», interrogó el predicador apostólico.
Ese «movimiento espiritual» y ese «impulso» de los primeros siglos de la Iglesia, hace décadas, con el Concilio Vaticano II de por medio, «comenzaron a reproducirse, pero no porque los hombres los hubieran programado o previsto, sino porque el Espíritu se puso a soplar de nuevo, inesperadamente, a los cuatro vientos», recordó.
Así, «contemporáneamente a la reaparición de los carismas, se asiste a una reaparición de la lectura espiritual de la Biblia -reconoció-- y es, también esto, un fruto, de los más exquisitos, del Espíritu Santo».
«En la lectura espiritual, más que pretender explicar el texto, atribuyéndole un sentido ajeno a la intención del autor sagrado, se trata, en general, de aplicar o actualizar el texto» porque «las palabras de Dios no son palabras muertas», sino «vivas» y «activas», «capaces de desplegar sentidos y virtualidades escondidas en respuesta a cuestiones y situaciones nuevas», indicó.
«Es una consecuencia» del hecho de que la Escritura «no es sólo "inspirada por el Espíritu", sino que "emana" también el Espíritu y lo hace continuamente, si se lee con fe», concluyó.
Por Marta Lago