IUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 diciembre 2004 (ZENIT.org).- En un escenario internacional marcado por el terrorismo, por la violencia en Tierra Santa e Irak y las guerras olvidadas de África, Juan Pablo II ha lanzado un llamamiento a vencer el mal con el bien.
La exhortación constituye la idea central del Mensaje que el pontífice ha publicado este jueves con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que la Iglesia celebrará el próximo 1 de enero de 2005.
El texto, que se envía tradicionalmente a los líderes del mundo y a las mayores organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas, tiene por lema el consejo que el apóstol Pablo dejaba en su carta dirigida a los primeros cristianos de Roma: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (12, 21).
«No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal», subraya el pontífice en su misiva. «La paz es el resultado de una larga y dura batalla, que se gana cuando el bien derrota al mal».
«El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad humana», afirma el Santo Padre en su mensaje para esta jornada instituida por el Papa Pablo VI en 1967.
«El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen», aclara.
Desde esta perspectiva, el Papa se pregunta: «¿cómo no pensar en el querido Continente africano donde persisten conflictos que han provocado y siguen provocando millones de víctimas?».
«¿Cómo no recordar la peligrosa situación de Palestina, la tierra de Jesús, donde no se consigue asegurar, en la verdad y en la justicia, las vías de la mutua comprensión, truncadas a causa de un conflicto alimentado cada día de manera preocupante por atentados y venganzas?», sigue preguntando.
«Y, ¿qué decir del trágico fenómeno de la violencia terrorista que parece conducir al mundo entero hacia un futuro de miedo y angustia? En fin, ¿cómo no constatar con amargura que el drama iraquí se extiende por desgracia a situaciones de incertidumbre e inseguridad para todos?».
Para que el bien venza sobre el mal, la misiva pontificia propone redescubrir la «ley moral universal», así como «el bien común».
La «gramática» de la ley moral universal «une a los hombres entre sí inspirando valores y principios comunes, si bien en la diversidad de culturas, y es inmutable», explica.
El bien común, por su parte, tiene una importancia decisiva en tiempos de globalización, señala el documento: exige «respeto y promoción de la persona y de sus derechos fundamentales, así como el respeto y promoción de los derechos de las naciones en una perspectiva universal».
«La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y supremo destino comunes», asegura.
«Basta que un niño sea concebido para que sea titular de derechos, merezca atención y cuidados, y que alguien deba proveer a ello --reconoce--. La condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados, la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados, no son sino aplicaciones coherentes del principio de la ciudadanía mundial».
El pontífice reafirma, por último, «el principio del destino universal de los bienes», que permite «afrontar adecuadamente el desafío de la pobreza, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de miseria en que viven aún más de mil millones de seres humanos».
Exige, por tanto, el cumplimiento del compromiso «prioritario» adoptado por la comunidad internacional de «reducir a la mitad el número de dichas personas antes de terminar el año 2015» y la solución «el problema de la deuda externa de los países pobres».
Considera, por tanto, que estas naciones, especialmente las africanas, deben ser ayudadas con «financiaciones externas --públicas y privadas--, otorgadas en condiciones accesibles, en el marco de las relaciones comerciales internacionales, reguladas de manera equitativa».
La Santa Sede confirmó este jueves que el Papa presidirá la celebración eucarística de la Jornada Mundial de la Paz, en la mañana del primer día del año 2005.
Este mismo día, al recibir a los nuevos embajadores de Kenia, Luxemburgo, Malawi, Noruega y Tailandia, el Santo Padre sintetizó en tres líneas el mismo argumento de su Mensaje para esa ocasión: «Hago una vez más un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad para que depongan definitivamente las armas y emprendan el camino del diálogo confiado y fraterno. La violencia no sirve a la causa de los pueblos ni a su desarrollo».