CIUDAD DEL VATICANO/ROMA, miércoles, 7 mayo 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI exhorta a promover el amor por la Eucaristía para que surjan grupos de «adoradores» de Jesús Sacramentado.
Es un llamamiento que ha renovado el Papa este miércoles, al término de la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro -en el Vaticano--, al saludar a la peregrinación que dirigen las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento por la beatificación de su fundadora.
La basílica papal de San Juan de Letrán acogió el sábado el rito por el que fue elevada a los altares María Magdalena de la Encarnación (en el siglo, Caterina Sordini).
Originaria de Porto Santo Stefano --provincia italiana de Grosseto--, donde nació en 1770, la nueva beata ingresó a los dieciocho años en el monasterio franciscano de Ischia di Castro; allí permaneció dos décadas. Después se trasladó a Roma, donde, por inspiración del Señor, fundó el monasterio de la Orden de las Adoratrices Perpetuas el Santísimo Sacramento. Falleció en la Ciudad Eterna en 1824. La Santa Sede había reconocido en 1818 el Instituto, cuya cifra de monasterios rondan el centenar en el mundo.
Al dirigir un «pensamiento especial» a la peregrinación que promueven las religiosas por esta beatificación -a quienes también saludó el domingo, tras el "Regina Caeli"--, el Papa añadió: «Animo a promover cada vez más el amor por la Eucaristía para que surjan, junto a cada monasterio de la Orden, grupos de "adoradores"».
«Se realizará así el anhelo de vuestra beata fundadora -añadió--, que amaba repetir: "Que Jesús sea de todos conocido, amado, adorado y depositario de agradecimiento en cada momento en el Santísimo y Divinísimo Sacramento"».
Ni fuga ni evasión de la realidad: el alma «fuertemente contemplativa» de la beata Sordini es «una provocación» «dirigida a nosotros, al máximo compromiso en comportarnos como creyentes siempre y en todo lugar», «para realizar en nuestro interior y en el mundo el Reino de Dios, que es reino de paz, justicia santidad y amor», dijo el sábado, en su homilía, el cardenal José Saraiva Martins.
Como delegado del Papa, el prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos celebró la beatificación de la religiosa italiana en la basílica lateranense, en víspera de la solemnidad de la Ascensión del Señor.
«Jesús no nos abandona, sino que está siempre con nosotros», como Él mismo promete; y «el grado máximo de intensidad de su permanencia con nosotros se realiza en el sacramento de la Eucaristía en su doble aspecto de celebración y de permanencia», subrayó el purpurado portugués.
Y «creyó firmemente en las palabras de Jesús» María Magdalena de la Encarnación, una mujer que «vuelve a presentarnos su testimonio de fe en la presencia del Hijo de Dios en la vida de la Iglesia, centrada en la Eucaristía», siguió.
«Fascinada por el Misterio Eucarístico», la religiosa hizo de su vida «un acto de adoración»; «su misión -recibida del Señor mismo- fue la de proponer» «a toda la Iglesia la experiencia de una adoración que fuera "perpetua"» --recordó el cardenal Saraiva--.
Y es que «igual que Jesús permanece en el sacramento también después de la celebración, es necesario que nosotros nos quedamos con Él» en una «adoración que se prolongue en el tiempo» --continuó-- de forma que la Eucaristía sea «memoria perenne del Amor de Dios por los hombres, un fuego capaz de incendiar todo rincón de la tierra».
De acuerdo con el purpurado, el testimonio de la nueva beata es un impulso «para no perder jamás la convicción de la importancia fundamental e insustituible de la oración y, sobre todo, del reconocimiento de la Eucaristía en su papel de fuente y culmen de nuestra vida de fe».
La religiosa recuerda que «del corazón de Jesús-Eucaristía brota misteriosamente una vida nueva capaz de renovar al pueblo cristiano».
«La beata Madre Sordini pensaba en sus monasterios como centros de irradiación espiritual para toda la humanidad -apuntó el cardenal prefecto--. En efecto, la adoración del Pan Eucarístico partido debe impulsar al cristiano, a su vez, a "repartir" su propia persona y a revolucionar su propio estilo de vida para ofrecerse a los hermanos».
Por Marta Lago