CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 10 de septiembre de 2008 (ZENIT.org) El Papa Benedicto XVI dedicó hoy la audiencia general a reflexionar sobre la figura del Apóstol San Pablo, continuando con la catequesis de la semana pasada.
En esta ocasión, y ante peregrinos procedentes de más de quince naciones distintas, el Papa centró su intervención en explicar cuáles son las características de todo apóstol, a partir de los escritos paulinos.
San Pablo, explica el Papa, “tenía un concepto de apostolado que iba más allá del relacionado solo con el grupo de los Doce”.
La primera característica, explica, es “haber visto al Señor, es decir, haber tenido con él un encuentro determinante para la propia vida”.
“Este encuentro marcó el inicio de su misión: Pablo no podía continuar viviendo como antes, ahora se sentía investido por el Señor del encargo de anunciar su Evangelio en calidad de apóstol”, explicó el Papa.
A pesar de sentirse “indigno”, por haber perseguido a la Iglesia, Pablo está “seguro de su apostolado” pues “en él se manifiesta la fecundidad de la gracia de Dios, que sabe transformar un hombre malogrado en un apóstol espléndido”.
“En definitiva, es el Señor el que constituye el apostolado, no la propia presunción. El apóstol no se hace a sí mismo, sino que lo hace el Señor; por tanto, necesita referirse constantemente al Señor”, añadió el Papa.
La segunda característica, continuó el Papa, es la de “haber sido enviado”, es decir, “embajador y portador de un mensaje. Por eso Pablo se define apóstol de Jesucristo, o sea, delegado suyo, puesto totalmente a su servicio”.
El hecho de que la iniciativa parta de Cristo “subraya el hecho de que se ha recibido una misión de parte de Él que hay que cumplir en su nombre, poniendo absolutamente en segundo plano cualquier interés personal”.
La tercera, finalmente, es la dedicación completa de la vida a esta misión, añadió el Papa.
“El de “apóstol”, por tanto, no es y no puede ser un título honorífico, sino que empeña concretamente y también dramáticamente toda la existencia del sujeto interesado”, afirmó.
Un elemento típico del verdadero apóstol, sacado a la luz por san Pablo, “es una especie de identificación entre Evangelio y evangelizador, ambos destinados a la misma suerte”, explicó Benedicto XVI.
“Nadie como Pablo, de hecho, ha puesto en evidencia cómo el anuncio de la cruz aparece como escándalo y necedad, al que muchos reaccionan con incomprensión y rechazo. Esto sucedía en aquel tiempo, y no debe extrañarnos que suceda también hoy”.
Sin embargo, todos los sufrimientos asociados a la misión, son coronados por la “alegría de ser portador de la bendición de Dios y de la gracia del Evangelio”.
“Esta es la certeza, la alegría profunda que guía al apóstol Pablo en todas estas vicisitudes: nada puede separarnos del amor de Dios. Y este amor es la verdadera riqueza de la vida humana”, concluyó el Papa.
Finalmente, el Papa saludó a los presentes, especialmente a un grupo de parlamentarios del reino Unido, así como un grupo de periodistas participantes en un Seminario de comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, a quienes pidió “un testimonio evangélico cada vez más generoso en la sociedad actual”.