ROMA domingo, 6 abril 2008 (ZENIT.org).- El ecumenismo tiene un método que empieza por ver al otro como Dios mismo lo reconoce. Es una de las intuiciones del padre Jesús Castellano Cervera, carmelita descalzo, y antiguo profesor y consultor de varias congregaciones vaticanas, fallecido en 2006.
El carmelita, que había nacido en 1941, revela en un artículo póstumo, publicado por la publicación de la Unión de Superioras Mayores de Italia (Vita Religiosa ed Ecumenismo), en qué consiste lo que él mismo llama la «metodología del ecumenismo».
El primer criterio consiste en «considerar al otro y reconocerlo como Dios lo trata y reconoce».
«De este modo se superan los prejuicios, se ponen en común cosas que nos unen y se procede hacia la creación de una comunidad que se constituye para la comunión de la palabra y en el amor fraterno», escribió el carmelita descalzo español.
«De esta primera comunión nace la necesidad y la posibilidad de dar testimonio juntos de esta unidad hacia los otros, con una acción apostólica conjunta», afirma en la trascripción de esta ponencia, que pronunció en el congreso sobre vida religiosa y ecumenismo celebrado en Roma de 17 al 19 de febrero de 2006.
Después está el paso entre aprender y sufrir: «No existe ecumenismo sin sufrimiento y sin un aprendizaje fatigoso».
«Es necesario también rezar juntos y mantener un clima de oración», así como vivir la identidad y reciprocidad. «La comunión ecuménica solicita en el diálogo la honestidad de presentar toda la verdad, sin ceder», subrayó.
«Pero la identidad no basta: es necesaria la reciprocidad y entonces resulta que todos estamos invitados a la escucha», alertaba el religioso
El padre Castellano, que había mantenido una estrecha relación con Benedicto XVI en la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmaba en su ponencia que «no es frecuente hablar de diálogo ecuménico hoy si no es para constatar, con cierto dolor. que las relaciones entre las Iglesias cristianas, al menos a nivel oficial, han quedado bloqueadas, incluso en la prometedora experiencia de relaciones de verdad y de vida entre católicos y ortodoxos».
«Y sin embargo continua sin detenerse, bajo la acción del Espíritu Santo, el diálogo de la caridad y de la vida», reconocía.
«La urgencia de relanzar el diálogo ecuménico al inicio del tercer milenio está ante nuestros ojos. Nos lo pide la historia misma del siglo XX, que ha visto nacer el ecumenismo y muchos progresos en el acercamiento entre las Iglesias. Nos lo pide la situación actual del mundo en el que es siempre más urgente el testimonio de los cristianos».
El antiguo profesor de la Facultad Pontificia Teresianum de Roma afirmó que «contra una tentación de autosecularización de las Iglesias --palabra usada por el cardenal Joachim Meissner en el Sínodo de los Obispos-- es necesaria una reevangelización personal y comunitaria, una ayuda recíproca entre las Iglesias, una evangelización en la reciprocidad».
«Especialmente en Europa, la creciente unidad entre las naciones solicita poner en acto programas concretos de diálogo y de acercamiento entre cristianos de manera que puedan tomar juntos la palabra para testimoniar la verdad», sugirió.
Por Miriam Díez i Bosch